Las inesperadas consecuencias de los cierres por la COVID-19 han sido graves: desempleo masivo, aumento de sobredosis de drogas y suicidios, y un malestar social generalizado.
Este mes, la Oficina Nacional de Investigación Económica publicó un documento detallando otro: el incremento de la violencia doméstica.
Analizando los cierres ordenados por el gobierno en India, los investigadores Saravana Ravindran y Manisha Shah encontraron pruebas de un incremento del 131% en las denuncias de violencia doméstica en mayo en los «distritos de la zona roja», o distritos que experimentaron las medidas de cierre más estrictas en relación con los distritos que tenían medidas menos estrictas («zonas verdes»).
Los investigadores, que utilizaron una estrategia empírica de «diferencia en diferencias», encontraron que el aumento de las denuncias de violencia en el hogar coincidió con un aumento de la actividad de búsqueda en Google de términos relacionados con la violencia en el hogar durante el mismo período.
Los autores dicen que sus conclusiones «contribuyen a una creciente documentación sobre las repercusiones de los cierres y las políticas de permanecer en el hogar en la violencia contra la mujer durante la pandemia de la COVID-19».
Los hallazgos, que también encontraron una disminución en las denuncias por agresiones sexuales debido a la disminución de la movilidad, son similares a los de la investigación que encontró que los encierros ocasionaron un aumento del 100 por ciento en las llamadas por violencia en la pareja en la Ciudad de México. Un estudio que analizó los datos de los departamentos de policía de cuatro ciudades de EE. UU. reveló menores incrementos en la violencia doméstica, entre el 10 y el 27 por ciento, durante los períodos de encierro.
A nivel mundial, alrededor de un tercio de las mujeres experimentan «violencia en la pareja» (IPV, por sus siglas en inglés), lo que repercute negativamente en los ingresos, la participación laboral, los salarios, la salud mental y el consumo doméstico de las mujeres.
Costos invisibles generados por los cierres
El incremento de la violencia doméstica a nivel mundial durante el período de bloqueo ha recibido relativamente poca atención, aunque CNN informó recientemente sobre el aumento al sur de la frontera con Estados Unidos.
En México, los legisladores federales cerraron la mayor parte de la economía el 23 de marzo, pidiendo a la gente permanecer en casa. Los activistas dijeron a su vez que la acción estimuló «un ataque de violencia doméstica», y los datos demuestran que las llamadas al 911 por violencia doméstica aumentaron en un 44% con respecto a la misma época del año anterior.
«Los cierres desataron la violencia de muchas formas», dijo Perla Acosta Galindo a CNN, directora de Más Sueños A.C., un centro comunitario para mujeres. «La gente no puede trabajar, hay alcoholismo, hacinamiento; esto es mucho».
Los cierres son destructivos
Hasta cierto punto, la pandemia de la COVID-19 se ha retratado como un juego de moralidad. Algunos quieren hacer creer que quienes se preocupan por la gente apoyan los cierres; los que no se preocupan por la gente se oponen a ellos. Nos presentan opciones falsas: Podemos apoyar la economía o proteger las vidas de los estadounidenses.
Este tipo de argumentos solo sirven para dividir. También pueden oscurecer una verdad básica: Los cierres implican costos humanos, además de los económicos, que pueden arrasar con vidas tanto como la enfermedad.
El Washington Post, por ejemplo, informó recientemente sobre «una epidemia oculta dentro de la pandemia del coronavirus»: sobredosis de drogas. Un forense de Ohio dijo que no puede procesar los cuerpos lo suficientemente rápido.
«Literalmente nos hemos quedado sin carros con ruedas para ponerlos», dijo Anahi Ortiz al periódico.
Las estadísticas sugieren que la tendencia es de alcance nacional. Los datos del Programa de Aplicación de Mapeo para la Detección de Sobredosis muestran que la cantidad de sobredosis aumentó un 18 por ciento en marzo, un 29 por ciento en abril y un 42 por ciento en mayo con respecto a los mismos períodos del año anterior.
Estas estadísticas no deberían sorprender. Los científicos sociales han estado reportando sobre las consecuencias mortales del aislamiento social durante años.
No se trata solo de enfrentar mayores niveles de estrés, patrones de sueño interrumpidos y sistemas inmunológicos alterados. Un estudio realizado en 2015 determinó que el aislamiento social aumentaba sustancialmente el riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular (32 por ciento) y enfermedades cardíacas (29 por ciento).
El aislamiento social también está relacionado con el suicidio. Si bien no hay datos exhaustivos del año 2020 sobre los suicidios, la evidencia anecdótica sugiere que muchos están luchando por sobrellevar la vida en cuarentena. En mayo, durante el pico de los cierres, un médico de California dijo a los medios locales que su hospital fue testigo de «un año de intentos de suicidio en las últimas cuatro semanas».
Los cierres tienen víctimas
Como subrayó el economista francés Frédéric Bastiat, toda política «produce no solo un efecto, sino una serie de efectos». Los efectos inmediatos y previstos son lo que él llama «lo visible», mientras que las consecuencias indirectas y no previstas son «lo invisible». «Lo visible» suele acaparar toda la atención, mientras que «lo invisible» suele pasar desapercibido.
En este caso, «los visibles» son las víctimas del virus y las personas que, con suerte, evitan propagar o contraer la enfermedad debido a los cierres. Ellos son, sin duda, dignos de nuestro cuidado y atención.
Pero tampoco debemos ignorar a «los invisibles»: los millones de seres humanos que, como resultado de los encierros, se han convertido en víctimas de la violencia doméstica, sobredosis de drogas, depresión, suicidio y más.
Como escribieron Antony Davies y James Harrigan, «La incómoda verdad es que ninguna política puede salvar vidas; solo puede cambiar vidas». Puede que algún día se determine que los cierres salvaron más vidas de las que destruyeron, aunque las pruebas recientes sugieren que la correlación entre la gravedad de los cierres y las muertes por COVID-19 es débil. Pero no subestimemos el devastador costo humano de esta política.
Las vidas arruinadas o extinguidas por los cierres merecen algo mejor que eso. Merecen ser visibles.
Jonathan Miltimore es el editor gerente de FEE.org. Sus informes/reportajes han sido objeto de artículos en la revista TIME, The Wall Street Journal, CNN, Forbes, Fox News, y Star Tribune. Este artículo fue publicado originalmente en FEE.org.
Apoye nuestro periodismo independiente donando un «café» para el equipo.
A continuación
Película documental: Cuando llega la plaga
Cómo puede usted ayudarnos a seguir informando
¿Por qué necesitamos su ayuda para financiar nuestra cobertura informativa en Estados Unidos y en todo el mundo? Porque somos una organización de noticias independiente, libre de la influencia de cualquier gobierno, corporación o partido político. Desde el día que empezamos, hemos enfrentado presiones para silenciarnos, sobre todo del Partido Comunista Chino. Pero no nos doblegaremos. Dependemos de su generosa contribución para seguir ejerciendo un periodismo tradicional. Juntos, podemos seguir difundiendo la verdad.