Ésta es la segunda parte de «¿De dónde viene la conciencia?».
Esta serie se adentra en las investigaciones de médicos de renombre para explorar cuestiones profundas sobre la conciencia, la existencia y lo que puede existir más allá.
«Cuando me abrazó, pude sentir a mi hijo», relató la madre de Jerry. «Estaba allí».
Cuando Jerry tenía 16 meses, murió trágicamente ahogado. Su corazón fue trasplantado a Carter, un niño de 7 meses con una cardiopatía congénita. Años más tarde, cuando la madre de Jerry, doctora y autoproclamada «escéptica nata», conoció a Carter, le sorprendieron las similitudes con su hijo. «Carter tiene 6 [años]», observó, «pero hablaba el lenguaje de bebé de Jerry y jugaba con mi nariz igual que Jerry».
La madre de Carter también fue testigo de comportamientos extraordinarios en su hijo luego del trasplante de corazón. «Vi a Carter ir hacia ella», dijo refiriéndose a la madre de Jerry. «Él nunca hace eso. Es muy, muy tímido, pero fue hacia ella como solía correr hacia mi cuando era un bebé. Cuando susurró ‘Está bien, mamá’, me derrumbé. La llamó madre».
Aún más asombrosa fue la reacción de Carter ante el padre de Jerry. «Cuando fuimos juntos a la iglesia, Carter no conocía al padre de Jerry», explica. «Llegamos tarde y el padre de Jerry estaba sentado con un grupo de personas en medio de la congregación. Carter me soltó la mano y corrió hacia aquel hombre. Se subió a su regazo, le abrazó y le dijo ‘papá’. Nos quedamos atónitos. ¿Cómo podía conocerlo? ¿Por qué le llamó papá?».
El caso de Carter plantea una cuestión extraordinaria sobre la naturaleza de la conciencia: ¿Está confinada al cerebro? Un amplio acervo de investigaciones médicas sugiere lo contrario, indicando que la conciencia puede extenderse a otros órganos, como el corazón, e incluso trascender el cuerpo en estados liminales (de transición) especiales entre la vida y la muerte.
¿Un corazón nuevo, una persona nueva?
Paul Pearsall, neuropsicólogo clínico de la Universidad de Hawai, y Gary Schwartz y Linda Russek, de los departamentos de psicología y medicina de la Universidad de Arizona en Tucson, documentaron por primera vez los casos de Jerry y Carter.
La investigación de su estudio se basó en más de 74 casos de trasplante de órganos, incluidos 23 trasplantes de corazón, que llegaron a conocimiento de Pearsall a lo largo de 10 años. Descubrió que los receptores de órganos a veces adoptan rasgos de los donantes, como preferencias, emociones, características de personalidad, recuerdos e incluso aspectos de la identidad. El diseño del estudio de Pearsall fue minucioso e incorporó entrevistas con los receptores de los trasplantes, sus círculos sociales y contactos cercanos de los donantes.
Los investigadores detallaron las principales observaciones de diez pares de casos en los que los pacientes compartieron sus experiencias de cambios de personalidad tras el trasplante de órganos, incluido el caso de «Danielle».
Danielle, una chica de 18 años, recibió un trasplante de corazón de un chico de 18 años llamado Paul. Antes del trasplante, Danielle no tenía inclinaciones musicales. Sin embargo, tras recibir el corazón de Paul, desarrolló un profundo amor por la música y sintió un fuerte impulso por tocar la guitarra, el mismo instrumento que tocaba Paul.
Cuando Danielle conoció a la familia de Paul, dijo sentir una conexión significativa y declaró: «[Conocí a Paul] directamente».
Otro caso destacado es el de Claire Sylvia, autora de «A Change of Heart», un libro de memorias sobre sus experiencias tras un trasplante de corazón. Contó que después del trasplante sintió deseos inesperados de comer. Sylvia, que se describía a sí misma como una «bailarina preocupada por su salud», sintió de repente una «necesidad incontrolable» de comer nuggets de pollo, un alimento que antes no le gustaba. Más tarde se descubrió que este antojo coincidía con las preferencias de su donante.
Un estudio retrospectivo publicado en 1992 informó que, entre 47 pacientes australianos sometidos a trasplantes, el seis por ciento presentaba cambios de personalidad distintivos como consecuencia de recibir corazones nuevos.
Un estudio transversal de 2024 investigó los cambios de personalidad de 23 receptores de trasplantes de corazón en comparación con 24 receptores de otros órganos, incluidos riñones, pulmones e hígado. El estudio reveló que el 89 por ciento de los receptores de órganos experimentaron cambios de personalidad, aunque los autores no correlacionaron estos cambios con los rasgos del donante.
Los resultados mostraron que el 47.8 por ciento de los receptores de trasplantes de corazón experimentaron al menos cuatro cambios significativos de personalidad, en contraste con el 25 por ciento de los receptores de otros órganos.
Se notificaron cambios en la personalidad, incluida la participación en actividades deportivas o la observación de las mismas, cambios en el temperamento y preferencias alimenticias.
Los resultados de los distintos estudios difieren, lo que puede deberse a diferencias en el diseño y la metodología de los mismos. Cabe señalar que algunos informes no muestran cambios de personalidad luego del trasplante.
Corazón Cerebro
El Dr. Mitchell B. Liester, profesor clínico adjunto del Departamento de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de Colorado, planteó la hipótesis que, durante los trasplantes de corazón, la conciencia o los recuerdos del donante almacenados en el órgano podrían transferirse al receptor.
Esbozó que los receptores podrían adoptar rasgos de personalidad de sus donantes a través de la memoria celular, que clasificó en seis tipos: epigenética, ADN, ARN, memoria proteica, nervios cardíacos y energía electromagnética.
Desde el punto de vista anatómico, el sistema nervioso del corazón se parece mucho al del cerebro. Ambos sistemas poseen estructuras intrincadas, comparten neurotransmisores similares y muestran adaptabilidad a lo largo del tiempo. Debido a estos paralelismos, a menudo se denomina al corazón cerebro.
La medicina tradicional china, con una antigüedad de 5000 años, tiene un dicho similar: «El corazón gobierna la mente y el espíritu», lo que sugiere que nuestros corazones forman parte de nuestra conciencia.
Hay otras explicaciones para los cambios de personalidad, como los efectos de los fármacos inmunosupresores, el estrés de la cirugía y la coincidencia estadística. Estas explicaciones alternativas podrían explicar algunos casos, pero son insuficientes para explicar los casos en los que donantes y receptores presentaban un alto grado de similitud.
El Dr. Eben Alexander, exneurocirujano y profesor de la Facultad de Medicina de Harvard, declaró en una entrevista a The Epoch Times: «Considerarla una «conciencia del corazón» tiene perfecto sentido».
Añadió que confinar la conciencia solo al corazón o al cerebro puede no ser la imagen completa. Los órganos sirven más como «un transceptor, un filtro», dijo. «Nuestro cuerpo físico es solo una forma de manifestar esta conciencia».
El punto de vista de Alexander coincide con el del Dr. Larry Dossey, antiguo jefe de personal del Hospital Medical City de Dallas, quien sugiere que nuestra conciencia no es local, sino que no se limita a lugares específicos como el corazón o el cerebro.
Sin embargo, cuando ni el corazón ni el cerebro funcionan, la conciencia puede seguir existiendo.
Fuera del cuerpo
Un caso contundente relatado por el ex cardiólogo Dr. Michael Sabom, es el de Pam Reynolds (seudónimo), de 35 años, que fue operada de un aneurisma en el cerebro. Para garantizar el éxito de la operación, se le drenó toda la sangre del cerebro e incluso el corazón le dejó de latir.
Durante la operación no se observaron ondas en el electroencefalograma ni actividad en el tronco encefálico. Además, estuvo bajo anestesia profunda y su temperatura corporal bajó a 60 grados Fahrenheit. Según todas las definiciones clínicas, estaba completamente inconsciente.
Sin embargo, como se relata más tarde en el libro «La luz y la muerte» de Sabom, poco después de comenzar la operación, Pam oyó un zumbido y sintió como si hubiera abandonado su cuerpo, llegando a observar la operación desde un punto elevado, como si estuviera sentada en el hombro del cirujano.
Después de la operación, relató varios detalles vívidos. Describió con precisión las herramientas que utilizó el neurocirujano para abrirle el cráneo y fue capaz de relatar las conversaciones entre el personal médico. Afirmó que oía la canción «Hotel California» a pesar que tenía insertado en los oídos un dispositivo de 100 decibelios que no producía actividad cerebral alguna. Todas sus observaciones fueron verificadas posteriormente por el personal médico.
El Dr. Pim van Lommel, cardiólogo holandés, informó de otro caso en los Países Bajos en The Lancet en 2001.
Un hombre de 44 años sufrió un paro cardíaco y cayó en coma. Durante la reanimación, una enfermera le quitó la dentadura postiza y la colocó en un contenedor cercano. Horas más tarde, el equipo médico consiguió reactivar el corazón del hombre.
Pasó una semana antes que el paciente recuperara totalmente la conciencia. Mientras yacía en la cama del hospital, vio que los miembros del personal buscaban algo. Para asombro de todos, de repente dijo: «Ella sabe dónde está mi dentadura postiza», señalando a una de las enfermeras. Recordó con precisión que la dentadura postiza estaba guardada en un cajón corredizo debajo del carrito.
No es una experiencia extraña
Estos fenómenos, conocidos como «experiencias cercanas a la muerte» o ECM, fueron relatados por personas que tuvieron experiencias vívidas durante momentos de muerte clínica o peligro extremo.
Una investigación del Dr. Sam Parnia y sus colegas examinó 2060 casos de paro cardíaco y descubrió que en el 9 por ciento de los pacientes, la conciencia permanecía activa incluso cuando el corazón se había detenido. Cerca de una de cada 10 personas experimentaron alguna ECM, lo que indica que el fenómeno no es raro.
Del mismo modo, van Lommel señaló que el 18 por ciento de los 344 pacientes reanimados tras una parada cardiaca tuvieron experiencias vívidas.
Un aspecto común de las experiencias cercanas a la muerte es la sensación de «separación de la conciencia del cuerpo físico», a menudo denominada «experiencias extracorpóreas». El 13 por ciento de los participantes en el estudio de Parnia y el 24 por ciento en el estudio de van Lommel sobre las ECM informaron de este tipo de sucesos.
Estas personas describen cómo flotan fuera de sus cuerpos y observan detalles de su entorno, muchos de los cuales pueden ser verificados de forma independiente por personal médico, como en el caso de Pam.
Precisión sorprendente
Janice Holden, cuya investigación se centra principalmente en las implicaciones psicológicas de las experiencias cercanas a la muerte, la comunicación después de la muerte y otras experiencias transpersonales, entrevistó a 93 pacientes que experimentaron situaciones cercanas a la muerte. Pidió a los participantes que describieran sus observaciones de los sucesos que ocurrían a su alrededor. Posteriormente, el personal del hospital verificó la exactitud de estas observaciones.
Los resultados revelaron que el 92.5 por ciento de las observaciones eran totalmente exactas, es decir, coincidían con los hechos reales confirmados por el personal del hospital. Además, el 6.5 por ciento de las observaciones eran casi exactas, lo que indica que, aunque eran correctas en su mayor parte, había pequeñas discrepancias. Solo el 1.1 por ciento de las observaciones se consideraron inexactas, lo que se atribuyó a un solo paciente del estudio.
El Dr. Jeffrey Long, oncólogo radioterapeuta de Kentucky, estudió las ECM durante 25 años. En su libro «Evidence of the Afterlife: La ciencia de las experiencias cercanas a la muerte», Long describió una encuesta realizada a 617 personas que vivieron experiencias cercanas a la muerte, de las cuales el 46.5 por ciento describieron experiencias extracorpóreas. Entre estos individuos, el 97.6 por ciento de las observaciones fueron verificadas como reales.
«Cuando comprueban lo que vieron cuando se recuperaron del suceso que puso en peligro su vida, esencialmente siempre es exacto hasta el más mínimo detalle». declaró Long, que estudió más de 4000 casos de ECM, a The Epoch Times.
Las similitudes, coherencias y precisión observadas en las experiencias cercanas a la muerte deberían animarnos a considerar estos estudios y fenómenos como investigaciones científicas legítimas, afirmó.
En su libro, Sabom afirma que al principio se mostró escéptico ante las ECM. Incluso se propuso refutarlas. Sin embargo, tras varios años de intensa investigación, su perspectiva cambió.
La ciencia se basa fundamentalmente en el principio que la realidad se establece mediante observaciones repetidas y verificables. Con miles de casos registrados, las ECM merecen una seria consideración científica.
A otras dimensiones
Además de las experiencias extracorpóreas, destacadas revistas médicas y doctores informan de casos de personas que viajaron más allá del mundo físico actual.
En el estudio de van Lommel, el 29 por ciento de las personas con ECM informaron que su conciencia viajó a dimensiones alternativas y regresó con experiencias vívidas. Por su parte, el 7 por ciento de los sujetos del estudio de Parnia declararon que les había parecido entrar en otro mundo sobrenatural.
Alexander cuenta con más de 25 años de experiencia como neurocirujano, 15 de ellos en el Brigham and Women’s Hospital y el Children’s Hospital de Boston, así como en la Facultad de Medicina de Harvard.
En la madrugada del 10 de noviembre de 2008, Alexander entró en coma profundo debido a una rara meningitis bacteriana. Los médicos le dijeron que tenía «un mínimo del 2 por ciento de posibilidades [de sobrevivir] y ninguna posibilidad de recuperación», declaró a The Epoch Times en una entrevista.
Aunque su estado empeoró rápidamente, despertó siete días después.
Durante la semana que permaneció en coma, mientras su vida se desvanecía, Alexander tuvo una experiencia extremadamente vívida. Según sus recuerdos, sintió que renacía como una sustancia primitiva y viscosa, y luego montó en el ala de una mariposa que lo guiaba a un reino «completamente diferente de naturaleza eterna fuera de la Tierra», dijo.
El mundo que vio tenía inmensas nubes de seres rosas y blancos, transparentes y resplandecientes, que se movían en arco por el cielo dejando estelas de arco iris, declaró a The Epoch Times. En su libro «Proof of Heaven: El viaje de un neurocirujano al más allá», Alexander interpretó este mundo como el cielo. También describió haber sentido el amor de Dios y la presencia de ángeles.
La Dra. Mary C. Neal, cirujana ortopédica de la Universidad del Sur de California, relató una experiencia similar en su libro «To Heaven and Back».
En 1999, durante un accidente de kayak, Neal se ahogó y su conciencia pareció abandonar su cuerpo, entrando en un reino de luz. Allí se encontró con seres espirituales y se sometió a un análisis de su vida.
«Guías y normas para el estudio de la muerte y las experiencias rememoradas de la muerte», del Dr. Sam Parnia y un equipo de expertos médicos, entre ellos neurocientíficos, especialistas en cuidados intensivos, psiquiatras y psicólogos de la Universidad de Harvard, la Universidad de Baylor, la Universidad de California en Riverside y la Universidad de Virginia, resume que las ECM siguen un patrón sorprendentemente similar entre sí.
Algunos científicos propusieron otras explicaciones para estas experiencias, como se detalla en un artículo anterior.
No físico
Tanto la cirugía de trasplante de corazón como las ECM sugieren una notable fluidez de la conciencia. Es probable que la conciencia humana sea una entidad libre que se mueve dentro de nuestro cuerpo. Puede trasladarse a nuestro corazón, moverse fuera de nuestro cuerpo e incluso viajar a otras dimensiones imperceptibles para los ojos humanos.
«Más o menos como un arco iris, puedes ver que es real, pero no puedes tocarlo». declaró a The Epoch Times el Dr. Peter Walling, del Centro Médico de la Universidad de Baylor.
Long compartió que si las personas realmente entendieran la abrumadora evidencia de la existencia de la conciencia independiente del cuerpo, «es muy fácil aceptar que somos literalmente seres eternos que tenemos una existencia terrenal, física, pero nuestra mayor realidad es la de lo no físico y en esa conciencia no física».
Independientemente de a dónde viaje la conciencia, debe tener un origen, un punto de partida.
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