El constante acoso y represión de Beijing contra los ciudadanos chinos que practican la disciplina espiritual Falun Dafa no solo se despliega en China, sino que exporta su persecución a países extranjeros donde los practicantes chinos de Falun Dafa deciden vivir.
Su Ying, una mujer china de 73 años originaria de Guangzhou, experimentó la constante persecución del Partido Comunista Chino (PCCh) por practicar Falun Dafa incluso luego de mudarse a Perú en 1996.
Falun Dafa, también conocida como Falun Gong, es una disciplina de meditación que consta de cinco ejercicios suaves y enseña los principios de «Verdad, Benevolencia, Tolerancia». Esta practica inició en China en 1992 y creció rápidamente en todas partes del país–llegando a haber cerca de 100 millones de practicantes. Sin embargo, su gran popularidad fue vista como una amenaza al poder para el entonces líder del PCCh, Jiang Zemin, quien ordenó una sistemática persecución contra la práctica el 20 de julio de 1999.
Esta persecución contra Falun Dafa sigue sucediendo dentro de China al día de hoy.
Cuando Ying decidió visitar China un año después de asentarse en Perú, una amiga cercana le presentó Falun Dafa y empezó a hacer los ejercicios de meditación en un parque del distrito Tian He.
Sin embargo, la represión del régimen chino fue acrecentándose a inicios de 1999, en donde prohibieron publicar los libros de Falun Dafa y la policía empezó a ser más vigilantes de los practicantes.
Ante esto, el 25 de abril de 1999 cerca de 10,000 practicantes de Falun Dafa se reunieron en la oficina de apelaciones cerca de la sede del PCCh en Beijing para apelar por su derecho a practicar libremente. Ying fue una de las firmantes de la petición, sin embargo, al tiempo, la policía logró encontrarla y la empezó a rastrear.
«Habían muchos policías que nos vigilaban mientras hacíamos los ejercicios, y los espías tomaban muchas fotos», dijo Ying a The Epoch Times. «Así que en mayo de 1999, regresé a Perú y decidí practicar Falun Dafa aquí».
Dos meses después–cuando empezó la persecución contra Falun Dafa–el régimen empezó a arrestar a todos los firmantes de la petición, y muchos voluntarios de los sitios de práctica fueron llevados a prisión.
«Yo ya estaba en ese momento en Perú, así que no me podían hacer nada aquí, pero mi familia en China sí sufriría las consecuencias, así que fue difícil para mí», dijo.
Ying señaló que cuando la embajada china en Perú se enteró que ella estaba practicando Falun Dafa en el país, empezó el acoso.
«Tuvieron mucho miedo y empezaron a asediarme», agregó. «Como también practicábamos Falun Dafa al frente de la embajada china, la policía armada de la embajada siempre se acercaba a nosotros a botarnos del lugar», dijo. «Una vez, llegó una camioneta y un grupo de 6 policías se bajaron con armas y nos rodeó».
«Ellos dijeron que nosotros éramos terroristas. Querían ver nuestros bolsos para ver si teníamos bombas, y querían ver nuestro documento de identidad».
Al explicarles que solo estaba practicando una meditación, los policías se sorprendieron y les comentaron que la embajada china los había llamado a decirles que habían terroristas y que los funcionarios chinos estaban en peligro.
«La policía peruana no pudo creer que un gobierno extranjero pudiera tratar a su propia ciudadana de esa forma. Yo le respondí que el PCCh era un país de gángsters que nunca le importa su gente», agregó.
Esto sucedió varias veces, sin embargo, Ying dijo que cada vez que venían más personas, era una nueva oportunidad para contarles la verdad sobre lo que realmente le sucedía a Falun Gong en China.
Luego de un tiempo, la policía dejó de ir.
En otra ocasión, la practicante china contó que los diplomáticos chinos quisieron impedir que siga practicando Falun Dafa.
«Mi pasaporte había expirado así que fui a la embajada a renovarlo. Normalmente esto tarda 5 días hábiles, pero con el mío se tardaron 3 meses y no me daban respuestas del por qué demoraba tanto, así que fui a la embajada para saber lo que sucedía», contó. «Cuando llegué, un funcionario me dijo que me darían un restaurante para hacer negocios en Perú como otros chinos, pero que la condición era que no siguiera practicando Falun Dafa en público».
«Como me negué y dije que no tenía ningún interés, entonces me respondió que no me podían dar mi pasaporte», dijo.
Es así que por once años, Ying no tuvo ningún documento que mostrara su nacionalidad. La practicante tuvo que buscar un estatus de refugiada en una sede de la ONU en Lima, con lo cual pudo viajar fuera de Perú menos a China para visitar a sus familiares.
A pesar del clima represivo, Ying–así como muchos practicantes chinos que son acosados por el régimen comunista chino aún estando en otros países–ha persistido a los esfuerzos de Beijing de acosar y difamar a Falun Dafa.
Al cumplirse 22 años de persecución contra Falun Dafa en China, Ying espera que esta situación de derechos humanos pueda seguir saliendo a la luz en el mundo occidental.
A pesar que en los últimos años, China se ha mostrado al mundo como un país «solidario» y «dispuesto a cooperar», Ying dijo que es importante que más personas conozcan la naturaleza demoníaca del PCCh.
«El demonio siempre pretende ser amable pero realmente es muy cruel, y eso puede destruir a la sociedad humana».
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