Las familias visitan los miles de cementerios del país para recordar a sus seres queridos, llevando flores, velas y rezos, para la visita anual de las ánimas de los fallecidos durante la tradicional conmemoración del Día de Muertos.
Durante esta temporada arraigada en la cultura popular del país, los cementerios de las ciudades, pueblos y barrios se llenan de familias que visten de flores los lugares donde yacen sus muertos, recordando la finitud de la vida física y su trascendencia espiritual con la muerte.
Millones de familias mexicanas visitan los 4268 panteones públicos y 516 privados que tiene registrado el gobierno de México. En la capital del país 124 cementerios son comúnmente visitados. Y en las zonas metropolitanas, el INEGI indicó que para 2020, existían 1406 panteones administrados por municipios.
Los preparativos comienzan días antes, donde tanto las familias como el personal encargado de los cementerios inicia con la limpieza del lugar. En algunos lugares, se preparan dotaciones de agua para recibir a los visitantes, que desde el pasado fin de semana comenzaron a arreglar las tumbas de sus seres queridos.
Y así comienzan las visitas a los panteones de todo el país, —desde el 28 de octubre, dedicado a los accidentados, el 1º de noviembre, por ser el día de Todos los Santos y el día siguiente, el 2 de noviembre, el de los Fieles Difuntos— cada año, además de colocar ofrendas en las casas, las familias acuden a los cementerios en memoria de sus seres queridos.
Entre los preparativos para esta conmemoración, participan los floricultores quienes ya cosecharon las flores, que durante estos días son trasladados a los mercados y puestos de venta. Las familias las compran y las llevan a las tumbas, para la visita anual de las animas de los fallecidos, en medio de recuerdos, rezos y plegarias.
Las familias mexicanas consideran importante sus visitas a los cementerios, donde en ocasiones las tumbas no son individuales sino comunales, en donde los espacios son muchas veces compartidos para varios familiares.
“Hoy visito a mi bisabuelito, a mi abuelita, a sus cuñadas y a mi mamá que están aquí, en este panteón”, compartió Octavio Isaac López Valdéz, originario de Santa Cruz Acalpixca, en una obra sobre el día de muertos en Xochimilco, publicada por el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (PDF).
“Esta tradición me la enseñaron mis abuelitos, ellos venían a enflorar el día 29 de septiembre y ya el día 2 de noviembre venían a alumbrar”, recordó el heredero y reproductor de esta ancestral tradición en uno de los 14 pueblos originales de Xochimilco.
Así es, como los cementerios reciben el mayor número de visitantes de todo el año en solo dos días: el 1 y 2 de noviembre. Muchos de ellos permanecen abiertos toda la noche para las vigilias nocturnas de las familias.
En los pueblos y barrios más antiguos del país, las flores cempasúchil y veladoras cubren las tumbas de los cementerios con un tinte de alegría al recordar a los familiares. Como en el cementerio del antiguo barrio de San Andrés Mixquic, Tláhuac, en la Ciudad de México (CDMX), donde con la «alumbrada», las familias encienden las velas y veladoras para la vigilia de muertos.
El panteón civil de Dolores, el más grande de la CDMX, además de recibir a las familias, en la rotonda de los hombres ilustres, recibe visitantes que recuerdan a personajes del país, como el poeta Ramón López Velarde, los compositores Manuel M. Ponce, José Pablo Moncayo, o cantantes como Agustín Lara, entre otros.
El Dia de Muertos, una de las tradiciones más populares y de mayor arraigo que expresa la riqueza cultural de México, fue reconocida como patrimonio intangible de la humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) en 2003.
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