Musk, París, el conflicto mundial

Por Gerardo De la Concha
03 de agosto de 2024 6:38 PM Actualizado: 04 de agosto de 2024 10:06 AM

Opinión

Elon Musk, el dueño de X e impulsor de proyectos de alta tecnología, se involucra en el escándalo de los Juegos Olímpicos en París. Ha sido especialmente protagónico en esta circunstancia y sus denuncias se han unido a una fuerte corriente mundial que, al parecer, ya no va a dejar el espacio libre a la izquierda contemporánea neomarxista.

Si bien varias empresas como la estadounidense Spire retiraron su apoyo comercial a raíz de los ataques anti cristianos llevados a cabo en la Inauguración de los Juegos —ataques protagonizados especialmente por el segmento a cargo del controversial grupo internacional, Drags Queen—, la confrontación planteada por uno de los empresarios más ricos del mundo abarca lo sucedido y también lo que considera una expresión más de la llamada izquierda woke, que detesta especialmente.

El controvertido y poderoso empresario está así en contra de la ofensiva de una agenda anti cristiana y de la promoción de una cultura que subvierte los valores tradicionales de las sociedades de Occidente, especialmente los relativos a la familia, los espirituales y culturales en su más amplio sentido. Musk se había ya comprometido a luchar contra la izquierda woke y su subversión cultural.

Pensé que la blasfemia anti cristiana en esta inauguración de los Juegos Olímpicos en París iba a pasar desapercibida o sería poco valorada. No fue así. Hubo una gran reacción no solamente de los obispos franceses. Y reveló aspectos claves de la cultura contemporánea y cómo se van alineando los distintos grupos de la sociedad política y civil.

En primer término —y no se ha hablado de ello— constituyó un gran acto de descortesía por parte del anfitrión. El presidente Macron fue el responsable principal de este acto contra la creencia de muchos de los participantes y de los espectadores en el lugar y en el mundo.

En todas las Olimpiadas los gobiernos locales tienen responsabilidad y el Comité Olímpico Organizador está en coordinación con ellos. No era el momento ni el marco para auspiciar y llevar a cabo esas ofensas religiosas.

En segundo término, se mostró que no hay debate ni puede haberlo cuando las dos partes representan visiones del mundo en choque y una de las partes, los secularistas —derivado del concepto de secularismo—, condena a los sacralistas sin apelación. Y los sacralistas de antemano son eso, creyentes en cosas sagradas, intocables.

Una artista baila durante la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de París 2024 el 26 de julio de 2024 en París, Francia. (Foto de Elsa/Getty Images)

Los Drags Queen asumieron abiertamente que sí hicieron una parodia de la Última Cena —el inicio del cuadro presentado imitaba la famosa imagen de la pintura de Da Vinci—, lo que fue evidente. Luego se quiso encubrir eso con la referencia al cuadro el Festín de los Dioses, que es a su vez una parodia de la Última Cena. Así que ese argumento acabó por derrumbarse.

En tercer término, nunca se había experimentado en la actualidad y a nivel internacional, la carga de odio y de confrontación de los secularistas como esta vez. Mientras se denunciaba el ataque anti cristiano, ellos se manifestaban como en la Revolución Cultural China en contra de lo “caduco”, “conservador”, “tradiciones idiotas”, y proclamaban “dejen paso a la juventud, su tiempo ya acabó”, “lo revolucionario es moderno, lo conservador hay que derribarlo”, “muerte a lo religioso”, además de innumerables insultos: “vejetes”, “ignorantes”, “ridículos”, “descerebrados”, “ratas de sacristía”, “retrasados mentales”, etcétera.

Quienes reivindican la “tolerancia”, la “inclusión”, el “feminismo”, el “derecho a la diferencia”, no lo respetan para los demás. Su lenguaje acaba siendo intolerante, exclusivista y excluyente. Es un lenguaje de hordas y de barbarie.

Hace 32 años publiqué un libro que sigue vigente: El fin de lo sagrado. Si bien su tema es sobre todo una crítica al jesuitismo como secularizador interno del catolicismo, la argumentación del ensayo se extiende a una crítica del secularismo.

La secularización es un proceso social inevitable y una característica de la vida civil moderna, pero en ese libro sostengo que la modernidad requiere de lo sagrado y de lo espiritual como un contrapunto y, por tanto, me opongo al secularismo, es decir, al ataque político antirreligioso. Y no estaba equivocado, el equilibrio se ha perdido.

Algo a lo que se prestó poca atención es al hecho grave de que entre hombres semidesnudos o disfrazados de mujeres, estuviera una niña. Esto es un abuso, así como después en la representación del bacanal bailotearan niños semidesnudos. Se quiere normalizar la pedofilia. Los Drags Queen promueven que los niños deben aprender a ser “tolerantes” e “incluyentes.

Thomas Jolly y Bárbara Butchs, apoyados por el presidente Macron, quien fue empleado de la Banca Rothschild, lograron su cometido. Se habló de lo suyo, de su escándalo, de su provocación. Finalmente es el mercado y los dominios superiores de lo financiero, que los subsidian.

Lograron demostrar que no es lo divino, sino su degradación, lo que una modernidad contrahecha sacraliza como descomposición de los valores e imperio de los antivalores.

La confrontación cultural y espiritual a nivel mundial ya está planteada.


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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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