Las autoridades sanitarias chinas publicaron el 7 de diciembre nuevas directrices nacionales para relajar las estrictas medidas contra el COVID-19, tras las protestas que estallaron en todo el país a finales del mes pasado. Los residentes acogieron con satisfacción la noticia mientras las ciudades vuelven gradualmente a la normalidad.
La relajación de las medidas contra el COVID —como permitir que los infectados con síntomas leves o asintomáticos permanezcan en cuarentena en sus casas y suprimir las pruebas para quienes viajen dentro del país— supuso los cambios más significativos desde que Beijing aplicó por primera vez la draconiana política de cero COVID hace tres años. Las medidas han infligido sufrimiento a decenas de millones de personas, han hundido la economía china y han aislado a la nación del mundo.
Las 10 nuevas directrices publicadas por la Comisión Nacional de Salud (CNS, por sus siglas en inglés) surgieron después de que varias ciudades y regiones chinas relajaron las restricciones a distintos niveles tras las protestas callejeras más valientes que el país ha visto en décadas.
El anuncio del miércoles llegó rápidamente al primer puesto de los temas más vistos en Weibo, la plataforma similar a Twitter, y los residentes celebraron la perspectiva de volver a la normalidad tras los cierres esporádicos de los últimos tres años, que alteraron la vida cotidiana y causaron adversidades a muchos, como la privación del acceso a la atención médica e incluso la muerte por las duras condiciones de cuarentena.
«Por fin sucede. La vida ha sido tan dura en los últimos tres años», escribió un usuario de Weibo.
Las comunidades empresariales extranjeras también acogieron con satisfacción la medida y esperan que Beijing reabra aún más las fronteras chinas y elimine las restricciones de viaje.
Mi Feng, portavoz del NHC, dijo en rueda de prensa que cualquier cambio en las medidas relativas a los viajes sería «gradual».
Detalles de los cambios
El NHC relajó las normas relativas a la cuarentena, las restricciones de viaje, los cierres y las pruebas obligatorias. La escala y frecuencia de las pruebas masivas deben reducirse. Las autoridades declararon que las regiones administrativas no podían realizar pruebas por COVID-19 a gran escala.
Según las nuevas directrices, las autoridades ya no exigen a las personas que presenten resultados negativos o un código sanitario verde, excepto en lugares como residencias de ancianos y de asistencia social, instituciones médicas, guarderías y escuelas primarias y secundarias.
El código sanitario es un sistema de códigos QR por colores que permite a las autoridades rastrear a los contactos cercanos y controlar los movimientos de las personas. Utilizando macrodatos y tecnología móvil, el régimen asigna a los ciudadanos tres códigos en sus teléfonos móviles: un código sanitario, un código de vacunación y un código de itinerario.
Antes, un código verde era esencial para que decenas de millones de personas tomaran autobuses, entraran en centros de trabajo y supermercados o incluso utilizaran baños públicos. Perder un código verde significaba perder el acceso a casi todas partes.
Además, el NHC prohibió a los funcionarios locales designar zonas extensas, como complejos residenciales y comunidades enteras, como de alto riesgo.
Otras medidas incluyen aumentar la tasa de vacunación de los ancianos, exigir que las universidades permanezcan abiertas sin brotes y exigir la liberación a tiempo de los residentes en zonas de alto riesgo si no hay nuevos contagios durante cinco días consecutivos.
Las autoridades no relacionaron ninguno de los cambios con las protestas nacionales anteriores.
A finales del mes pasado, las protestas se extendieron por todo el país. Desde la capital, Beijing, hasta el remoto condado de Korla, se vio a manifestantes coreando consignas, oponiéndose a las estrictas restricciones del régimen en materia de COVID y exigiendo libertad. En Shanghái, los residentes dirigieron su ira contra el Partido Comunista Chino (PCCh) y su máximo dirigente, Xi Jinping, exigiendo su renuncia.
Al parecer, varios manifestantes fueron detenidos tras las protestas. Directivas filtradas sugirieron que el régimen implementó el nivel más alto de censura.
Los medios de comunicación estatales chinos han guardado silencio sobre estas manifestaciones sin precedentes.
El estallido de ira fue provocado por un incendio mortal la víspera del 24 de noviembre en Urumqi, la capital del extremo occidental de Xinjiang, donde algunas partes de la región han estado bajo confinamiento durante más de tres meses. Posteos en las redes sociales del país y residentes chinos culparon a las estrictas restricciones del COVID de al menos 10 muertes, afirmando que las restricciones obstaculizaban la huida del edificio de departamentos en llamas y retrasaban las labores de rescate, acusación que negaron las autoridades locales.
El anuncio emocionó a muchos que trabajan y estudian a miles de kilómetros de sus ciudades de origen. Entre los principales temas de tendencia en Weibo el miércoles figuraban residentes que preguntaban si podían volver a casa este Año Nuevo Lunar, que cae el 22 de enero de 2023.
En los últimos tres años, muchas ciudades chinas han instado a sus residentes a quedarse en casa durante la festividad de Año Nuevo, alegando la preocupación por posibles brotes de COVID-19 durante la temporada alta de viajes. Los residentes no tuvieron más remedio que cancelar sus planes de reunirse con sus familias.
Con información de Reuters.
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