¿Quién se robó la niñez de Greta?

Por Mark Hendrickson
19 de noviembre de 2019 4:36 PM Actualizado: 19 de noviembre de 2019 4:36 PM

Comentario

Cuando la joven de 16 años Greta Thunberg habló en la Cumbre de Acción Climática de la ONU el 23 de septiembre, atacó verbalmente a los dignatarios presentes, gritando: “Ustedes se robaron mis sueños y mi niñez”.

Por razones incomprensibles para mí, algunos comentaristas estadounidenses se burlaron de ella o la criticaron. Si bien pienso que la ONU la explotó desvergonzadamente, creo que su mensaje fue 100 por ciento genuino. En vez de estar preocupada por cuestiones típicas de una adolescente, la felicidad de Greta fue víctima de abrumadores pronósticos apocalípticos.

La desesperación palpable que sufre Greta es el amargo fruto del ambientalismo pagano moderno. No solo Greta, sino millones de niños han padecido diversos grados de ansiedad y depresión debido a que los adultos los convencieron de que el consumo de combustibles fósiles está empujando al planeta hacia un catastrófico cambio climático.

A Greta efectivamente le robaron su niñez “normal” –pero no fueron las compañías de combustibles fósiles, como ella cree, sino el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU. Cuando Greta se presentó ante el comité, blandía el último reporte del IPCC y en esencia dijo que este contenía la verdad.

Aparentemente ella no estaba al tanto de que cientos de científicos, algunos de los cuales he mencionado en mi reciente artículo sobre ideólogos del cambio climático, comparten la opinión del eminente físico Freeman Dyson, quien afirmó sin rodeos que los modelos de cambio climático usados por el IPCC “ni siquiera comienzan a describir el mundo real”. (Entre otras deficiencias, los modelos aparentemente asumen que la Tierra es plana)

Mientras que el IPCC es el culpable principal, no podrían haber hecho que Greta se sienta miserable sin la ayuda de la prensa sensacionalista y los maestros y programas escolares con sesgo ideológico. Todos ellos empujaron el pesimismo y la fatalidad verde, mientras aparentemente pasaban por alto todas las buenas noticias y desarrollos positivos en el mundo que le hubieran dado a Greta un panorama más saludable y equilibrado.

Algunas buenas noticias

Aquí hay algunos puntos que compartiría con Greta y los millones que comparten su sombría y desesperanzada visión de nuestro mundo.

Las buenas noticias incluyen el inmenso progreso en reducir las guerras y la pobreza en el mundo durante el último medio siglo. Mientras los titulares de la prensa nuevamente están publicitando temerosos escenarios ambientales, el hecho es que más gente vive en paz y prosperidad que nunca antes.

Más buenas noticias: las naciones ricas como Estados Unidos hicieron grandes progresos en frenar la contaminación. Aire y agua más limpios, reforestación, etc. –las mejoras en los años recientes fueron admirables, y las tendencias se están moviendo en la dirección correcta.  (Mi prioridad preferida en el futuro sería cuidar mejor de los océanos).

Lamentablemente, la generación de Greta tiene poca comprensión de la economía de las ganancias. Las ganancias no deberían ser lloradas o censuradas, sino celebradas. Las ganancias representan la creación de nueva riqueza y, como nos muestra la curva de Kuznets, cuando las naciones alcanzan un cierto nivel de riqueza, la contaminación declina, dado que los costos de descontaminación se vuelven más accesibles.

Otro beneficio de la creciente abundancia es que se desplomó la tasa de mortalidad de las catástrofes vinculadas al clima durante el siglo pasado. Nunca podemos prevenir acontecimientos destructivos vinculados al clima, pero la riqueza nos ayuda a lidiar con ellos más efectivamente. Condenar la abundancia es ignorante y desacertado.

A los niños de escuela les enseñaron a detestar los combustibles fósiles. La verdad es que esos combustibles abastecieron la energía barata y confiable que propulsó el espectacular crecimiento económico de los últimos dos siglos. El consumo de combustibles fósiles se relaciona íntimamente con el aumento de la riqueza. Condenar a los combustibles que sacaron a miles de millones de personas de la pobreza extrema parece poco compasivo, por no decir irracional.

Bueno, tal vez los combustibles fósiles fueron útiles en el pasado pero hoy son destructivos, ¿cierto? Incorrecto. Sí, el consumo humano de combustibles fósiles enriqueció la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera de la Tierra.

Según un estudio llevado a cabo por un equipo multinacional de científicos y reportado por la NASA, esto produjo una marcada ecologización del planeta: “Entre un cuarto y la mitad de las tierras vegetadas del planeta mostraron una significativa ecologización en los últimos 35 años, en gran parte debido al aumento de los niveles de dióxido de carbono atmosférico”. Esa es un área equivalente a dos veces la superficie continental de Estados Unidos.

¿Pero no están las crecientes concentraciones de dióxido de carbono atmosférico calentando peligrosamente el planeta? No es así. A diferencia de la conocida relación entre la energía y la riqueza, los registros a largo plazo muestran muy poca correlación entre el dióxido de carbono atmosférico y las temperaturas globales. Y dado que el dióxido de carbono absorbe la radiación infrarroja (comúnmente conocido como “atrapar el calor”) a un nivel logarítmico, los enormes incrementos adicionales de dióxido de carbono tienen un impacto mínimo en las temperaturas.

No obstante, incluso si el planeta se calienta otro grado centígrado, eso solo hará retornar la temperatura global a la que prevalecía durante el “Período cálido medieval”; dos grados replicaría el “Período cálido romano” de hace dos milenios; tres aproximaría el “Período cálido minoico” de hace 35 siglos. Esas tres épocas se caracterizaron por un impresionante crecimiento de las civilizaciones. La historia muestra que, después de todo, las temperaturas cálidas no son tan problemáticas.

¿Pero el aumento del nivel del mar no sumergirá grandes áreas de tierra? No. Lamentablemente, la prensa está entendiendo mal otra historia ambiental más. Lejos de que la Tierra esté en riesgo de convertirse en “mundo de agua”, como lo mostraba la película de Hollywood de 1995, ahora hay más superficie por encima del nivel del mar que hace 30 años. Hubo un aumento neto de 5200 millas cuadradas de territorio no sumergido. Por supuesto, requerirá esfuerzos heroicos salvar tierra en lugares como la Bahía Chesapeake y el Delta de Luisiana, pero el problema allí es el hundimiento de tierra, no el aumento del nivel del mar.

Finalmente, el miedo de Greta a la inminente extinción masiva está basada en cifras incorrectas. Las extinciones están disminuyendo e incluso entidades a favor del calentamiento global como BBC y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza calculan que la tasa de extinción luego del año 2000 está entre una cada dos años o una por década.

Greta dio a los coordinadores de la Cumbre de Acción Climática de la ONU de septiembre el drama emocional que querían. Ellos estuvieron encantados de darle a esta infeliz adolescente una plataforma desde la cual criticar fuertemente a los gobiernos del mundo por ser muy lentos en adoptar la gran estrategia de la ONU.

Qué farsa es que los burócratas egoístas de la ONU estén dispuestos a aterrar a niños inocentes con temerosas historias sensacionalistas para usarlos cínicamente como palanca emocional para promover su gran estrategia de redistribuir la riqueza global. Como escribí en febrero de 2018, esto equivale a abuso infantil.

Esos ideólogos sin duda se robaron la niñez de Greta, y no hay forma de que ella pueda recuperarla. Pero ella y sus pares aún pueden salvar su alegría futura aprendiendo más sobre el verdadero estado del mundo. Descubrirán que –a pesar de los problemas y desafíos– el horizonte de la raza humana nunca ha sido más brillante.

Mark Hendrickson, economista, se retiró recientemente de la facultad de Grove City College, donde sigue siendo investigador de política económica y social en el Institute for Faith and Freedom.

Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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