“Los niños no deben migrar, no deben ver lo que están viendo”, dice activista en la frontera México-EE.UU.

Por Estela Hernandez
06 de enero de 2025 8:00 AM Actualizado: 06 de enero de 2025 8:10 AM

Desde el 2022 hasta lo que va del año fiscal 2025, más de 400,000 menores no acompañados han sido registrados por la patrulla fronteriza en la frontera sur de Estados Unidos, según datos de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP).

Además, ICE informó que se desconoce el paradero de más de 32,000 menores no acompañados, registrados por la agencia. Este sombrío escenario señala la grave situación por la que atraviesan los inmigrantes menores que viajan a Estados Unidos sin compañía, una situación que Gladys Cañas, activista y presidenta de «Ayudándolos a Triunfar» sigue muy de cerca.

La activista que tiene más de 13 años trabajando con su asociación civil para apoyar a los migrantes que llegan de distintos países a la frontera en Tamaulipas México, dijo que durante el tiempo del programa de Trump “Quédate en México”, muchos niños fueron abandonados en la frontera por sus propios padres con la finalidad de que los menores fueran aceptados en el vecino país con la falsa creencia de que estando sus hijos en Estados Unidos, sería más fácil para los padres ingresar.

«Verlos llorar, el que entraran a mi oficina diciendo “díganle a mi mamá que que no me lleve. Yo no me quiero ir, tengo miedo”, son situaciones que le tocó enfrentar, relató la Sra. Cañas, agregando que esto lo vio principalmente cuando los niños eran dejados durante el programa «Quédate en México» implementado por EE. UU. y México, a partir de enero de 2019.

Agentes de la Patrulla Fronteriza pasan en sus vehículos junto a migrantes en Otay Mesa, California, el 29 de febrero de 2024 (John Fredricks/The Epoch Times)

“Poder convencer a los padres que ya están realmente convencidos de dejarlos ir, de que a pesar de que son sus hijos y que hay amor», dijo la activista mexicana, es difícil, ya que el sueño americano «puede más que las lágrimas, el llanto y la súplica de un niño. Eso es realmente lacerante”.

“Eso no debe suceder. Los niños no deben de migrar. Los niños no deben ver lo que están viendo. O sea, se hacen adultos en el camino, los daños psicológicos son permanentes y les afecta en su desarrollo emocional a futuro. Son secuelas que van a traer para toda la vida”.

La Sra. Cañas dijo que han recibido migrantes menores no acompañados desde los 6 años de edad hasta los 16, detallando que su asociación les da acompañamiento hasta ponerlos en manos de las autoridades estadounidenses, ocupándose siempre por su bienestar.

“Inmediatamente tratamos de protegerlos y tratamos de que ya no estén aquí, sino que lleguen hasta la frontera y que sean recibidos por las autoridades de Estados Unidos. Y realmente, en honor a la verdad, también debo decir que se prepondera el bien superior del niño”.

“Entonces inmediatamente las autoridades saben que es un niño menor no acompañado e inmediatamente lo dejan entrar”.

La activista detalló que además de las autoridades estadounidenses, también trabajan con las autoridades mexicanas para procurar la seguridad de los menores.

“Cuando son menores de edad a veces vienen con una cartita. Nos tocó una niña hondureña que venía con una cartita de la mamá donde traía dirección, teléfono y un discursito aprendido… Nos tocó también una mexicana de Chiapas, también con una menor de edad y con una cartita de que quería alcanzar a su mamá”.

Generalmente estos niños tienen familia en Estados Unidos, tienen a alguno de sus padres y quieren alcanzarlos; también hay casos donde tienen un familiar del que ya no saben nada, que puede ser la misma madre, y quieren entrar a buscarla.

«A ellos se les hace fácil porque su entorno donde viven es un entorno chiquito, es un pueblo y piensan que lo mismo va a ser allá cuando lleguen a Estados Unidos y que van a encontrar fácilmente a su mamá, a su papá o al ser querido que están buscando”, explicó la Sra. Cañas.

Migrantes caminan hacia un puesto de control de la Patrulla Fronteriza en Otay Mesa, California, el 29 de febrero de 2024. (John Fredricks/The Epoch Times)

Como todo trabajo humanitario —y al trabajar de cerca con migrantes en situación de vulnerabilidad en México—, hay historias que pueden marcar a personas como la Sra. Gladys. Dotada de un corazón sensible, compartió una serie de historias que han definido su camino en este trabajo en el que da asistencia a través de su asociación.

“Recuerdo también un menor de edad que venía con su papá, que al subir al tren, él, como es más ágil pudo lograrlo pero el papá no, entonces se perdió y llegó hasta esta frontera. Sin su papá, llegó todavía perdido [a la frontera]. Y es ahí también donde nos damos a la tarea de poder localizar al familiar”.

Hay también otros menores que suben al tren y son acogidos y cuidados por personas que migran, por ejemplo, explica la activista, «nos llegaron dos menores de edad, adolescentes de 13 y de 14 años que se perdieron en la selva del Darién, de un familiar que los traía. Entonces llegaron con otro, con una persona que los venía acompañando y los acompañó hasta aquí”.

Por otro lado, se dan los casos de personas «que se dedican al tráfico de personas y que los dejan aquí en la frontera o los abandonan en un lugar y ya corren por su cuenta», detalla, y ahí los niños o adolescentes deben tomar la decisión de a dónde dirigirse «y es ahí donde se nos van perdiendo y donde pueden ser acosados… Como son tan vulnerables pueden ser producto de trata de personas, trata laboral y todas esas cosas que vemos que suceden con los los niños”.

El trabajo de la activista es clave en la ciudad de Matamoros Tamaulipas, ciudad fronteriza con Brownsville, Texas, donde día con día cientos de migrantes llegan con la intención de cruzar a los Estados Unidos.


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