Hace unas semanas, una de mis hermanas me contó que a su mejor amiga, a la que conoce desde hace más de 50 años, le diagnosticaron cáncer de mama. Esta mujer, una profesora jubilada de unos 60 años, se está sometiendo a varias operaciones y a quimioterapia. Para animarla, mi hermana le decía: «Lo está haciendo. Estás haciendo lo que tiene que hacer». Su amiga asumió esas palabras como su mantra personal: «Lo estoy haciendo», y está luchando con ahínco para recuperarse.
Quienes enfrentan con valentía una enfermedad tan devastadora despiertan en mí una enorme admiración. A lo largo de mi vida, he tenido algunos sustos de salud, pero ninguno ha durado mucho y he salido ilesa. Algunos de mis amigos y familiares han sido menos afortunados, y su valor y fuerza de voluntad frente a estas desgracias son asombrosos.
Lo que me lleva a la lectora de The Epoch Times Eva H. (cuyo nombre ha sido cambiado en este artículo para proteger su privacidad).
Antecedentes
Eva nació en 1958 en Bay City, Michigan, y cuenta que su padre «hizo volar un velo rosa desde la antena de la televisión» para honrar el acontecimiento. En 1980, se graduó en la universidad con una licenciatura en literatura inglesa y enseñanza, y una especialización en alemán. Tras dos años como profesora de secundaria, obtuvo un MBA y luego trabajó durante más de 20 años en gestión de riesgos para una empresa de la lista Fortune 100. Durante ese tiempo, pasó por varias tragedias: el asesinato de una buena amiga y la hija pequeña, la muerte de su esposo y el suicidio de otra amiga.
Luego llegó una catástrofe que cambiaría su vida para siempre.
La enfermedad de Lyme
En 2013, Eva contrajo la enfermedad de Lyme. Sin poder continuar con su trabajo corporativo y ante el peligro de muerte, entró en 18 meses de intenso tratamiento médico.
Aunque se algo sobre la enfermedad de Lyme por las experiencias de varios conocidos, la historia de Eva me hizo mucho más consciente de los horribles efectos que una picadura de garrapata puede traer a un ser humano.
Durante 18 meses, Eva sufrió un calvario que solo puedo imaginar. Fatigada y a menudo con fiebre, empezó a ver a un especialista en Raleigh, Carolina del Norte, y llegó a tomar hasta 120 pastillas diferentes cada día para combatir los estragos de la enfermedad. Aunque su enfermedad no solo le ocasionó dificultades físicas, sino también una enorme angustia emocional, se negó a unirse a un grupo de apoyo para la terapia mental de la enfermedad de Lyme, según ella, no quería centrar su existencia en su enfermedad. Incluso cuando se desplomó en una acera mientras paseaba a su perro Murphy, teniendo, como ella misma dijo, «un momento de desconcierto», luchó contra la desesperación o tener que rendirse.
Y finalmente Eva la venció. Venció a su enfermedad de Lyme. En 2016, obtuvo un máster en psicología clínica. Hoy vive en una pequeña ciudad de la costa del Golfo de Florida, donde dirige un servicio de asesoramiento privado y está estudiando para obtener su doctorado.
Buscando armas secretas
Durante nuestros intercambios de correos electrónicos y llamadas telefónicas, Eva me dijo que una vez había hecho una lista de 12 tragedias que le habían ocurrido a lo largo de su vida. La enfermedad de Lyme solo ocupaba el número 9 de esa lista en importancia.
Dada su feroz batalla contra esta enfermedad, esa clasificación dice mucho de las dificultades que Eva ha afrontado y de su capacidad para sobrellevarlas.
Me pregunto qué la ayudó a superar esta prueba. ¿Qué espada y qué escudo ha traído a esta lucha?
Resiliencia
En nuestros intercambios de correos electrónicos, Eva escribió lo siguiente:
«En primer lugar, creo que olvidamos una palabra clave que es muy importante para sobrevivir a tiempos difíciles, la resiliencia. La resiliencia es un tema importante en el estudio psicológico de estos días, y yo he sido bendecida con una gran cantidad de ella. Sin embargo, por muy deseable y útil que sea esta nebulosa cualidad, es difícil saber cómo se forma o se fortalece la resiliencia. El artículo de Psychology Today titulado «Resiliencia» [bit.ly/3t2kJ8K] es uno de los que comparto con los clientes y revela algunas ideas recientes sobre el tema. Es especialmente importante el concepto de crecimiento postraumático, que creo que es fundamental para infundir esperanza a los clientes que están pasando por momentos difíciles».
En su propio caso, Eva claramente practica la resiliencia, encontrando un nuevo camino en la vida mientras vuelve a estar bien.
La fe
Eva también destaca la importancia que tiene su fe en sus diversas luchas, y se sorprende de la ausencia de la fe en el ámbito de la psicología y el asesoramiento. Escribe: «Me resulta extraño y decepcionante que la mayoría de los estudios sobre resiliencia no mencionen la fe. La fe puede proporcionar la base más sólida tanto para la resiliencia como para la esperanza. Sin embargo, en la mayoría de los escritos académicos o científicos de estos días, la fe no juega ningún papel y se considera inapropiada para la discusión intelectual».
En su trabajo como terapeuta, Eva ve de primera mano los efectos cuando los cimientos de la fe están desmoronados o han desaparecido por completo, especialmente en nuestros jóvenes. En el mismo correo electrónico, escribió:
«Una tangente, pero un tema que me molesta de nuestra cultura pop actual (cultura pop, mi oxímoron favorito): hay un vacío en la vida de muchas personas donde solía vivir la fe. Lo encuentro especialmente en los jóvenes, mis clientes menores de 40 años. Muchos se han criado fuera de cualquier tipo de tradición religiosa. Muchos ni siquiera han visto nunca una Biblia. ¿En qué se apoyan? Mis clientes más jóvenes, de 18 a 30 años, son increíblemente mundanos, ya que han crecido con Internet y con un acceso a la información que nosotros no podíamos ni imaginar a esa edad.
«Y, sin embargo, carecen por completo de fundamentos. Muchos son como niños de siete años conduciendo Maseratis, y se desvían y chocan por todas partes. Hablo con mis clientes más jóvenes de encontrar su propósito en la vida, y hablo de un ‘poder mayor’ y de explorar su fe. Pero la mayoría de los clínicos no tienen conversaciones sobre la fe con sus clientes, a no ser que trabajen estrictamente en una organización religiosa».
Bendiciones y limones
Aunque su enfermedad de Lyme le ocasionó meses de sufrimiento, Eva le reconoce un tremendo cambio positivo en su carrera y en su vida. Obligada a dejar el mundo empresarial, me dijo: «El Lyme me facilitó entrar en una profesión de amor y entrega. Así que, de cierto modo, fue una suerte o una bendición. Me llevó a un lugar que está mucho más alineado con mi propósito en la vida».
Es cierto. Pero cuando nos encontramos en una encrucijada así, algunos tendríamos la tentación de sentarnos en ese pavimento gris y darle paso a la desesperación. Eva no. Para emplear un viejo aforismo, ella tomó los limones de la vida y exprimió algo de limonada.
Mientras intercambiábamos correos electrónicos y hablábamos por teléfono, me di cuenta una vez más de que gran parte de nuestra capacidad para hacer esa limonada proviene de una actitud positiva. En Eva encontré a una mujer de gran carácter y con ganas de vivir que ha superado muchos retos, que a pesar de todo ha mantenido un vivo sentido del humor (pasamos buena parte de nuestra conversación riendo juntas), que sabe escuchar y que es una luchadora.
Para ilustrar estos puntos y vislumbrar su personalidad, mira lo que escribió en uno de sus correos electrónicos cuando le pregunté si todo iba bien en su vida:
«Como nota positiva, estoy bastante bien para ser una chica luchadora y moderadamente mayor que está luchando contra el tiempo y la gravedad lo mejor que puede. Mi primera reacción fue que normalmente solo profundizo en las secciones más importantes del Libro de Lucas en Navidad y Pascua. Mi segunda reacción fue que tal vez era hora de una nueva Biblia, ya que descubrí algo llamado «Comfort Print» («Impresión de comodidad»). Me pareció un eufemismo divertidísimo. Pero, vaya, ¡esa letra grande es una delicia para los ojos!».
Punto de partida
En un momento de nuestra conversación telefónica, Eva mencionó el impacto de un discurso que dio el entrenador de baloncesto Jim Valvano cuando se estaba muriendo de cáncer. Al igual que la amiga de mi hermana, que describe su «lo estoy haciendo» como su mantra diario, Eva me dijo que el discurso de Valvano se había convertido en su mantra durante su enfermedad. Busqué este discurso en Internet, escuché una parte y luego leí la transcripción completa publicada en Sports Illustrated. Casi al final, Valvano tiene estas palabras para sus oyentes:
«Solo tengo una última cosa; los invito a todos, a todos, a disfrutar su vida, de los preciosos momentos que tienen. Que pasen cada día con algo de risa y algo de pensamiento, que pongan a funcionar sus emociones. A ser optimistas cada día… a mantener vivos sus sueños a pesar de los problemas que tengan. La capacidad de ser capaz de trabajar duro para que sus sueños se hagan realidad».
El entusiasmo, sonreír, el carácter reflexivo, los sueños y el trabajo duro describen a Eva H., una mujer cuyo valor y amor por la vida son dignos de admirar y emular.
Jeff Minick tiene cuatro hijos y un creciente pelotón de nietos. Durante 20 años, enseñó historia, literatura y latín a seminarios de estudiantes educados en casa en Asheville, N.C. Es autor de dos novelas, «Amanda Bell» y «Dust on Their Wings», y de dos obras de no ficción, «Learning as I Go» y «Movies Make the Man». Actualmente, vive y escribe en Front Royal, Virginia. Visite JeffMinick.com para seguir su blog.
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