En la Declaración de Independencia, Thomas Jefferson escribió una de las frases más revolucionarias jamás escritas: «Sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados iguales, que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables, que entre ellos están la Vida, la Libertad y la búsqueda de la Felicidad».
Estas palabras van en contra de la historia de la humanidad, con su triste letanía de tiranos y emperadores, amos y esclavos. Hoy consideramos la afirmación de Jefferson un hecho, como un axioma de geometría, que es justamente como él la formuló. Sin embargo, si nos preguntaran, ¿podríamos explicar qué quiso decir con «la búsqueda de la felicidad»?
No deberíamos ser demasiado duros con nosotros mismos si tenemos problemas con esa pregunta. Busca en Internet «¿Qué quería decir Thomas Jefferson con la búsqueda de la felicidad?» y encontrarás una docena de pensamientos y opiniones diversas.
Algunas personas, por ejemplo, podrían traducir la búsqueda de la felicidad de Jefferson como correr tras los placeres hedonistas, como niños que corren hacia el mostrador de una heladería. Otros podrían interpretarlo como una llamada a buscar la riqueza material, con el objetivo de vivir la buena vida con una casa en los Cayos y un Mercedes roadster en el garaje.
Sin embargo, dada la educación y el temperamento de Jefferson, es probable que tuviera una connotación más filosófica, como nos indican algunos de los resultados de la búsqueda. Recurramos a una antigua palabra griega que Jefferson conocía bien, «eudaimonia», y elijamos este trabalenguas de vocales como sinónimo de felicidad.
Eudaimonia significa esencialmente una vida bien vivida. Es una forma de felicidad, sí, pero ligada a la virtud y que se encuentra en lo mejor de nosotros mismos. El adjetivo «floreciente» se asocia a menudo con la eudaimonía.
Y ahora, estamos llegando a alguna parte.
Perseguir con acierto una vida de felicidad, de eudaimonía, significa tomar conciencia de dos circunstancias tangenciales. En primer lugar, podemos llegar a experimentar la eudaimonía tanto en el camino que recorremos para llegar a un objetivo como en la llegada a la meta o cuando conseguimos algo que pretendíamos. Muchas parejas mayores recuerdan los primeros días de su matrimonio, cuando vivían en un piso sin ascensor y a base de frijoles y arroz. «Éramos felices entonces», se ríen. Eso es eudaimonía en el trabajo.
Por otra parte, alcanzar una meta no garantiza la felicidad. Con demasiada frecuencia, el peregrino llega al final de una búsqueda solo para encontrar decepción en lugar de el santo grial. La joven que se gradúa en la universidad en la facultad de medicina y obtiene el tan ansiado título de doctor en medicina, puede encontrar su éxito vacío, una enorme decepción. Buscó la eudaimonía en el momento del logro en lugar de buscarla en el camino que siguió para llegar hasta allí.
En su charla TED, «A Recipe for Eudaimonia» (Una receta para la eudaimonia), Jay Kannaiyan describe un viaje en motocicleta que hizo desde Estados Unidos hasta su India natal, viajando a través de México, América Latina y África. Por el camino, preparó su plato favorito, pollo al curry, para sus anfitriones. A través de la alegría y la camaradería inspiradas por estas comidas compartidas, Kannaiyan encontró momentos de eudaimonia, un ideal que él describe como ser «lo mejor de uno mismo en cada momento». El viaje en motocicleta de Kannaiyan le sirvió para buscar la felicidad.
Al final de su charla, Kannaiyan pregunta: «¿Cómo puedes encontrar eudaimonia en tu vida? En realidad, está a tu alrededor. Estás rodeado de cosas que son verdaderas, buenas y bellas. Solo tienes que saber que cuando esos tres elementos están presentes, estás experimentando el florecimiento humano, y has alcanzado un estado del ser que es superior a ser simplemente feliz».
Animo a los lectores a ver el vídeo de Kannaiyan. Mientras tanto, ¡que este sea un día muy eudaimónico para todos!
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