Por primera vez, la Fuerza Aérea de Estados Unidos ha publicado una estrategia oficial para el Ártico, subrayando la creciente importancia estratégica de la región.
«Históricamente, el Ártico, como el espacio, se caracterizó como un dominio predominantemente pacífico», dijo la secretaria de la Fuerza Aérea, Barbara Barrett, cuando la nueva estrategia fue revelada el 21 de julio. «Esto está cambiando con la expansión del acceso marítimo, los recursos recién descubiertos y los intereses soberanos en competencia».
En el documento de estrategia se establecen cuatro líneas de acción principales: aumento de la vigilancia tanto para la disuasión como para la defensa; proyección del poder mediante una fuerza de combate creíble; cooperación con aliados y socios; y preparación para las operaciones en el Ártico.
El documento (pdf) también explica el rol de la recién creada Fuerza Espacial en la región.
El anuncio se produce tras el regreso de las naves militares estadounidenses a la región, así como las recientes advertencias del Departamento de Estado de que las trampas de la deuda y la militarización observadas en la Franja y la Ruta de Beijing, podrían repetirse en la región.
Rusia tiene la mayor presencia militar permanente en el Ártico, más que cualquier otra nación, según Barrett.
Aunque también hizo hincapié en el impulso de China para una creciente presencia.
«China está tratando de normalizar su presencia en el Ártico para acceder a los recursos regionales, que se dice incluyen más de 90,000 millones de barriles de petróleo y un valor estimado de miles de millones de dólares en metales de tierras raras», dijo Barret. «En 2018, China vinculó sus actividades en el Ártico a su iniciativa ‘Una Franja, una Ruta’. A muchos les preocupa que China pueda repetir lo que algunos ven como un comportamiento económico depredador, en detrimento de la región».
La nueva política para el Ártico incluye tanto la potencia aérea militar terrestre como las capacidades espaciales que proporciona la Fuerza Espacial, añadió.
El general John Raymond, jefe de operaciones espaciales, dijo que las operaciones espaciales han tenido lugar en el Ártico desde hace mucho tiempo y eso ofrece condiciones ideales.
«Si ustedes observan a una de las misiones más críticas que realizamos, la de advertencia de misiles, el Ártico es nuestra primera frontera de esa misión», dijo Raymond. «Hacemos esa misión tanto en Thule, Groenlandia, al norte del Círculo Polar Ártico, con nuestros profesionales espaciales que están asignados allí en la Base Aérea de Thule. También la hacemos en Alaska en la Estación de la Fuerza Aérea Clear».
«Si ustedes observan el aspecto clave del terreno de ese entorno, nosotros también comandamos y controlamos los satélites», dijo. «Si uno va a comandar y controlar satélites que están en órbitas polares, ¿dónde mejor hacerlo que en la cima del mundo en el polo? Esto nos permite tener un gran acceso a esos satélites para poder comandar y controlar y hacer ese asunto. De modo que la geografía y la posición en el globo (…) lo convierte en un lugar extremadamente ventajoso desde el cual operar».
La actividad militar está aumentando en los mares congelados del Ártico en la medida que Estados Unidos descongela viejas estrategias para contrarrestar a Rusia y vigilar a China.
Desde 2018, la política de defensa de Estados Unidos ha marcado como prioridad principal el contrarrestar a una Rusia revanchista, sólo superada por la renovación para competir con China.
Los funcionarios rechazan la noción de que el cambio marca un retorno a la Guerra Fría, pero algunas de las dinámicas navales clave con Rusia siguen siendo las mismas que hace 40 años, incluso en el Ártico.
El 9 de junio, el presidente Donald Trump ordenó que se construyera una nueva flota de al menos tres rompehielos pesados —potencialmente nucleares— en la próxima década, para añadirlos a la flota actual de sólo dos.
El memorándum fue la última indicación del creciente interés estratégico en el Ártico, donde Rusia ya tiene 27 rompehielos oceánicos, nueve de ellos con energía nuclear.
En mayo, navegaron los primeros barcos de la Marina de EE.UU. en el Mar de Barents, desde la Guerra Fría, en el patio trasero marítimo de Rusia.
Dos años antes, el USS Harry Truman se convirtió en el primer portaaviones en navegar hacia el Círculo Ártico desde el gobierno de Reagan.
Esa visita del portaaviones también rompió con los anteriores ciclos de despliegue, mostrando una nueva estrategia conocida como «empleo de fuerzas dinámicas» destinada a mantener a los adversarios en alerta.
«En muchos sentidos, es un regreso a la forma de la Guerra Fría», dijo previamente a The Epoch Times Sidharth Kaushal, un analista de defensa naval del Instituto Royal United Services. «Durante la última década de la Guerra Fría, el gobierno de Reagan realmente impulsó este tipo de estrategia marítima donde la Marina de EE.UU. y sus aliados, en tiempos de paz y de guerra, realmente perseguían una postura avanzada en el Ártico en lugar de sólo defender la brecha entre Groenlandia, Islandia y el Reino Unido.»
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