Opinión
La ruina del empresario Jack Ma ha sido asombrosa por su velocidad y magnitud.
Desde que Beijing suspendió la muy esperada IPO de Ant Group en noviembre de 2020, el empresario chino Jack Ma se ha enfrentado a un obstáculo tras otro.
Ma, un aparente miembro del Partido Comunista Chino (PCCh), también ha sido testigo de cómo las autoridades chinas iniciaron una investigación sobre el gigante del comercio electrónico Alibaba Group mientras era reprendido públicamente en los medios estatales y, al mismo tiempo, perdió su estatus como la persona más rica de China.
Ma —cuyo nombre chino es Ma Yun— ha irritado durante mucho tiempo a las autoridades del PCCh, disfruta de un estatus de estrella de rock el «más grande de la vida» entre los jóvenes chinos y supervisa un imperio tecnológico que traspasa los límites regulatorios. Es comprensible que los reguladores del PCCh estén molestos.
Aunque el repentino y draconiano rechazo de Beijing contra Ma enfatiza los problemas dentro del sistema económico del país—un sistema que se basa en el capitalismo mafioso. La reacción sensible del PCCh a Ma demuestra que su sistema político continua frenando al país.
Jack Ma no es tan diferente de Elon Musk o Jeff Bezos—empresarios icónicos que lideran la innovación de un país, aseguran su dominio en un sector en particular y ejercen influencia a nivel mundial. En el camino, Musk y Bezos traspasan los límites regulatorios, impactan en industrias heredadas establecidas y, algunas veces, exhiben tendencias monopólicas. Algunos dirían que es el precio necesario a pagar por la verdadera innovación.
Sin embargo, alguien como Ma es invaluable para la imagen de un país. Él es el rostro internacional de la industria tecnológica de China. Asiste regularmente a conferencias mundiales, donde su personalidad despreocupada e informal le ha hecho ganar muchos seguidores. De hecho, es un «embajador no oficial» de China.
Todo esto no es para exonerar a Ma. Él opera dentro de un país comunista, siendo él mismo probablemente un producto sancionado del Partido. Sin embargo al final, su franqueza se convirtió en su ruina.
En un foro internacional en Shanghai en noviembre, Ma criticó el régimen regulatorio de China, atacando a los bancos estatales por tener una «mentalidad de casa de empeño» al exigir garantías a los prestatarios. Esto contrasta con Ant Group, que aparentemente utiliza inteligencia artificial y su propia computadora y modelos de datos patentados para predecir la probabilidad de reembolso, lo cual podría perturbar gravemente la industria bancaria y crediticia. Días después, se introdujeron nuevas reglas que rigen la industria de préstamos por Internet y se retiró IPO de Ant.
En diciembre, la Administración Estatal de Regulación del Mercado de China inició una investigación sobre Alibaba —el gigante del comercio electrónico que fundó Ma— por presunto comportamiento “monopolístico”. China introdujo reglas antimonopolio más estrictas durante el año, aparentemente dirigidas no solo a Alibaba sino también a otros comerciantes por Internet.
Más tarde, a fines de diciembre, los reguladores se reunieron con ejecutivos de Ant Group y exigieron que la compañía de pagos y préstamos revisara su negocio. Las demandas podrían alterar por completo el negocio de Ant, someter partes de él a las regulaciones de cumplimiento bancario y, en última instancia, hacer que sea mucho menos valioso de lo que se construyó anteriormente.
«La mejor solución es dividir a Ant en una unidad financiera para sus negocios de préstamos, bróker y seguros por Internet que estarán bajo supervisión regulatoria completa, y una unidad de tecnología y datos menos regulada», dijo un exregulador anónimo al Financial Times.
Y aquí radica el problema del sistema económico de China.
Ant, como empresa privada propiedad de accionistas privados, no es propiedad del gobierno para que pueda idear una «solución». El modelo de préstamos de Ant, aunque novedoso, no está probado y es posible que ni siquiera funcione a gran escala. Pero en lugar de dejar que el capitalismo determinara a los ganadores y perdedores, al PCCh aparentemente no le gustó el resultado potencial y decidió intervenir.
Ma es un hombre de negocios y también tiene derecho a traspasar los límites regulatorios en la medida permitida por la ley. Y el gobierno tiene derecho a establecer el marco regulatorio. Sin embargo, el repentino rechazo del PCCh en última instancia demuestra el punto de Ma acerca de que el marco regulatorio es un lío complicado—lo cual preparó el escenario para que él arbitrara el cumplimiento de la industria en primer lugar.
El PCCh y Ma habrían estado en desacuerdo durante años sobre estos asuntos. Sin embargo, la incapacidad del régimen para trabajar con él y otros empresarios para establecer una agenda y trazar una estructura reguladora a favor de la innovación es preocupante. El PCCh decidió que tenía que mover los postes de la portería mientras neutralizaba la única historia de éxito internacional de China.
Esto debería ser muy preocupante para cualquier aspirante a empresario chino. A pesar de los objetivos de China de convertirse en una potencia mundial, su régimen gobernante continúa exhibiendo el capricho y la inseguridad de una organización mafiosa.
Mientras el PCCh permanezca en el poder, China nunca podrá alcanzar su máximo potencial.
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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