Incómodos recortes de Trump en el impuesto corporativo

Para la consternación de la izquierda, más de 1000 millones de dólares en efectivo de las empresas fueron repatriados en los últimos dos años, y hay más aún en camino

Por James Gorrie
31 de diciembre de 2019 9:44 AM Actualizado: 31 de diciembre de 2019 9:49 AM

Comentario

Para el grupo de aspirantes demócratas en la campaña presidencial de 2020, no hay nada más inconveniente que las políticas fiscales implementadas por el presidente Donald Trump cumpliendo su promesa. Ese es ciertamente el caso de los recortes de impuestos corporativos efectuados por el presidente.

La reducción de las tasas de impuestos corporativos desde el 35 por ciento sobre las ganancias obtenidas en el extranjero a una tasa única de 15.5 por ciento sobre el efectivo y 8 por ciento sobre los activos adicionales ha llevado a un inesperado flujo de dinero ingresando en la economía de Estados Unidos.

De acuerdo con los últimos datos del Departamento de Comercio de Estados Unidos, desde fin de 2017 más de 1 billón de dólares en efectivo de las empresas que se encuentran en el extranjero regresaron a Estados Unidos. En el futuro, lo más probable es que más dinero vuelva a Estados Unidos.

Esas son grandes noticias para la economía, por supuesto, y en más de un sentido. Los permanentes recortes de impuestos corporativos de Trump animan a las corporaciones a regresar su dinero a Estados Unidos, lo cual es algo muy importante. Ese dinero es gravado tanto por el gobierno federal como por los gobiernos estatales cuando corresponde, y todo el mundo gana.

El efecto de la inversión

Sin embargo la repatriación tiene un efecto aún mayor que los ingresos fiscales. Al hacer que la tasa de impuestos sea competitiva respecto a otras naciones, y al hacerla permanente, en primer lugar las corporaciones son incentivadas a no enviar su dinero al extranjero. Cuando las corporaciones mantienen el dinero en Estados Unidos, es más probable que lo inviertan aquí en vez de en el extranjero.

Esto es importante porque cuando el dinero de las corporaciones se queda en el extranjero, los países donde se mantiene quieren que ese dinero se quede allí. Ofrecen tanto incentivos como requisitos, tales como tasas impositivas más bajas y normativas que requieren que las corporaciones extranjeras mantengan reservas de capital sustanciales, para mantener el dinero en sus países y lejos de Estados Unidos.

Por otro lado, el billón de dólares de dinero repatriado es menos de los 4 billones que Trump había prometido. Por supuesto, se espera que más dinero sea repatriado. El flujo de regreso a Estados Unidos es algo menor y más lento por algunas buenas razones.

Por ejemplo, las corporaciones estadounidenses están manteniendo parte de su efectivo en el extranjero por más tiempo debido a las regulaciones locales que requieren que las compañías extranjeras mantengan un nivel específico de reservas de capital. Además, las compañías estadounidenses que operan en los mercados extranjeros necesitarán disponer de efectivo para inversiones, costos operativos y otros compromisos financieros. En otras palabras, no todo el dinero se devolverá rápidamente. Parte de él está comprometido con esos mercados extranjeros.

Este es uno de los efectos que las altas tasas de impuestos corporativos, como los implementados por la administración anterior, han tenido sobre las corporaciones estadounidenses. Las ridículas políticas impositivas y el exceso de regulación del expresidente Barack Obama antes que nada las obligaron a enviar más dinero al extranjero.

Como resultado, en los últimos años, las empresas estadounidenses han hecho más inversiones de capital en los mercados extranjeros, más producción y distribución en el extranjero, y menos en Estados Unidos, de lo que hubieran hecho de otra manera.

Haciendo que Estados Unidos sea de nuevo un país amigable para las empresas

Pero eso está cambiando.

El dinero y las compañías están regresando a Estados Unidos. Es importante entender por qué. No se trata solo de los muy competitivos y permanentes recortes de impuestos corporativos de Trump. Las tasas de impuestos son solo una cara de la moneda de las empresas.

La otra cara es la regulación.

De hecho, los niveles de regulación son un factor tan importante como las tasas de impuestos. Desde que asumió el cargo, Trump ha recortado un tercio de las costosas regulaciones empresariales establecidas durante la terrible y no amigable para las empresas “Usted no construyó eso” de la administración de Obama.

A diferencia de su predecesor, el mensaje de Trump a las corporaciones multinacionales de Estados Unidos es alto y claro: «No solo se quedará con más dinero si lo mantiene en Estados Unidos, sino que ahora es más fácil que nunca invertir aquí también».

Por supuesto, el marco regulatorio favorable a las empresas de Trump resultó en una rápida expansión de la actividad empresarial y de producción. Esto ha llevado los niveles de desempleo a los niveles más bajos de los últimos 50 años y contribuyó al aumento de los ingresos y a una mayor demanda de los consumidores.

Disparates de la izquierda

Nada de esto es una buena noticia para los izquierdistas que se presentan contra Trump. De hecho, los coloca en una posición muy comprometida.

Eso es porque las corporaciones siguen siendo la bestia negra favorita de la mayoría de los candidatos presidenciales demócratas. Despotricar contra el mal comportamiento de las corporaciones, ya sea por la contaminación, el maltrato hacia los trabajadores, el abuso de los clientes, el alza de los precios, u otras ofensas reales o imaginarias, ha hecho que los políticos demócratas sean elegidos para ocupar un cargo por generaciones.

El relato del partido demócrata es casi siempre alguna que otra versión de «las corporaciones son organizaciones codiciosas e inhumanas que solo se preocupan por las ganancias, ¿no lo sabes?». Y para estar seguros, a veces las corporaciones se comportan mal; contaminan, tratan de ahorrar en costos laborales, y sí, evitan también los impuestos cuando y donde pueden. Y, sí, además las corporaciones están impulsadas por las ganancias. Todos las corporaciones lo son.

Pero sin ganancias, las pequeñas, medianas y grandes empresas, tanto nacionales como globales, dejarían de existir. También dejarían de contratar gente. La economía se estancaría o volvería la recesión. Eso, en pocas palabras, describe la historia de los ocho años completos de lo que fue la administración Obama.

Por eso mismo a los candidatos presidenciales demócratas que critican los recortes de tasa de impuestos corporativos de Trump no será nada fácil convencer a la mayoría del electorado trabajador. El pueblo estadounidense sabe lo que está ganando ahora en comparación con los años de la administración de Obama.

Pero aún así, el mensaje de la izquierda es siempre más o menos el mismo: «Las corporaciones son malas y solo los demócratas pueden salvarlos de ellas». Es una estratagema simplista que, tristemente, funciona para algunos de los electores todo el tiempo. El problema es que la guerra de clases y las políticas de identidad no expanden la economía; solo las políticas favorables a las empresas lo hacen.

De hecho, la postura anti-corporativa y anti-ganancias de todos los candidatos, desde el senador Bernie Sanders hasta Tom Steyer y Michael Bloomberg, e incluso la senadora Elizabeth Warren y el empresario Andrew Yang, es un gran problema, ya que todos son millonarios y multimillonarios. Pete Buttigieg no es millonario, pero ciertamente quiere serlo.

Eso es lo que hace que sus críticas a la economía estadounidense más exitosa desde la época de la administración de Nixon sean tan absurdas y francamente hipócritas. Grandes ganancias y riqueza corporativa están regresando al país por billones de dólares. Debido a estas y otras políticas de Trump, más estadounidenses están trabajando y ganando más de lo que han ganado en generaciones.

Eso en sí mismo es muy inconveniente para los candidatos demócratas. ¿Cómo convencer a más estadounidenses que trabajan y ganan más que las cosas están terribles en Estados Unidos?

Uno pensaría que sería difícil para cada izquierdista que se presenta a elecciones en el 2020 mantener la cara seria mientras abogan por un aumento de las tasas impositivas tanto corporativas como individuales y la expansión de las regulaciones que matan a las empresas.

Pero se las arreglarán de alguna manera.

James Gorrie es un escritor y conferencista radicado en el sur de California. Es el autor de «La crisis de China».

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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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