Capítulo 12, Parte 2: Sabotaje a la educación (ACTUALIZADO)

Traducción en partes del libro: “Cómo el espectro del comunismo rige nuestro mundo”

Por The Epoch Times
25 de julio de 2018 12:31 PM Actualizado: 19 de mayo de 2021 2:27 PM

La Gran Época publica aquí entregas traducidas del inglés de un nuevo libro: “Cómo el espectro del comunismo rige nuestro mundo”, del equipo editorial de “Nueve comentarios sobre el Partido Comunista chino”.

Tabla de contenidos

2. Comunismo en universidades occidentales
a. El sesgo izquierdista de las facultades universitarias
b. La reforma del ámbito académico tradicional con la ideología comunista
c. Uso de nuevos campos académicos para la infiltración ideológica
d. Promoción del radicalismo de izquierda
e. Negación de las grandes tradiciones de Estados Unidos
f. Oposición a los clásicos de la civilización occidental
g. Monopolización de los libros de texto y las humanidades
h. ‘Reeducación’ universitaria: Lavado de cerebro y corrupción moral

3. Cómo el comunismo destruyó la educación en China

4. Regreso a la educación tradicional

***

2. Comunismo en universidades occidentales

Cuatro años de adoctrinamiento intensivo dejan a los graduados universitarios con una predisposición al liberalismo moderno y al progresismo. Son más propensos a aceptar el ateísmo, la teoría de la evolución y el materialismo sin pensarlo dos veces. Muchos se convierten en “copos de nieve” de mentes estrechas que carecen de sentido común y quieren un estilo de vida hedonista sin asumir la responsabilidad por sus acciones. Les falta conocimiento, tienen una cosmovisión estrecha, saben poco o nada de la historia de Estados Unidos y del mundo, y se han convertido en el objetivo principal para el engaño del comunismo.

A diferencia de los líderes estudiantiles rebeldes pero elocuentes de los años 60, los jóvenes manifestantes de hoy que son entrevistados por reporteros para la televisión raramente pueden expresar sus exigencias con claridad. Carecen de niveles básicos de sentido común y razón.

Durante las elecciones presidenciales de 2016 en Estados Unidos, la constante denigración del candidato conservador por parte de los grandes medios de comunicación, junto con encuestas engañosas, hicieron que muchos –especialmente los estudiantes universitarios– quedaran conmocionados al anunciarse los resultados de las elecciones. Tras la victoria de Donald Trump, surgió un fenómeno ridículo en las universidades de Estados Unidos. Algunos estudiantes sentían tanto miedo, cansancio o trauma emocional por las elecciones que exigieron que se suspendieran las clases y se reprogramaran los exámenes.

Con el fin de aliviar a los estudiantes de su estrés y ansiedad, algunas universidades prominentes organizaron varias actividades «terapéuticas». Estas incluían jugar con plastilina o bloquecitos, colorear y soplar burbujas. Algunas incluso ofrecieron gatos y perros para que los estudiantes acariciaran y así tuvieran consuelo. Varias universidades brindaron asistencia psicológica a los estudiantes, organizaron grupos de ayuda o crearon «espacios seguros» a donde los estudiantes podían ir para «recuperarse» de los resultados electorales y ayudarlos a aceptarlos [58]. Es absurdo que un proceso democrático normal sea más terrorífico que un desastre natural o un ataque terrorista, lo que demuestra el fracaso total del sistema educativo estadounidense. Los estudiantes universitarios, que deberían ser maduros y racionales, se volvieron intolerantes e infantiles ante el cambio y una supuesta adversidad.

A los ojos del mundo, Estados Unidos sigue siendo uno de países líder en educación. Durante más de un siglo, Estados Unidos ha sido una superpotencia política, económica y militar. Los fondos que destina a la educación superan por mucho a la mayoría de los países. Después de la Segunda Guerra Mundial, la democracia estadounidense y su riqueza atrajeron a personas talentosas de todo el mundo. Su programa de graduados STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) y escuelas profesionales son las mejores del mundo.

Sin embargo, hay una crisis desplegándose por dentro. La proporción de estudiantes extranjeros en los programas de graduados STEM excede por mucho a la de estudiantes estadounidenses, y el margen aumenta año tras año [59]. Esto refleja la erosión de la educación primaria, secundaria y terciaria en todo Estados Unidos. Se rebaja el nivel de los estudiantes a propósito. 

Es necesario enfatizar que prácticamente todas las personas del mundo, especialmente quienes asistieron a la universidad después de los años 60, han estado expuestas a la influencia comunista. Las ciencias sociales y humanidades son las más afectadas. La mayoría de la gente en estos ámbitos ha sido adoctrinada sin darse cuenta, ya que solo unas pocas personas promueven intencionalmente la ideología comunista. Aquí exponemos los objetivos comunistas para que la gente pueda identificarlos y alejarse de ellos.

a. La sesgo izquierdista de las facultades universitarias

Una de las causas más importantes para que los estudiantes adopten la ideología socialista o comunista, y para que acepten ideologías radicales como el feminismo y el movimiento ambientalista (ver Capítulo 16), es el hecho de que una gran proporción del profesorado de las universidades es de tendencia izquierdista. Los académicos con ideas diferentes han quedado marginados o se les ha prohibido expresar sus puntos de vista.

En un estudio de 2007 titulado “Perspectivas sociales y políticas de profesores estadounidenses”, entre los 1417 profesores universitarios encuestados, el 44.1% se consideró progresista, el 46.1% moderado y solo el 9.2% conservador. En facultades de humanidades, el 61% del cuerpo docente era progresista, mientras que los conservadores eran solo el 3.9%. [60] 

Estudios posteriores a 2007 también confirman la tendencia izquierdista entre los profesores de universidades de Estados Unidos. Un estudio publicado en Econ Journal Watch en 2016 analizó el estatus de votante registrado de los profesores en los departamentos de historia y ciencias sociales de cuarenta universidades importantes de EE. UU. Entre los 7243 profesores sondeados, había 3623 demócratas y 314 republicanos, una relación de 11.5 a 1. Entre los cinco departamentos analizados, el departamento de historia era el más desparejo, con un ratio de 35 a 1. Comparemos esto con un sondeo similar de 1968 que encontró que, entre los profesores de historia, la proporción entre demócratas y republicanos era de 2.7 a 1. [61]

Otro estudio de 2016 sobre el cuerpo docente de universidades e institutos de enseñanza encontró que la inclinación política del profesorado estaba particularmente desproporcionada en New England. En base a datos de 2014, el estudio halló que la proporción entre profesores progresistas y conservadores en institutos y universidades de todo el país era de 6 a 1. En New England, la tasa era de 28 a 1. Un estudio de 2016 del Pew Research Center encontró que el 31% de las personas que habían realizado posgrados tenían posturas progresistas, el 23% tendía a ser más en mayor parte progresista, el 10% tenía una postura consistentemente conservadora y el 17% tendía a ser en mayor parte conservador. El estudio descubrió que desde 1994, la cantidad de gente que había recibido un nivel educativo de posgrado y tenía ideas consistentemente progresistas había aumentado considerablemente [62]. Los panelistas de un seminario del American Enterprise Institute en 2016 dijeron que alrededor del 18% de los científicos sociales de Estados Unidos se describían como marxistas, y que solo el 5% se consideraban conservadores. [63]

En una oportunidad, el senador Ted Cruz hizo un comentario sobre la Facultad de Derecho de una prestigiosa universidad a la que asistió. “Había más comunistas declarados [en la facultad] que republicanos. […] Si [les] pedías que votaran sobre si esta nación debería convertirse en una nación socialista, el 80% de la facultad votaría que sí, y el 10% pensaría que eso era demasiado conservador”. [64]

El comunismo comenzó a penetrar en la educación estadounidense a comienzos del siglo XX en las universidades, cuando muchos intelectuales estadounidenses comenzaron a aceptar las ideas comunistas o su variante del socialismo fabiano. [65]

El movimiento de contracultura de los 60 produjo un gran número de estudiantes jóvenes antitradicionales. En sus años de formación, estas personas fueron muy influenciadas por el marxismo cultural y la teoría de la Escuela de Frankfurt. En 1973, después de que el presidente Nixon retirara a las tropas estadounidense de la Guerra de Vietnam, los grupos de estudiantes asociados con el movimiento antiguerra comenzaron a diluirse, ya que la principal razón de protesta ya no existía. Pero el radicalismo que se formó en estos grandes movimientos estudiantiles no desapareció.

Los estudiantes radicales continuaron con sus estudios universitarios en los campos de las ciencias sociales y culturales –periodismo, literatura, sociología, filosofía, educación, estudios culturales, etc. Después de graduarse, comenzaron sus carreras en instituciones con gran influencia sobre la sociedad y la cultura, como universidades, medios de comunicación, agencias gubernamentales y organizaciones no gubernamentales. En esos tiempos, principalmente los guiaba la teoría de la “larga marcha por las instituciones” propuesta por el marxista italiano Antonio Gramsci. Esta “larga marcha” apuntaba a alterar las tradiciones más importantes de la civilización occidental.

Los estudiantes occidentales rebeldes consideraban a Marcuse un “padrino espiritual”. En 1974, afirmó que la Nueva Izquierda no había muerto, “y resucitará en las universidades” [66]. En efecto, la Nueva Izquierda no solo había logrado sobrevivir, sino que su larga marcha por las instituciones fue enormemente exitosa.

Tal como lo escribió un profesor radical: “Luego de la Guerra de Vietnam, muchos de nosotros no queríamos simplemente arrastrarnos de vuelta a nuestros cubículos literarios; asumimos posiciones académicas. Cuando terminó la guerra, perdimos nuestra visibilidad, y por un tiempo pareció –para los poco observadores– que habíamos desaparecido. Ahora tenemos cargos titulares, y el trabajo de reformar las universidades comenzó en serio”. [67]

El término “radicales titulares” fue acuñado por Roger Kimball en su libro del mismo nombre (Tenured Radicals), publicado en 1989. El término hace referencia a los estudiantes radicales que habían sido activos en los movimientos antiguerra, de derechos civiles y feministas de los años 60 y que luego ingresaron a las universidades a enseñar y obtuvieron un puesto permanente en los años 80. Desde entonces, inculcaron a los estudiantes su sistema de valores políticos y crearon una nueva generación de radicales. Algunos de estos nuevos radicales de los 60 se convirtieron en jefes de departamento y decanos. El propósito de su trabajo académico no es explorar la verdad, sino utilizar al ámbito académico como una herramienta para socavar la civilización occidental y sus tradiciones. Apuntan a subvertir la sociedad y al sistema político predominante produciendo más revolucionarios como ellos.

Una vez que obtienen la titularidad, los profesores pueden participar en varios comités y tienen un considerable peso para reclutar nuevos profesores, establecer estándares académicos, seleccionar temas para las tesis de grado y determinar la dirección de la investigación. Tienen una amplia variedad de formas para excluir candidatos que no concuerdan con su ideología. Por esta razón, aquellos que tienen una mentalidad más tradicional, que enseñan e investigan según los conceptos tradicionales, son continuamente marginados. A medida que se jubilan los profesores de mayor edad, quienes los reemplazan son mayormente académicos de izquierda que han sido adoctrinados con ideas comunistas.

Gramsci dividió a los intelectuales en dos campos: intelectuales «tradicionales» e intelectuales «orgánicos». Los primeros son el pilar para mantener la cultura tradicional y el orden social, mientras que los segundos pertenecen a las clases o grupos emergentes, y juegan un rol productivo en el proceso de luchar por la hegemonía en sus clases o grupos [68]. Según esta perspectiva, el proletariado utiliza intelectuales orgánicos en su camino para obtener el poder cultural y, finalmente, político. Muchos radicales titulares se autodefinirían como intelectuales orgánicos que se oponen al sistema actual. Al igual que Gramsci, siguen el axioma marxista: “Los filósofos solo interpretan el mundo de varias maneras. No obstante, el punto es cambiarlo”. [69]

De esta manera, para la izquierda, la educación no es impartir la esencia del conocimiento y la civilización humana, sino preparar a los estudiantes para la política radical, el activismo social y la “justicia social”. Luego de graduarse y al unirse a la sociedad, dan rienda suelta a su insatisfacción con el sistema actual, rebelándose contra la cultura tradicional y abogando por la revolución destructiva.

b. La reforma del ámbito académico tradicional con la ideología comunista

El marxismo-leninismo es la ideología que sirve de guía para todas las asignaturas en los países comunistas, mientras que en Occidente, la libertad académica es un foco principal. Aparte de los ubicuos estándares morales y normas académicas, no debería haber parcialidad a favor de ninguna tendencia intelectual en particular. Pero desde los años 1930, el socialismo, el comunismo, el marxismo y las teorías de la Escuela de Frankfurt han ingresado a las universidades estadounidenses a la fuerza, alterando severamente las humanidades y las ciencias sociales.

El discurso revolucionario invade las humanidades en Estados Unidos

El autor Bruce Bawer le preguntó una vez a Alan Charles Kors, un historiador de la Universidad de Pensilvania, cuáles eran los tres libros que según él tenían la mayor influencia en las humanidades en Estados Unidos. Inmediatamente, Kord nombró Cuadernos de la cárcel de Gramsci, La pedagogía del oprimido de Paulo Freire y Los condenados de la Tierra de Frantz Fanon. [70]

Gramsci, el marxista italiano, no necesita ser presentado dado que su obra ha sido descrita en capítulos anteriores. Freire, un teórico de la educación brasileño, adoraba a Lenin, a Mao, a Castro y al Che Guevara. Su Pedagogía del oprimido, publicada en 1968, se convirtió en lectura obligatoria en muchas instituciones académicas de Estados Unidos.

La pedagogía del oprimido de Freire no se ocupa de ningún problema educativo específico, sino que es “un tratado político utópico que llama a derrocar la hegemonía capitalista y a crear sociedades sin clases”, según lo describe Stern del City Journal [71]. La obra de Freire no hace más que repetir la perspectiva marxista de que solo hay dos tipos de personas en el mundo: el opresor y el oprimido. El oprimido debería, entonces, rechazar su educación, despertarse a sus circunstancias miserables y ser incitado a la rebelión.

Fanon nació en la Isla Martinica del Caribe y se unió a la guerra de Algeria contra el régimen colonial francés. Su obra, Los condenados de la Tierra, fue publicada en 1961, con un prefacio escrito por el existencialista y comunista francés Jean-Paul Sartre, que resumió así la teoría de Fanon: los colonizadores occidentales son la encarnación del mal, mientras que los no occidentales son inherentemente nobles en virtud de haber sido colonizados y explotados.

Fanon convocó a la gente en las colonias a sublevarse violentamente contra la clase colonial gobernante. Dijo: «Al nivel de los individuos, la violencia es una fuerza limpiadora. Libera al nativo de su complejo de inferioridad y de su desesperación e inacción: lo vuelve intrépido y restaura su respeto por sí mismo”. [72]

Adoptando las ideas de Fanon, Sartre escribió en el prefacio: “Porque en los primeros días de la revuelta debes matar: disparar a un europeo es matar dos pájaros de un tiro, destruir un opresor y un oprimido al mismo tiempo: allí yace un hombre muerto y un hombre libre; el sobreviviente, por primera vez, siente el suelo nacional bajo sus pies”. [73]

Las ideas de Gramsci, Freire y Fanon son relatos engañosos que persuaden a la gente a considerar la historia y la sociedad desde la óptica de la lucha de clases. Una vez que la chispa del odio de clases ingresa en sus corazones, los estudiantes aprenden a resentir y oponerse a la estructura y al funcionamiento normales de la sociedad, cuya inevitable solución es la rebelión y la revolución.

Qué teórico o escuela de pensamiento en particular ha tenido mayor influencia en las humanidades y en las ciencias sociales en las universidades estadounidenses es un tema de debate. No obstante, lo que es claro es que el marxismo, la Escuela de Frankfurt, la teoría freudiana y el posmodernismo (que trabajó junto al comunismo para destruir la cultura y la moral) han llegado a dominar este ámbito.

La teoría comunista impregna el ámbito académico

Desde los años 60, la disciplina de investigación literaria en Estados Unidos ha experimentado un cambio fundamental de paradigma en sus varias subdisciplinas. Tradicionalmente, los críticos literarios apreciaban los valores estéticos y morales de las obras clásicas, y consideraban a la literatura como un importante recurso para ampliar los horizontes de los lectores, desarrollar su carácter moral y cultivar su gusto intelectual. En principio, la teoría literaria académica es secundaria a la literatura misma, y sirve para ayudar a su comprensión e interpretación.

Junto a las tendencias populares en filosofía, psicología y cultura, durante el auge del movimiento contracultura de los años 60 emergieron nuevas teorías literarias en la comunidad académica. La relación entre teoría y literatura quedó invertida, dado que las obras literarias se vieron reducidas a material para validar los métodos modernos de interpretación. [74]

¿Cuál es la esencia de estas teorías? Juntas, hacen un embrollo de las disciplinas académicas tradicionales, como la filosofía, la psicología, la sociología y el psicoanálisis, en su sesgada descripción de la sociedad y la cultura. El teórico literario Jonathan Culler lo describió así: “La teoría suele ser una crítica pendenciera a las nociones del sentido común, y aún más, un intento de mostrar que lo que damos por sentado como ‘sentido común’ es de hecho una construcción histórica, una teoría particular que nos llegó a parecer tan natural que ni siquiera la consideramos una teoría”. [75]

En otras palabras, las teorías académicas modernas menosprecian, invierten y destruyen el entendimiento de lo correcto y lo incorrecto, el bien y el mal, la belleza y la fealdad –que provienen de la familia tradicional, la fe religiosa y la ética– y lo reemplazan con un sistema siniestro desprovisto de valores positivos.

Si uno desprende su envoltorio académico laberíntico, estas supuestas teorías no son más que una mezcolanza de marxismo clásico, neomarxismo, la Escuela de Frankfurt, psicoanálisis, deconstruccionismo, posestructuralismo y posmodernismo. Juntos forman un eje que apunta a destruir los cimientos de la civilización humana y sirve de camuflaje para que el comunismo se escabulla en el ámbito académico occidental. Desde los años 60, el comunismo hizo rápidos avances en áreas como la literatura, la historia y la filosofía, estableciendo su dominación en las humanidades y las ciencias sociales.

La “teoría”, como ya se ha discutido, es más o menos lo mismo que la “teoría crítica”. Sus transformaciones incluyen los recientemente surgidos estudios críticos del derecho, la raza, el género, la sociedad, la ciencia, la medicina, y demás. Su omnipresencia es el resultado de la expansión exitosa del comunismo en los ámbitos académicos y educativos, donde utiliza pensamientos desviados para corromper a los jóvenes y guía el camino hacia la destrucción final de la humanidad.

La politización de la investigación literaria

Desde la perspectiva de un crítico literario marxista, la importancia de un texto literario no yace en su valor intrínseco, sino en cómo refleja la ideología de la clase gobernante o su postura sobre temas que la izquierda enfatiza, como el género o la raza. Desde esta perspectiva, se dice que los clásicos de la literatura no tienen ningún valor intrínseco. Un prominente teórico literario marxista declaró abiertamente que la interpretación política de la literatura constituye “el horizonte absoluto de toda lectura y toda interpretación” [76]. Es decir que todas las obras literarias deberían ser consideradas alegorías políticas, y solo cuando se desvelan los significados profundos de clase, raza, género u opresión sexual se puede considerar que uno tiene un entendimiento profundo o calificado.

La gente de países comunistas están familiarizados con este tipo de crítica literaria dogmática. El líder comunista chino Mao Zedong evaluó Sueño en el pabellón rojo, uno de los cuatro grandes clásicos de la literatura china, como “cuatro familias, una feroz lucha de clases y unas docenas de vidas humanas”.

En países comunistas, el discurso literario no siempre está confinado a los debates civilizados y sofisticados entre una élite de académicos. A veces puede mutar en un impulso para la lucha sangrienta. Lo que desencadenó la década de brutalidad que fue la Revolución Cultural en los años 60 y 70 en China fue la crítica oficial a una obra literaria.

En 1959, en respuesta a la convocatoria de Mao Zedong a aprender de Hai Rui, el honesto y recto funcionario de la Dinastía Ming, un alto funcionario de propaganda le aconsejó al historiador Wu Han que estudiara al personaje histórico y escribiera sobre él. En 1961, Wu terminó de escribir la obra de teatro Hai Rui despedido del cargo, que describía la vida del funcionario, que se atrevió a criticar al emperador y fue encarcelado por ello. Varios años después, el 10 de noviembre de 1965, Noticias de Wenhui de Shanghai publicó una crítica de la obra. La crítica había sido planeada por la esposa de Mao, Jiang Qing, y el teórico radical Zhang Chunqiao. El artículo decía que la obra hacía referencia a Peng Dehuai, un general del Ejército Popular de Liberación que fue purgado por oponerse a las “Tres banderas rojas” del Partido Comunista –la Línea General para la Construcción Socialista, el Gran Salto Adelante y las Comunas Populares. En los años 50, estas políticas provocaron la Gran Hambruna, en la que murieron de hambre decenas de millones de personas y que a principios de los 60 debilitaron la posición de Mao dentro del régimen. Así, cuando Mao y sus partidarios estaban buscando una manera de restaurar su prestigio, la crítica a Hai Rui despedido del cargo se convirtió en el detonador para las decisiones políticas que llevaron a la Revolución Cultural.

El crudo método de los comunistas chinos para interpretar a todas las obras literarias en términos de lucha de clases se puede contrastar con la crítica literaria mucho más sutil que apareció en las universidades occidentales en las últimas décadas.

La crítica literaria neomarxista de Occidente es como un virus que se fortalece y se vuelve más mortífero al mutar continuamente. Se adapta a otras teorías para convertirse en su arma y así arrastra a las grandes obras de la cultura humana –desde los clásicos de Grecia y Roma a Dante, Shakespeare y las novelas victorianas– a un quirófano literario donde son descuartizadas y reconfiguradas.

Aunque este tipo de crítica utiliza una jerga arcana para parecer sofisticada, los argumentos principales generalmente se reducen a acusaciones de prejuicios contra clases marginadas, mujeres y minorías étnicas.

Los críticos modernos catalogan a estas obras como parte de la superestructura de la clase gobernante, y afirman que tienen el efecto de atontar a las masas para que sean oprimidas e impedirles que logren la conciencia de clase revolucionaria. Como dijo el filósofo inglés Sir Roger Scruton: “Los métodos de la nueva teoría literaria son realmente armas de subversión: un intento por destruir la educación humana desde adentro, por romper la cadena de simpatía que nos une a nuestra cultura”. [77]

La teoría marxista de la ideología

La “ideología” es un concepto central de las humanidades influenciadas por el marxismo. Marx veía a la moral, la religión y la metafísica colectivamente como ideología. Él creía que la ideología dominante en una sociedad de clases era la ideología de la clase gobernante y que sus valores no reflejaban la realidad, sino a la inversa. [78]

El neomarxismo del siglo XX ha hecho de la destrucción de la cultura un paso necesario de la revolución y hace una extensa referencia a la ideología en su literatura. Lukács definía la ideología como la “falsa conciencia”, en oposición a la “conciencia de clase” real. El marxista francés Louis Althusser propuso el concepto de “aparatos ideológicos del Estado”, que incluyen la religión, la educación, la familia, las leyes, la política, los sindicatos, la comunicación, la cultura, etc, que podrían trabajar en conjunto con un aparato estatal brutal.

Hay una astuta falacia dentro del concepto marxista de ideología. Cada sociedad o sistema tiene sus defectos, los cuales deben ser tratados y corregidos. Sin embargo, Althusser y otros marxistas no se molestan en tratar problemas específicos. En cambio, rechazan el sistema completo sobre la base de que es una estructura establecida y mantenida por la clase gobernante para salvaguardar sus intereses.

Enturbiar las aguas es un aspecto importante de la obsesión marxista sobre la ideología, y se puede observar en la complicada crítica ideológica de Althusser. En lugar de examinar los méritos fácticos de un argumento, el método ideológico se basa en acusar a los oponentes de tener motivos ulteriores o de tener el trasfondo equivocado. Así como nadie quiere beber agua de un pozo envenenado, difundir rumores sobre una persona o aplicar otras formas que afectan su reputación hace que su opinión sea inaceptable para el público, sin importar lo razonable o lógica que pueda ser. El concepto de “aparatos ideológicos del Estado” de Althusser refleja el desprecio extremo del comunismo hacia la sociedad humana –nada es aceptable, excepto el rechazo y la destrucción completa. Es una manifestación del objetivo del comunismo de erradicar la cultura humana.

El concepto marxista de ideología se basa en proposiciones abstractas, generalizadas y falsas que apuntan a purgar los valores morales tradicionales. Al expresar una aparente indignación moral, los marxistas enmascaran sus verdaderas intenciones y así han logrado engañar e influenciar a una gran cantidad de personas.

Marxismo posmoderno

Siguiendo los pasos de la década de 1960, un grupo de filósofos franceses crearon lo que pronto se convirtió en el arma ideológica más poderosa del marxismo y el comunismo en la comunidad académica estadounidense: la deconstrucción. Estos filósofos incluían a Jacques Derrida y Michel Foucault. En 2007, Foucault fue el autor más citado en humanidades, con 2521 citas. Derrida fue el tercero, con 1874 citas [79]. Hay conexiones profundas entre el posmodernismo y el marxismo, por eso consideramos adecuado referirnos a ello como marxismo posmoderno. [80]

El hecho de que el lenguaje posee capas de significados ambiguos y multifacéticos, y el hecho de que un texto puede tener diferentes interpretaciones es algo de conocimiento común desde los tiempos de los antiguos griegos y de la China preimperial, por lo menos. Sin embargo, la teoría de la deconstrucción de Derrida, un engaño complejo que combina el ateísmo y el relativismo, exagera la ambigüedad del lenguaje para descomponer textos, incluso cuando el significado es claro y bien definido.

A diferencia de los ateos convencionales, Derrida expresó su perspectiva en el lenguaje de los filósofos. Como resultado, sus puntos de vista no solo son destructivos para la idea de Dios, sino también para los conceptos de racionalidad, autoridad y significado asociados a las creencias tradicionales, ya que los teóricos alineados a Derrida deconstruyen estos términos. Habiendo engañado a mucha gente con su fachada de profundidad intelectual, la teoría de la deconstrucción corrió desenfrenada por las humanidades y se ubicó como una de las herramientas más potentes del comunismo para destruir la fe, la tradición y la cultura.

La esencia de la teoría de Foucault gira en torno a la noción de que no hay una verdad, solo hay poder. Ya que el poder monopoliza el derecho a interpretar la verdad, todo lo que afirma ser verdad es hipócrita y algo en lo que no se puede confiar. En su libro Vigilar y castigar: Nacimiento de la prisión, Foucault, que se afilió al Partido Comunista Francés, plantea esta pregunta: “¿Es de sorprender que las prisiones parezcan fábricas, escuelas, barracas y hospitales, todos los cuales parecen prisiones?” [81]. Al equiparar instituciones indispensables para la sociedad con prisiones y convocar a la gente a derrocar dichas “prisiones”, Foucault pone de manifiesto la naturaleza antisocial de su teoría.

Equipados con las armas de la deconstrucción, la teoría de Foucault y otras teorías críticas, hay académicos que relativizan todo y así estigmatizan la moral y la tradición. Se regodean en axiomas como “toda interpretación es malinterpretación”, “no hay verdad, solo interpretaciones” o “no hay hechos, solo interpretaciones”. Han relativizado la comprensión de conceptos básicos como verdad, bondad, belleza, justicia, entre otros, y luego los han descartado como si fueran basura.

Los jóvenes que estudian humanidades no se atreven a cuestionar la autoridad de sus instructores. Mantener la lucidez bajo el constante bombardeo ideológico que le sigue después es aún más difícil. Una vez orientados al estudio de la teoría marxista posmoderna, es difícil que cambien su forma de pensar. Esta es una de las principales formas que la ideología comunista ha utilizado para poder correr desenfrenada en las humanidades y las ciencias sociales.

c. Uso de nuevos campos académicos para la infiltración ideológica

En una sociedad normal, los estudios sobre la mujer, las investigaciones sobre minorías raciales o el estudio de culturas extranjeras reflejan la prosperidad y diversidad de la comunidad académica. Pero luego del movimiento contracultura de los 60, algunos radicales aprovecharon estas nuevas disciplinas para difundir sus ideas izquierdistas en las universidades e institutos de investigación. En las últimas décadas, disciplinas académicas como estudios feministas, estudios queer y diversos departamentos dedicados a minorías no blancas han pululado por las universidades estadounidenses.

La premisa básica de los estudios sobre la mujer es que las diferencias entre los sexos no son el resultado de diferencias biológicas, sino que son construcciones sociales. El campo de los estudios sobre la mujer alega que las mujeres han sido suprimidas durante mucho tiempo por los hombres y el patriarcado, y por eso se propone desencadenar la conciencia social feminista y provocar el cambio social y la revolución.

Una profesora feminista de la Universidad de California–Santa Cruz creció en una famosa familia comunista. Ella mostraba orgullosa sus credenciales de comunista y activista lesbiana. Desde los 80, había estado enseñando feminismo y consideraba a su orientación sexual como una forma de despertar la conciencia política. Su inspiración para convertirse en profesora fue que un comunista le había dicho que esa era su misión. En una declaración pública, dijo que “enseñar se ha convertido en una forma de activismo político para mí” [82]. En uno de sus planes de estudio, escribió que la homosexualidad femenina es “la forma más alta de feminismo”. [83]

La Universidad de Missouri ha diseñado sus asignaturas para que sus estudiantes consideren los temas del feminismo, la literatura, el género y la paz desde la postura izquierdista. Por ejemplo, una asignatura llamada Género Proscrito considera a los géneros como “categorías artificiales producidas por una cultura en particular”, en vez de ser algo producido por la naturaleza. Se inculca un solo punto de vista en los estudiantes: el relato de la opresión basada en el género y la discriminación contra identidades de géneros múltiples. [84]

Tal como se trató en el Capítulo 5, el movimiento antiguerra en el mundo occidental luego de la Segunda Guerra Mundial estuvo fuertemente influenciado por comunistas. En las últimas décadas ha aparecido una nueva asignatura en las universidades estadounidenses: Estudios de la Paz. Los académicos David Horowitz y Jacob Laksin estudiaron más de 250 organizaciones con alguna conexión al nuevo campo académico. Ellos llegaron a la conclusión de que la naturaleza de estas organizaciones es política, no académica, y que su objetivo es reclutar a estudiantes para la Izquierda antiguerra. [85]

Citando el popular libro de texto Estudio de Paz y Conflictos, Horowitz y Laksin expusieron las motivaciones ideológicas de dicho campo académico. El libro utiliza argumentos marxistas para explicar los problemas de pobreza y hambre. El autor condena a los hacendados y a los productores agrícolas porque dice que cientos de millones de personas han muerto de hambre debido a su codicia. Aunque aparentemente el punto es contra la violencia, hay una forma de violencia a la que el autor no se opone, y de hecho, elogia: la violencia cometida durante la revolución del proletariado.

Un pasaje de Estudio de Paz y Conflictos dice: “Aunque Cuba esté lejos de ser un paraíso en la Tierra, y aún no se practican ampliamente ciertos derechos individuales y libertades civiles, el caso de Cuba indica que las revoluciones violentas a veces pueden tener como resultado una mejora general en las condiciones de vida de mucha gente”. El libro no menciona en ningún momento a la dictadura de Fidel Castro ni los catastróficos resultados de la Revolución Cubana.

Dado que fue escrito después de los atentados del 11 de septiembre, Estudio de Paz y Conflictos también aborda el terrorismo. Sorprendentemente, sus autores parecen tener tanta simpatía hacia los terroristas que el término “terrorista” está puesto entre comillas. Ellos defienden su postura de esta manera: “Poner ‘terrorista’ entre comillas puede ser chocante para algunos lectores que consideran evidente a tal designación. Sin embargo, lo hacemos no para minimizar el horror de tales actos sino para enfatizar el valor de evaluar a la indignación justificada reconociendo que, por lo general, el que es ‘terrorista’ para una persona es un ‘luchador por la libertad’ para otra”. [86]

El Movimiento de Derechos Civiles se destaca por su promoción pacífica de una mayor representación de los afroamericanos. Sin embargo, no todo el activismo se llevó a cabo de buena fe. En las universidades de Estados Unidos, el establecimiento de departamentos dedicados a los estudios afroamericanos fue en algunos casos el resultado de intimidación y chantaje político. A finales de los años 60, las huelgas de estudiantes y la intimidación en los campus de la Universidad Estatal de San Francisco, la Universidad de California-Santa Bárbara y la Universidad de Cornell condujeron al establecimiento de los primeros departamentos de estudios sobre la población negra. En Cornell, el profesorado cedió después de que más de cien estudiantes negros se presentaran exigiendo el establecimiento de un departamento de investigación sobre la población negra, formado únicamente por personas de raza negra. Algunos de los manifestantes blandían escopetas y agitaban paquetes de municiones. [87]

Shelby Steele, quien luego se convirtió en investigador senior en el Instituto Hoover de la Universidad de Stanford, manifestó su oposición a la discriminación positiva y al establecimiento de departamentos de investigación afroamericanos en las universidades. Decía que los líderes de las universidades sentían tanta “culpa blanca” que accederían a cualquier pedido de los representantes de las uniones de estudiantes negros [88]. 

El ámbito académico debería ser objetivo y evitar tener motivaciones políticas. Sin embargo, estos nuevos campos académicos han adoptado una postura ideológica: los profesores de los estudios sobre mujeres deben adoptar el feminismo, mientras que los profesores involucrados en el estudio de la raza negra deben creer que las dificultades políticas, económicas y culturales de los afroamericanos son el resultado de la discriminación por parte de los blancos. No existen para explorar la verdad, sino para promover un relato ideológico.

Estas nuevas asignaturas son un subproducto de la revolución cultural estadounidense. Luego de establecerse en las universidades, estos nuevos campos de estudio se han expandido, exigiendo un mayor presupuesto y reclutando a más estudiantes. Estos nuevos campos académicos, que ya están profundamente arraigados en las universidades, fueron creados por personas bajo la influencia de la ideología comunista. Su objetivo es fomentar y expandir los conflictos entre diferentes grupos e incitar el odio, en su preparación para la revolución violenta. Tienen poca relación con las personas (ya sean afroamericanos, mujeres u otros) que dicen representar.

d. La promoción del radicalismo de izquierda

En su libro Salón de clases de Partido único: Cómo profesores radicales en las mejores universidades de Estados Unidos adoctrinan a los estudiantes y socavan nuestra democracia, Horowitz y Laksin enumeran unas 150 asignaturas izquierdistas ofrecidas por 12 universidades. Estas asignaturas enmascaran su intenciones políticas con lenguaje culto, pero algunas ignoran incluso principios académicos básicos, lo que las hace parecerse mucho a los cursos políticos obligatorios de los países comunistas.

Por ejemplo, el Departamento de Estudios Comunitarios de la Universidad de California–Santa Cruz ofrecía un seminario cuya descripción decía: “El objetivo de este seminario es aprender a organizar una revolución. Aprenderemos qué han hecho y qué están haciendo comunidades del pasado y del presente para resistir, desafiar y vencer a sistemas de poder, que incluyen (pero no se limitan a) el capitalismo mundial, la opresión del Estado y el racismo”. [89]

Bill Ayers, que tuvo el cargo de profesor distinguido de la Universidad de Illinois-Chicago, es un radical de los 60 que cofundó Weather Underground, originalmente llamada Weatherman (“hombre del clima”), la cual era una facción de Estudiantes por una Sociedad Democrática (SDS). En 1969, cuando SDS colapsó, Weather Underground tomó su lugar y se dedicó a organizar a estudiantes radicales, los cuales participaban en actividades terroristas diseñadas para enardecer los conflictos raciales. Weather Underground, que luego fue designada como organización terrorista doméstica, colocó bombas en el Capitolio, la sede central de la Policía de la Ciudad de Nueva York, el Pentágono y en oficinas de la Guardia Nacional. Una famosa cita de Ayers dice: “Mata a todos los ricos. Destruye sus automóviles y apartamentos. Lleva la revolución a tu casa, mata a tus padres, allí es donde realmente está”. Las publicaciones académicas de Ayers son consistentes con su currículum. 

Una red de progresistas de izquierda logró evitar que el FBI arrestara a Ayers. Este resurgió en 1980 y se convirtió en profesor para la Universidad de Illinois-Chicago, donde investigó la educación de la primera infancia. Sus opiniones políticas se mantienen igual y no ha mostrado arrepentimiento por sus ataques terroristas. Ayers convirtió en profesor asociado, luego en profesor, hasta finalmente llegar a su actual cargo como profesor distinguido. También recibió el título de académico senior de la Universidad, el honor más alto de la institución. [90]

Cada título recibido por Ayers fue el resultado de una decisión conjunta de sus colegas en el departamento. Esto en sí mismo refleja el reconocimiento tácito y el apoyo a su pasado terrorista por parte de la universidad.

e. Negación de las grandes tradiciones de Estados Unidos

Un grupo de estudiantes involucrados en política en la Universidad Tecnológica de Texas realizó una encuesta en el campus en 2014 en la que hacían tres preguntas: ¿Quién ganó la Guerra Civil?, ¿Quién es nuestro vicepresidente? y ¿De quiénes nos independizamos?. Muchos estudiantes no tenían la menor idea sobre las respuestas. Aunque ignoraban estos hechos básicos sobre la política e historia de su propio país, los estudiantes mostraron ser muy conocedores de los detalles de las celebridades y sus romances. [91]

En 2008, el Instituto de Estudios Interuniversitarios hizo una encuesta al azar entre 2508 estadounidenses y encontró que solo la mitad de ellos podía nombrar a los tres poderes del gobierno [92]. Al responder treinta y tres preguntas sobre conocimiento cívico, el 71% de los encuestados recibió una calificación promedio del 49%, o sea, desaprobaron. [93]

Aprender la historia de Estados Unidos no se trata solamente del proceso de entender cómo se estableció la nación, sino también un proceso de entender sobre qué tipo de valores se construyó la nación y qué implica preservar dichas tradiciones. Solo entonces el pueblo atesora lo que tiene, protege el legado nacional y lo transmite a la generación siguiente. Olvidar la historia es lo mismo que destruir la tradición. Cuando la gente no conoce sus deberes cívicos, eso hace posible que se forme un gobierno totalitario.

Uno no puede evitar preguntarse qué pasó con la educación cívica y de historia en Estados Unidos. Las respuestas yacen en los libros de texto que usan los estudiantes y sus maestros. El marxista Howard Zinn es el autor de un popular libro de historia titulado La otra historia de los Estados Unidos. El libro se basa en la premisa de que todas las acciones heroicas y episodios inspiradores de la historia estadounidense son mentiras descaradas, y que la verdadera historia de EE. UU. es un oscuro viaje de supresión, privación y genocidio.

Un profesor de economía de una universidad de Boston dijo que los terroristas enemigos de Estados Unidos son los verdaderos luchadores de la libertad contra el mal, es decir, Estados Unidos. En un artículo publicado en 2004, igualó a los terroristas que realizaron los ataques del 11 de septiembre con los rebeldes estadounidenses que, en 1775, hicieron los primeros disparos en Lexington y comenzaron la Guerra de la Independencia. [94]

f. Oposición a los clásicos de la civilización occidental

En 1988, estudiantes y profesores radicales de la Universidad de Stanford protestaron por una asignatura llamada Civilización Occidental. Cantaban: “¡Fuera la civilización occidental!”. Stanford cedió ante las exigencias de los manifestantes y reemplazó Civilización Occidental con una asignatura llamada Culturas, Ideas, Valores (CIV), con obvias características multiculturales. Aunque la nueva clase no quitó algunos de los clásicos culturales como Homero, Platón, San Agustín, Dante Alighieri o Shakespeare, sí requería que cada semestre se incluyeran obras de varias mujeres, grupos minoritarios y otros grupos considerados oprimidos.

El entonces secretario de Educación de EE. UU., William Bennett, condenó el cambio como «una rendición desafortunada a una campaña de presión política e intimidación». A pesar de las críticas, muchas universidades importantes hicieron lo mismo, e institutos de menor categoría siguieron los pasos para no quedarse atrás. En pocos años, la educación de las humanidades en las universidades estadounidenses experimentó una gran transformación.

La campaña ‘políticamente correcta’ de expulsar a los clásicos de la universidades estadounidenses provocó varios resultados perjudiciales, algunos de los cuales son:

1. Escritura de baja calidad con contenido superficial que contiene discursos revolucionarios o que posa como «literatura de víctima» reemplaza a las obras clásicas y su profundidad eterna.

2. Ubicar a estas obras mediocres al mismo nivel que los clásicos trivializa y relativiza a los clásicos.

3. El hilo conductor detrás de los clásicos ahora es interpretado mediante la teoría crítica, los estudios culturales, la política de identidad y la corrección política. Por ejemplo, los académicos investigan con entusiasmo el «racismo y el machismo ocultos» en las obras de Shakespeare, distorsionando e insultando a las obras clásicas.

4. Los estudiantes a los que se les inculcó este tipo de actitud mental consideran que los personajes nobles, los grandes logros y las lecciones morales representadas en los clásicos son difíciles de creer y, en cambio, desarrollan el instinto de verlos de manera negativa y cínica.

En la educación literaria tradicional, los temas principales expresados en los clásicos eran el amor universal, la justicia, la lealtad, la valentía, el espíritu de sacrificio y otros valores morales. La enseñanza de la historia gira en torno a grandes eventos concernientes al establecimiento y desarrollo de la nación y sus valores fundamentales.

Dado que casi todos los clásicos de la literatura occidental fueron escritos por hombres europeos blancos, los izquierdistas alzan las banderas del multiculturalismo y el feminismo para insistir con que la gente lea literatura escrita por mujeres, personas de color, y así. En cuanto a la enseñanza de la historia, la educación moderna prefiere describir el camino histórico de un país como un proceso completamente oscuro, lleno de esclavitud y explotación de mujeres y otros grupos minoritarios. El objetivo ya no es recordar el legado tradicional, sino instigar un sentimiento de culpa hacia los grupos designados como «oprimidos».

Las obras clásicas encarnan importantes experiencias y lecciones del pasado, y estudiarlas es esencial para que los estudiantes aprendan sobre su cultura. Cuando las escuelas se enfocan en obras políticamente correctas o modernas y le restan importancia a los clásicos, los estudiantes no tienen tanto contacto con la sabiduría de estos últimos, o los ven solo de manera superficial y crítica. Como resultado de este tipo de educación, generaciones enteras están apartadas de los orígenes de su civilización y de su sistema de creencias y valores.

g. Monopolización de libros de texto y las humanidades

El economista Paul Samuelson describió el poder de los libros de texto al decir: “No me importa quién escriba las leyes de una nación –o redacte sus avanzados tratados– si es que puedo escribir sus libros de texto de economía” [95]. Los libros de texto que tienen una gran circulación y autoridad pueden ejercer una enorme influencia en los estudiantes. Quien escriba los libros de texto tiene el poder de moldear las impresionables mentes de los jóvenes.

Después de que académicos y profesores radicales obtuvieron puestos permanentes y reputación, lograron el control de las oficinas y comités de publicación de las universidades. Usaron su autoridad para cargar los materiales de enseñanza con su ideología e inculcársela a sus estudiantes a la fuerza. En algunos campos académicos, los libros de texto y los de lectura obligatoria elegidos por los profesores contienen más obras de marxismo que de cualquier otra escuela de pensamiento. El libro ya mencionado La otra historia de Estados Unidos es lectura obligatoria para muchas carreras de historia, economía, literatura y estudios de la mujer.

Una vez que los izquierdistas consiguen ser muchos, pueden usar el mecanismo de revisión por pares en la comunidad académica de EE. UU. a los fines de suprimir a los académicos con opiniones diferentes. Un ensayo que desafía la ideología de izquierda está condenado a ser rechazado por los izquierdistas y sus colegas.

Muchas publicaciones del ámbito de las humanidades son guiadas por la teoría crítica y están llenas de jerga técnica poco clara, pero el objetivo principal es rechazar a lo divino, rechazar la cultura tradicional e incitar revoluciones para subvertir el actual orden social, político y económico. Hay una categoría de beca que apunta a probar que toda moral y estándar tradicional, inclusive el proceso científico, es una construcción social cuyo propósito es salvaguardar el poder de la clase dominante mediante la imposición de sus normas a la sociedad entera.

En 1996, el profesor de física de la Universidad de Nueva York Alan Sokal publicó un ensayo en Social Text, el periódico de estudios culturales de la Universidad de Duke, titulado Transgrediendo los límites: hacia la hermenéutica transformadora de la gravedad cuántica. Con 109 notas al pie y referencias a 219 fuentes, el ensayo sostenía que la “gravedad cuántica” era una construcción de la sociedad y el lenguaje [96]. Poco después, Sokal publicó una declaración en otra revista, Lingua Franca, afirmando que aquel ensayo era una broma. [97]

Durante una entrevista con la Radio Pública Nacional, Sokal dijo que se había inspirado en el libro de 1994 Higher Superstition: The Academic Left and Its Quarrels With Science (Superstición más alta: La izquierda académica y sus peleas con la ciencia). Los autores del libro dijeron que algunas publicaciones de humanidades publican cualquier cosa, siempre que contenga “el pensamiento izquierdista apropiado” y citas de pensadores de izquierda conocidos. Sokal probó esto al llenar su ensayo con ideologías de izquierda, citas sin sentido y completas tonterías [98]. Luego escribió: “Los resultados de mi pequeño experimento demostraron, como mínimo, que algunos sectores modernos de la izquierda académica estadounidense se han vuelto intelectualmente perezosos. A los editores de Social Text les gustó mi artículo porque les gustó su conclusión: que ‘el contenido y la metodología de la ciencia posmoderna proveen un poderoso apoyo intelectual al proyecto político progresista’. Aparentemente no sintieron la necesidad de analizar la calidad de la evidencia, la contundencia de los argumentos, o incluso la relevancia de los argumentos para la supuesta conclusión” [99]. El enfoque satírico de Sokal resaltó la carencia de principios académicos o credibilidad en las áreas de teoría crítica y estudios culturales.

El grado al que el pensamiento comunista ha penetrado en las ciencias sociales se hace evidente al echar una mirada a los títulos de las publicaciones entregadas en las reuniones anuales de las grandes asociaciones académicas de Estados Unidos. La Asociación de Lenguaje Moderno es la más grande de tales sociedades, con veinticinco mil miembros que consisten en su mayoría de profesores y académicos en las áreas de investigación y educación de lenguaje moderno. Miles de ellos asisten a la conferencia anual de la asociación.

Una gran parte de los ensayos publicados en el sitio web de la asociación utilizan el marco ideológico del marxismo, la Escuela de Frankfurt, el deconstruccionismo, el posestructuralismo y otras teorías desviadas. Otros utilizan el feminismo, la investigación gay, la política de identidad y otras tendencias radicales. Organizaciones similares, entre ellas la Asociación Sociológica Americana, reflejan básicamente lo mismo, aunque a diversos grados.

Estados Unidos tiene una tradición de educación en humanidades, por lo que se requiere que todos los estudiantes cursen ciertas asignaturas de humanidades, más allá de la carrera que estén cursando. Hoy en día, son profesores de izquierda los que enseñan estas asignaturas obligatorias en las áreas de literatura, historia, filosofía y ciencias sociales. El académico estadounidense Thomas Sowell señaló que las asignaturas obligatorias dejan a los estudiantes sin otra alternativa que escuchar a estos profesores, los cuales generalmente utilizan sus aulas como oportunidades para difundir sus ideologías de izquierda, incluso usando las calificaciones como un incentivo para hacer que los estudiantes acepten sus puntos de vista. En la Universidad de Michigan, por ejemplo, los estudiantes de una materia de introducción a la biología deben mirar films sobre política. Los estudiantes que se atreven a desafiar los pareceres del profesor son castigados con calificaciones más bajas [100]. Las perspectivas marxistas de estos profesores de humanidades y ciencias sociales no solo corrompen a los estudiantes en sus campos académicos, sino que afectan a casi todo el cuerpo estudiantil.

Los estudiantes universitarios desean ser respetados como adultos, pero tanto su conocimiento como su experiencia práctica son limitados. En el ambiente relativamente cerrado de la universidad, pocos de ellos sospechan que sus respetados profesores se aprovechan de su inocencia y confianza para inocularles una serie de ideologías y valores perjudiciales. Los padres pagan costosas matrículas para que sus hijos dominen el conocimiento y las habilidades que utilizarán como base para encontrar su lugar en la sociedad. ¿Cómo podrían imaginar que a sus hijos en realidad les están robando sus valiosos años, y en cambio están siendo transformados en seguidores de ideologías radicales que les afectarán por el resto de sus vidas?

Generación tras generación de jóvenes ingresaron en este sistema de educación fuertemente infiltrado por ideologías comunistas. Estudian libros de texto escritos por izquierdistas e internalizan sus teorías desviadas, apresurando el declive de la cultura, la moral y la humanidad.

h. ‘Reeducación’ universitaria: Lavado de cerebro y corrupción moral

Con el crecimiento de la ideología marxista en las universidades, la política del campus a partir de los 80 se ha enfocado cada vez más en evitar los comentarios “ofensivos”, especialmente en lo que respecta a ofender a mujeres y minorías étnicas. Según el académico estadounidense Donald Alexander Downs, entre 1987 y 1992, unas trescientas universidades de EE. UU. implementaron políticas para la regulación de la libertad de expresión, creando un sistema paralegal que prohíbe el lenguaje considerado ofensivo respecto a grupos o temas sensibles. [101]

Quienes apoyan tales prohibiciones pueden tener buenas intenciones, pero sus acciones tienen un resultado ridículo, a medida que cada vez más cantidad de personas exigen por cualquier razón el derecho a no sentirse ofendidas. De hecho, según la ley, ese derecho no existe, pero la prominencia del marxismo cultural permite que cualquiera alegue una asociación con grupos oprimidos, citando razones como cultura, ancestros, color de piel, género, orientación sexual, etc. Las autoridades de las universidades han otorgado constantemente un tratamiento privilegiado a quienes dicen ser víctimas.

Según la lógica marxista, los oprimidos están moralmente en lo correcto en toda circunstancia, y muchas personas no se atreven a cuestionar la autenticidad de lo que ellos dicen. Esta lógica absurda se basa en tergiversar el criterio para juzgar qué es moral. A medida que se intensifican las identidades y sentimientos de grupo (en el leninismo y estalinismo esto se llama tener un alto nivel de conciencia de clase), la gente abandona inconscientemente los estándares tradicionales del bien y el mal, y los reemplaza con el ‘pensamiento de grupo’. Esto se manifiesta más claramente en los Estados comunistas totalitarios, donde el proletariado “oprimido” obtuvo así la justificación para asesinar a los terratenientes y capitalistas “opresores”.

La tendencia de denunciar arbitrariamente lenguaje ofensivo o discriminatorio comenzó con académicos del marxismo cultural que inventaron una serie de conceptos nuevos para expandir la definición de discriminación. Entre ellos están las ideas de “microagresiones”, “advertencias de disparadores”, “espacios seguros”, etc. Los directivos de las universidades crearon las correspondientes políticas y asignaturas obligatorias, como por ejemplo, capacitación en sensibilidad y capacitación en diversidad.

La microagresión se refiere a una ofensa implícita no verbal con la que uno se topa en la vida diaria, y los supuestos agresores quizás no se dan cuenta en lo absoluto de sus consecuencias. Este tipo de ofensa involuntaria o ignorancia es catalogada de “insensible” (el leninismo y el estalinismo lo considerarían una baja conciencia de clase). La capacitación en sensibilidad se ha convertido en un aspecto importante para aclimatar a los nuevos estudiantes universitarios. Se les dice a los estudiantes qué cosas no se pueden decir y qué tipo de vestimenta no se puede usar, de lo contrario estarían cometiendo una microagresión y violando las regulaciones de la universidad.

En algunas universidades, no se puede decir la frase “Bienvenidos a Estados Unidos” porque podría constituir una discriminación y es considerada una microagresión: podría ofender a grupos étnicos que históricamente han sufrido un trato injusto en Estados Unidos, como los nativos americanos, africanos, japoneses y chinos. 

En la larga lista de declaraciones consideradas microagresiones por la Universidad de California están las siguientes: «Estados Unidos es un crisol» (discriminación racial), “Estados Unidos es una tierra llena de oportunidades” y “Hombres y mujeres tienen la misma oportunidad para el éxito” (negar la desigualdad de género o de etnias) [102]. Las microagresiones son causales de sanciones administrativas, y promueven el establecimiento de “espacios seguros”.

En un incidente de supuesta microagresión en el campus de Indianápolis de la Universidad de Indiana-Purdue, la oficina de acción afirmativa del campus le dijo a un estudiante blanco que trabajaba como conserje de la facultad que había violado la ordenanza de acoso racial por leer un libro titulado Notre Dame vs. El Klan: Cómo los irlandeses en lucha derrotaron al Ku Kux Klan en la sala de descanso del campusDos de sus compañeros de estudio se habían sentido ofendidos porque la portada del libro mostraba la foto de una reunión de KKK, y presentaron una denuncia de que su decisión de leer el libro en la sala de descanso constituía acoso racial. Tras la presión de grupos como la Fundación para los Derechos Individuales en la Educación, la universidad determinó que el estudiante era inocente y eliminó todo registro del incidente de su expediente. [103]

La naturaleza de la capacitación en sensibilidad y de la capacitación en diversidad es comparable con los programas de reeducación de la ex Unión Soviética y de China. El propósito de la reeducación es reforzar los conceptos de clase: los “burgueses” y la “clase terrateniente” deben reconocer su pecado original como miembros de la clase opresora, y los grupos supuestamente oprimidos deben entender la cultura “burguesa” de manera “correcta”. Se los presiona para que se quiten su “opresión internalizada” de manera que puedan reconocer sus condiciones opresivas. Esto es similar a cómo la educación feminista enseña a las mujeres a considerar la feminidad tradicional como una construcción del patriarcado.

Siguiendo el análisis marxista de clases, lo personal es político; se considera incorrecto entender un problema desde el punto de vista del opresor designado. Por lo tanto, para reformar la cosmovisión y asegurarse de que se siga completamente el programa marxista, todas las palabras y acciones que niegan la opresión de clase o la lucha de clases son severamente castigadas. La capacitación en sensibilidad se lleva a cabo para revelar completamente la “injusticia social” y así reorientar a la gente hacia el punto de vista de los grupos “oprimidos”.

Por ejemplo, en 2013, Northwestern University requirió que todos los estudiantes realizaran un curso sobre diversidad antes de graduarse. Según las instrucciones de la institución, después de completar el curso, los estudiantes podrían “expandir su capacidad de pensar críticamente” (aprendiendo a clasificar la «clase» en el sentido marxista), “reconocer su posición en sistemas de desigualdad” (reconociendo su «componente de clase») y “autorreflexionar sobre poder y privilegio” (colocándose en el lugar de la clase «oprimida»). [104]

La Universidad de Delaware comenzó a implementar un currículo obligatorio de reeducación ideológica en 2007 para siete mil estudiantes. Descrito como un «tratamiento» para actitudes y creencias incorrectas, su objetivo declarado era hacer que los estudiantes aceptaran ciertas perspectivas definidas con respecto a temas de política, raza, género y ambientalismo. Los estudiantes que se desempeñaban como residentes encargados en la universidad tuvieron que realizar cuestionarios individuales a los estudiantes, y hacerles preguntas sobre con qué razas y géneros tendrían citas y cuándo descubrieron su «identidad sexual». Cuando una estudiante respondió a esta última pregunta diciendo que no era de la incumbencia del residente, este la denunció ante los directivos de la universidad [105]. El programa fue disuelto ante las constantes críticas.

Este adoctrinamiento político en masa no solo mezcla los estándares para discernir los valores morales, sino que también refuerza mucho el egoísmo y el individualismo. Los estudiantes aprenden que pueden utilizar los sentimientos altamente politizados de un grupo (política de la identidad) para satisfacer sus propios deseos individuales. Con solo declararse perteneciente a cierto grupo que supuestamente es oprimido, uno puede acusar y amenazar a otros, o usar dicha identidad para su beneficio personal. 

Si uno se ofende o no, es un sentimiento subjetivo, pero hoy en día, incluso los sentimientos pasan como evidencia objetiva. Ha llegado al punto en que los profesores universitarios deben dar muchas vueltas para dar clases. Recientemente, estudiantes de muchas universidades comenzaron a exigir que antes de enseñar cierto contenido, los profesores primero tengan que emitir “un aviso de advertencia”, ya que algunos temas de discusión o materiales de lectura podrían causar reacciones emocionales negativas. En los últimos años, incluso obras como El mercader de Venecia de Shakespeare y Las metamorfosis del poeta romano Ovidio acabaron en la lista de literatura que requieren avisos de advertencia. Algunas universidades incluso recomiendan evitar lo más posible las obras que se considera podrían provocar ciertas emociones en los estudiantes. [106]

Muchos estudiantes que crecen en este tipo de ambiente tienen egos susceptibles y tratan de evitar sentirse ofendidos al máximo. La identidad de grupo que se promueve en las universidades es otra versión de la “conciencia de clase” que predica el comunismo, y deja a los estudiantes ignorantes ante el pensamiento independiente y la responsabilidad personal. Al igual que los estudiantes radicales de los 60 que ahora son sus profesores, estos estudiantes están en contra de la tradición. Se entregan a una promiscuidad sexual confundida, el abuso del alcohol y la drogadicción. Sin embargo, debajo de su desprecio por las convenciones del mundo yacen corazones y almas frágiles, incapaces de soportar el más mínimo golpe o contratiempo, y ni hablar de asumir una responsabilidad real.

La educación tradicional fomenta el autocontrol, el pensamiento independiente, el sentido de la responsabilidad y el respeto hacia los demás. El espectro del comunismo solo quiere que la próxima generación abandone completamente su comportamiento moral y se convierta en sus esbirros para dominar el mundo.

3. Cómo el comunismo destruyó la educación en China

A fin de cumplir cualquiera de sus objetivos, como corromper la educación en Occidente, el comunismo puede esperar cientos de años y trabajar gradualmente durante varias generaciones, de ser necesario.

En China, los comunistas aprovecharon la inestabilidad del país luego de largos periodos de guerra para hacerse del poder e imponer su programa ideológico sobre el pueblo. Pero aun antes de que el Partido Comunista Chino tomara el poder, académicos y activistas chinos de izquierda ya estaban atacando el profundo patrimonio cultural de China –comenzando con su sistema tradicional de educación.

A comienzos del siglo XX, cuando la pedagogía progresista de Dewey comenzó a corroer a Estados Unidos, sus seguidores chinos regresaron a China y se convirtieron en los pioneros de la educación china moderna. La Guerra del Opio contra los británicos había debilitado la determinación del pueblo chino, y los intelectuales estaban ansiosos por encontrar una manera de fortalecer la nación. Los comunistas se aprovecharon de estas condiciones para establecer el llamado Movimiento de la Nueva Cultura, el cual repudió las tradiciones de China y preparó un terreno fértil para el desarrollo del movimiento comunista.

Comenzando en 1915 y extendiéndose hasta la década siguiente, el Movimiento de la Nueva Cultura tiene tres representantes principales: Hu Shi, discípulo de Dewey; Chen Duxiu, cofundador del Partido Comunista Chino (PCCh); y Lu Xun, quien luego fue halagado por Mao como uno de los “comandantes en jefe de la revolución cultural de China”. Li Dazhao, otro de los fundadores del Partido Comunista Chino, también jugó un papel importante en el movimiento cultural del periodo posterior.

Los representantes del Movimiento de la Nueva Cultura atribuyeron la debilidad nacional de China durante los últimos cientos de años al pensamiento tradicional confuciano y promovían la abolición de esta «cultura vieja». A su vez, el movimiento consideraba a toda la cultura occidental como una «nueva cultura» superior. El Movimiento de la Nueva Cultura utilizaba las palabras «ciencia» y «democracia» como sus lemas principales para criticar a la «vieja» cultura china y sus creencias.

Al mismo tiempo que el Movimiento de la Nueva Cultura, en 1919 surgió el movimiento estudiantil del Cuatro de Mayo en Beijing. Provocado por una reacción patriota ante el imperialismo japonés, el movimiento quedó bajo el control de Li Dazhao y otros comunistas, que lo usaron para promover el Movimiento de la Nueva Cultura y amplificar el rechazo a la cosmovisión tradicional china. En 1921, Li, junto con Chen Duxiu y algunos otros, se reunieron en Shanghai y fundaron el PCCh.

El Movimiento de la Nueva Cultura y el Movimiento del Cuatro de Mayo fueron fundamentales para ayudar al PCCh a difundir sus ideas y organización por toda China. En un momento de crisis nacional, el Partido convenció a muchos de que la única esperanza de salvación para China era romper con la «cultura vieja» mediante los métodos más radicales. Estos primeros movimientos contra la cultura tradicional china y su civilización luego fueron una inspiración ideológica para la Revolución Cultural.

Uno de los mayores daños provocados por el Movimiento de la Nueva Cultura fue la campaña para promover la vernacularización del chino escrito. Promovido por Hu Shi, las escuelas primarias cambiaron su enseñanza del idioma chino para comenzar a usar el chino simplificado, cambiando significados y omitiendo muchas palabras. Como resultado, una generación después, la mayoría de los chinos apenas podían leer y entender el chino clásico. Esto significó que El libro de los cambios, Anales de Primavera y Otoño, Dao De Jing, El clásico interno del Emperador Amarillo (Huangdi Neijing) y otros libros tradicionales ya no eran accesibles para el estudiante promedio. En cambio, se los consideraba contenido esotérico para la investigación especializada de académicos. Los 5000 años de gloriosa civilización china quedaron convertidos en una mera decoración.

En el desarrollo de la cultura china, inspirada por lo divino, la escritura clásica quedó separada del lenguaje oral. En China, a lo largo de la historia, han habido muchas integraciones de diferentes grupos étnicos y el centro de gravedad cultural de la nación cambió de lugar varias veces, y por lo tanto, la lengua oral ha ido cambiando constantemente. Pero debido a la separación entre el lenguaje oral y el chino clásico utilizado en la escritura, el chino clásico se mantuvo mayormente sin cambios. Los estudiantes de la Dinastía Qing (1644-1911) aún podían leer y entender los clásicos de la Dinastía Song y Tang, e incluso los libros anteriores a la Dinastía Qin (221-206 a.C.). Esto permitió que la cultura y literatura tradicional de China se transmitieran sin alteraciones durante miles de años.

Sin embargo, el comunismo causó que el pueblo chino perdiera la conexión con sus raíces culturales mediante el lenguaje. Al mismo tiempo, al combinar el lenguaje escrito con el oral, fue más fácil meter palabras y frases desviadas, alejando aún más al pueblo chino de la tradición.

Las campañas de alfabetización y popularización de la cultura en la educación primaria que inició el Partido Comunista Chino antes y después de su establecimiento sometieron a su audiencia cautiva a un lavado de cerebro directo y explícito. Por ejemplo, las primeras frases que aprendían los alumnos en el primer año de la escuela primaria eran propaganda, como “larga vida al presidente Mao”, “la malvada sociedad vieja” y el “malvado imperialismo estadounidense”, frases que son un claro ejemplo del sistema de valores basado en el odio y la lucha de clases que exigía el Partido.

Comparado con las ideas desviadas que la pedagogía progresista mete en los libros para niños (como Heather tiene dos mamás), los movimientos del PCCh también son una potente forma de adoctrinamiento ideológico impuesto sobre los niños. Los niños chinos educados de esta manera se convierten en defensores fanáticos de la tiranía del PCCh cuando son mayores, denigrando y vapuleando a quienes se atreven a hablar de derechos humanos o valores universales. Por su lado, en el entorno progresista occidental, los niños pasan a convertirse en parte de las muchedumbres de estudiantes enojados que impiden que se den charlas sobre valores tradicionales y acusan a los oradores de discriminación.

Poco después de que el PCCh estableciera su régimen, comenzó con su campaña de reforma de pensamiento contra los intelectuales, con el foco en las universidades y escuelas secundarias. Sus objetivos principales eran reformar las perspectivas de los intelectuales sobre la vida, obligarlos a renunciar a los principios morales tradicionales y a abandonar la filosofía de primero mejorar uno mismo, y luego extenderlo a la familia, el Estado y el mundo. La campaña utilizó una perspectiva marxista basada en la lucha de clases para el mundo y la vida, desde la perspectiva de la clase «proletaria».

En particular, los profesores de la generación vieja tuvieron que autocriticarse, confesar sus errores y aceptar que sus colegas y estudiantes reportaran sobre ellos, los monitorearan y los criticaran. Incluso tuvieron que reconocer y eliminar los “pensamientos contrarrevolucionarios” en su subconsciente, los cuales eran considerados «agresiones contra la clase proletaria». Por supuesto, eso fue mucho más intenso que la «capacitación en sensibilidad» de hoy en día en Occidente. Algunos no pudieron soportar la humillación y el trauma y se suicidaron. [107]

Posteriormente, el PCCh comenzó a hacer cambios en las facultades y departamentos de las universidades. Disminuyó, fusionó o eliminó departamentos como filosofía, sociología y los relacionados a las humanidades, dejando muchas universidades que antes cubrían gran variedad de disciplinas, solo con facultades de ciencia e ingeniería de estilo soviético. Esto es porque el PCCh es incapaz de tolerar la amenaza a su régimen tirano que podrían plantear las perspectivas ideológicas independientes sobre temas políticos o sociales. Estas estaban asociadas con las facultades de humanidades, que en los días de la República de China gozaban de libertad académica.

El PCCh también hizo que el estudio de la política y filosofía marxistas fueran obligatorias para todos los estudiantes. Todo el proceso se completó en dos o tres años. En Occidente, al comunismo le tomó toda una generación poder establecer disciplinas nuevas con el objetivo de adoctrinar ideológicamente e inyectar el pensamiento marxista en las universidades. Aunque la velocidad fue muy diferente entre ambos casos, los resultados obtenidos son similares.

En 1958, el PCCh comenzó su revolución educativa, la cual tenía estas características:

Primero, se ponía énfasis en la educación como herramienta al servicio del proletariado. Bajo el liderazgo del Comité del Partido, se organizó a estudiantes para que preparasen el currículo y los materiales de enseñanza. En la Universidad de Peking, sesenta estudiantes del departamento de idioma chino escribieron un tratado de 700,000 caracteres titulado Historia de la literatura china en solo treinta días [108]. Este es un claro ejemplo de la creencia central de la pedagogía progresista, de que los métodos de enseñanza deben “centrarse en los estudiantes”, enfocarse en el “aprendizaje exploratorio” y en el “aprendizaje cooperativo” –es decir, los estudiantes son los que deciden qué aprender y cómo aprenderlo. El objetivo era claro: eliminar las “creencias supersticiosas” de las figuras de autoridad (esto era para inculcar una actitud de oponerse a la tradición), aumentar el egocentrismo de los estudiantes y sentar las bases para la rebelión durante la Revolución Cultural que se avecinaba.

Segundo, había que unir la educación con el trabajo productivo. Cada escuela tenía su propia fábrica, y durante el momento más intenso del Gran Salto Adelante, los maestros y estudiantes fundieron acero y labraron la tierra. Incluso la Universidad Renmin de China, que antes se enfocaba en disciplinas sociales, operó ciento ocho fábricas. Supuestamente, esto era para permitir que los estudiantes “aprendieran haciendo”.

En la Revolución Cultural que vino después, los estudiantes fueron movilizados para que destruyeran toda forma de patrimonio cultural asociado con la cultura tradicional, incluyendo tanto artefactos como creencias religiosas (ver el Capítulo 6). Esto nuevamente es similar al movimiento contracultura de Occidente.

Después de lanzar la Revolución Cultural, Mao Zedong sintió que los “intelectuales burgueses” no deberían dirigir escuelas. El 13 de junio de 1966, el PCCh emitió una notificación para reformar el ingreso a las universidades y comenzó una “campaña de acción correctiva”. Se abolieron los exámenes de ingreso y se matriculó a una gran cantidad de estudiantes “obrero-campesino-soldado”.

El film Ruptura con las viejas ideas de 1975, producido durante la Revolución Cultural, refleja el espíritu ideológico de esta campaña: “Un joven que se crió en una granja pobre no tiene la alfabetización suficiente, pero los callos de sus manos por trabajar duro en la granja lo califican para matricularse”. El director de una escuela dijo: “¿Puedes culparnos por su bajo nivel de alfabetización? ¡No! ¡Hay que saldar esta deuda con los nacionalistas, los terratenientes y la clase capitalista [, los opresores]!”

En Occidente, un profesor publicó un artículo de investigación que decía que los estándares para los exámenes de matemática provocaban discriminación racial (porque los estudiantes de ciertas minorías étnicas tienen calificaciones más bajas en matemática en comparación con los estudiantes blancos) [109]. Otro profesor publicó un estudio que decía que los estándares matemáticos basados en las calificaciones altas alcanzadas por estudiantes varones provocaba discriminación de género contra las mujeres cuando estas son sometidas a los mismos estándares [110]. Calificar a los estudiantes para el nivel universitario en base a los callos en sus manos o atribuir calificaciones más bajas a la discriminación racial o de género son métodos que el comunismo utiliza para bajar el nivel de los estudiantes y afectar su crecimiento intelectual.

Después de la Revolución Cultural, China retomó sus exámenes de ingreso a la universidad. A partir de entonces, prepararse para dicho examen pasó a ser el objetivo principal de la educación primaria y secundaria. Bajo este sistema educativo utilitarista, muchos estudiantes se convierten en máquinas que solo aprenden cómo aprobar exámenes, sin la capacidad de pensar de forma independiente ni de distinguir lo correcto de lo incorrecto. Al mismo tiempo, la filosofía, política y economía del marxismo siguen siendo temas de examen obligatorios.

Las mentes de los estudiantes que fueron separados de la tradición evalúan lo correcto y lo incorrecto y el bien y el mal según los estándares comunistas. Así fue que después del ataque terrorista del 11 de septiembre, muchos estudiantes chinos celebraron. Estudiantes de primaria declararon que cuando sean grandes quieren ser funcionarios corruptos. Estudiantes universitarias se prostituyen y alquilan sus vientres por dinero. 

4. Regreso a la educación tradicional

El sistema educativo carga sobre sus hombros el futuro del país, de la nación y de la civilización humana. Se trata de un esfuerzo a largo plazo, cuyo impacto alcanza siglos o incluso milenios.

Al observar los últimos cien años, el sistema educativo estadounidense ha sido quebrado por la infiltración y la influencia de la ideología comunista. Padres y maestros tienen las manos atadas y no es fácil para ellos ofrecer a los alumnos una buena educación. Las escuelas, que deberían cultivar los talentos de los alumnos, en cambio los consienten y los llevan por mal camino.

Gran parte de la sociedad está profundamente preocupada por la falta de moral de los estudiantes y su bajo desempeño, sus mentes frágiles y malos hábitos, así como las tendencias caóticas, antitradicionales y antisociales en las que están atrapados. 

Entre los cuarenta y cinco objetivos enumerados en el clásico de 1958 El comunismo al desnudo, hay nueve relacionados con la educación, incluyendo: “Controlar las escuelas. Usarlas como cintas de transmisión de socialismo y de la actual propaganda comunista. Ablandar el currículo. Controlar las asociaciones de maestros. Incluir la línea del partido en los libros de texto”. [111]

No solo se han alcanzado estos objetivos, sino que la situación ha empeorado. Debido a la fuerza política y económica de Estados Unidos, la cultura americana es objeto de admiración e imitación en países de todo el mundo. Muchos países usan a Estados Unidos como modelo para sus reformas educativas y son influenciados por sus conceptos pedagógicos, materiales de enseñanza, métodos de enseñanza y práctica de administración escolar. Por eso, hasta cierto grado, cambiar la educación de Estados Unidos equivale a cambiar la educación de todo el mundo.

Tanto durante la creación de la cultura humana como cuando la civilización se corrompe, aparecen santos o sabios iluminados. Estos sabios o santos asumen el rol de “maestros”. Por ejemplo Sócrates, fundador de la civilización griega antigua, era un educador. En los Evangelios, Jesús también se hacía llamar maestro. El Buda Sakya Muni tiene diez nombres, uno de los cuales es “el maestro del Cielo y el hombre”. Confucio era un educador y Lao Zi fue su maestro. Ellos enseñaron al hombre cómo ser un humano, cómo respetar lo divino, cómo comportarse con el prójimo y cómo mejorar la moral.

Estos sabios iluminados y santos son los grandes educadores de la humanidad. Sus palabras dieron forma a grandes civilizaciones y se convirtieron en clásicos fundamentales. Los valores que enseñan y la manera en que estos mejoran la moral permiten a cada individuo tener una buena salud y alcanzar la trascendencia espiritual. Las personas con mentes sanas son esenciales para que la sociedad sea sana. No es de extrañar que estos grandes maestros hayan llegado a una conclusión similar: el propósito de la educación es la cultivación de un buen carácter.

La educación clásica de Oriente y Occidente, la cual se ha practicado durante miles de años, hereda la cultura que lo divino otorgó a la gente y retiene esas valiosas experiencias y recursos. De acuerdo con el espíritu de la educación clásica, tanto el talento como la integridad son criterios importantes para juzgar el éxito de la educación. En el proceso de revivir la tradición de la educación humana, es necesario preservar, explorar y aprender del tesoro de la educación clásica.

La gente con valores morales altos es capaz de autocontrolarse. Esta es la norma social a la que aspiraban los Padres Fundadores de Estados Unidos. Quienes son moralmente nobles recibirán la bendición divina, y mediante diligencia y sabiduría, obtendrán abundancia material y satisfacción espiritual. Aún más importante, la gente con estándares morales altos permite que la sociedad prospere y perdure por generaciones. Estas son las enseñanzas de los seres iluminados y los santos, los grandes maestros de la humanidad.

A continuación: Capítulo 13.

Actualizado el 13 de julio de 2020.

Referencias

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