El ejercicio regular cambia la estructura de los tejidos de nuestro cuerpo de formas obvias, como reducir el tamaño de las reservas de grasa y aumentar la masa muscular. Menos visible, pero quizás incluso más importante, es la profunda influencia que tiene el ejercicio en la estructura de nuestro cerebro, una influencia que puede proteger y preservar la salud y el funcionamiento del cerebro durante toda la vida.
De hecho, algunos expertos creen que el cerebro humano puede depender de la actividad física regular para funcionar de manera óptima a lo largo de nuestra vida.
Estas son solo algunas de las formas en que el ejercicio cambia la estructura de nuestro cerebro.
Memoria
Muchos estudios sugieren que el ejercicio puede ayudar a proteger nuestra memoria a medida que envejecemos. Esto se debe a que se ha demostrado que el ejercicio previene la pérdida del volumen cerebral total (que puede conducir a una función cognitiva más baja), así como también previene la contracción en regiones específicas del cerebro asociadas con la memoria. Por ejemplo, un estudio de imágenes por resonancia magnética (IRM) reveló que en los adultos mayores, seis meses de entrenamiento físico aumentaron el volumen cerebral.
Otro estudio mostró que la contracción del hipocampo (una región del cerebro esencial para el aprendizaje y la memoria) en las personas mayores, se puede revertir al caminar con regularidad. Este cambio fue acompañado por una función de memoria mejorada y un aumento de la proteína factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF) en el torrente sanguíneo.
El BDNF es esencial para una función cognitiva saludable debido a su papel en la supervivencia celular, la plasticidad (la capacidad del cerebro para cambiar y adaptarse a la experiencia) y la función. Los vínculos positivos entre el ejercicio, el BDNF y la memoria se han investigado ampliamente y se han demostrado en adultos jóvenes y personas mayores.
El BDNF también es una de varias proteínas relacionadas con la neurogénesis adulta, la capacidad del cerebro para modificar su estructura mediante desarrollo de nuevas neuronas durante la edad adulta. La neurogénesis ocurre solo en muy pocas regiones del cerebro, una de las cuales es el hipocampo y, por lo tanto, puede ser un mecanismo central involucrado en el aprendizaje y la memoria. La actividad física regular puede proteger la memoria a largo plazo al inducir la neurogénesis a través del BDNF.
Si bien este vínculo entre ejercicio, BDNF, neurogénesis y memoria está muy bien descrito en modelos animales, las limitaciones experimentales y éticas significan que su importancia para la función del cerebro humano no es tan clara. Sin embargo, la neurogénesis inducida por el ejercicio se está investigando activamente como una terapia potencial para los trastornos neurológicos y psiquiátricos, como la enfermedad de Alzheimer, la enfermedad de Parkinson y la depresión.
Vasos sanguíneos
El cerebro depende en gran medida del flujo sanguíneo y recibe aproximadamente el 15 por ciento del suministro total del cuerpo, a pesar de ser solo del 2 al 3 por ciento de la masa total de nuestro cuerpo. Esto se debe a que nuestros tejidos nerviosos necesitan un suministro constante de oxígeno para funcionar y sobrevivir. Cuando las neuronas se vuelven más activas, el flujo sanguíneo en la región donde se encuentran estas neuronas aumenta para satisfacer la demanda. Como tal, mantener un cerebro sano depende de mantener una red sana de vasos sanguíneos.
El ejercicio regular aumenta el crecimiento de nuevos vasos sanguíneos en las regiones del cerebro donde ocurre la neurogénesis, proporcionando un mayor suministro de sangre que respalda el desarrollo de estas nuevas neuronas. El ejercicio también mejora la salud y la función de los vasos sanguíneos existentes, asegurando que el tejido cerebral reciba constantemente un suministro de sangre adecuado para satisfacer sus necesidades y preservar su función.
Finalmente, el ejercicio regular puede prevenir, e incluso tratar, la hipertensión (presión arterial alta), que es un factor de riesgo para el desarrollo de demencia . El ejercicio funciona de varias formas para mejorar la salud y el funcionamiento de los vasos sanguíneos del cerebro.
Inflamación
Recientemente, un creciente cuerpo de investigación se ha centrado en la microglía, que son las células inmunes residentes del cerebro. Su función principal es revisar constantemente el cerebro en busca de posibles amenazas de microbios o células muertas o dañadas, y eliminar cualquier daño que encuentren.
Con la edad, la función inmunológica normal disminuye y se produce una inflamación crónica de bajo nivel en los órganos del cuerpo, incluyendo el cerebro, donde aumenta el riesgo de enfermedades neurodegenerativas, como la enfermedad de Alzheimer. A medida que envejecemos, la microglía se vuelve menos eficiente para eliminar el daño y menos capaz de prevenir enfermedades e inflamación. Esto significa que la neuroinflamación puede progresar y afectar las funciones cerebrales, incluida la memoria.
Pero recientemente, hemos demostrado que el ejercicio puede reprogramar estas microglías en el cerebro envejecido. Se demostró que el ejercicio hace que la microglía sea más eficiente energéticamente y sea capaz de contrarrestar los cambios neuroinflamatorios que afectan la función cerebral. El ejercicio también puede modular la neuroinflamación en condiciones degenerativas como la enfermedad de Alzheimer y la esclerosis múltiple. Esto nos muestra que los efectos de la actividad física sobre la función inmunológica pueden ser un objetivo importante para la terapia y la prevención de enfermedades.
Entonces, ¿cómo podemos asegurarnos de que estamos haciendo el tipo correcto de ejercicio, o haciendo lo suficiente, para proteger el cerebro? Hasta ahora, no tenemos evidencia lo suficientemente sólida para desarrollar pautas específicas para la salud del cerebro, aunque los hallazgos hasta la fecha sugieren que los mayores beneficios se obtienen mediante ejercicios aeróbicos como caminar, correr o andar en bicicleta. Se recomienda que los adultos realicen un mínimo de 150 minutos por semana de ejercicio aeróbico de intensidad moderada, combinado con actividades que mantengan la fuerza y la flexibilidad, para mantener una buena salud general.
También debe tenerse en cuenta que los investigadores no siempre encuentran que el ejercicio tiene un efecto beneficioso en el cerebro en sus estudios, probablemente porque diferentes estudios utilizan diferentes programas de entrenamiento con ejercicios y medidas de función cognitiva, lo que dificulta la comparación directa de estudios y resultados. Pero independientemente, muchas investigaciones nos muestran que el ejercicio es beneficioso para muchos aspectos de nuestra salud, por lo que es importante asegurarse de obtener lo suficiente. Necesitamos ser conscientes de tener tiempo en nuestro día para estar activos; nuestro cerebro nos lo agradecerá en los años venideros.
es profesora de fisiología en el Trinity College Dublin en Irlanda. Este artículo se publicó por primera vez en The Conversation.
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