Puntos de vista de salud
Más del 80 por ciento de los estadounidenses han decidido no recibir la última vacuna de refuerzo contra el COVID-19, pero a medida que se acerca el invierno, tampoco quieren volver a infectarse con el COVID-19.
Si bien algunas personas nunca se infectan o pueden recuperarse rápidamente sin síntomas persistentes, para muchas, una infección o reinfección por COVID-19 se ha convertido en un círculo vicioso. ¿Cómo podemos evitar la reinfección y romper con este patrón?
Nuestra inmunidad tiene un patrón
Un estudio de Harvard, Yale, Columbia y Oxford publicado en Nature Communications en octubre identificó a 71 personas con dos infecciones por SARS-CoV-2 bien muestreadas entre 94,812 muestras virales. Los investigadores descubrieron que aquellos que eliminaron las infecciones rápidamente después de la primera infección también eliminaron el virus rápidamente la segunda vez. Las muestras se tomaron de jugadores, personal y afiliados de la Asociación Nacional de Baloncesto entre el 11 de marzo de 2020 y el 28 de julio de 2022.
Los investigadores descubrieron que las personas que se infectaron varias veces «pueden diferir en importantes aspectos inmunológicos y de comportamiento de aquellos que solo sufrieron una infección durante el período del estudio».
Aunque las personas pueden parecer similares en apariencia, si tuviéramos un par de anteojos que pudieran ver el mundo microscópico, sus sistemas inmunológicos se verían muy diferentes desde una perspectiva microscópica.
El sistema inmunológico es como una fuerza de élite de los Navy SEALS, que protege el cuerpo humano día y noche de ataques de virus y gérmenes. Curiosamente, en chino, el término «inmunidad (免疫)» se traduce como «libre de infecciones/pandemia».
La infección es una señal de inmunidad debilitada
Cada uno de nosotros tenemos un sistema inmunológico complejo que está influenciado por muchos factores que determinan nuestras fortalezas y debilidades.
Muchos factores, incluidos la genética, la desnutrición, la inflamación, la exposición a toxinas y parásitos, el daño de las enfermedades y un mal funcionamiento del sistema linfático, pueden afectar nuestra inmunidad antiviral cuando nos enfrentamos a un virus.
En 1918, durante la gripe española, los médicos de Boston y San Francisco realizaron una serie de experimentos de desafío en humanos. Utilizaron deliberadamente secreciones virales de pacientes con gripe española y las vertieron en los ojos, la nariz o la boca de sujetos sanos. Sorprendentemente, nadie resultó infectado con el virus de la influenza.
Cuando alguien se enferma o tiene una infección, es una señal clara de que su inmunidad está debilitada. Nuestro cuerpo nos hace saber que debemos ser conscientes de nuestra inmunidad cuando no funciona bien.
La reinfección es una segunda alerta
Un estudio reciente publicado en The Lancet Respiratory Medicine reveló que tres años después de haber sido infectados con COVID-19, más de la mitad (54 por ciento) de los adultos en una cohorte china continuaron experimentando al menos un síntoma. El estudio también destacó tasas más altas de reinfección y neumonía tras la aparición de la variante ómicron.
Como los síntomas inducidos por ómicron suelen ser leves, la gente puede pensar que otra reinfección quizás no sea nada grave. Sin embargo, tener múltiples reinfecciones por COVID-19 puede ser perjudicial. Una vez infectados, debemos esforzarnos por evitar más contagios.
En noviembre de 2022, se publicó en la revista Nature Medicine un estudio que utilizó datos del sistema de salud de Asuntos de Veteranos de EE.UU. El estudio incluyó a 443,588 personas que se infectaron una vez, 40,947 que se reinfectaron (dos o más veces) y un grupo de control no infectado.
En comparación con aquellos sin reinfección, el grupo con reinfecciones tuvo una tasa de mortalidad 1.2 veces mayor, una tasa de hospitalización 2.3 veces mayor y un aumento de más del doble en complicaciones pulmonares y renales, así como problemas cardiovasculares y de coagulación sanguínea.
Hay algunos mecanismos posibles.
En primer lugar, el síndrome de COVID prolongado, causado por infecciones previas, puede sentar las bases para aumentar el riesgo de sufrir consecuencias clínicas adversas aún peores después de la reinfección. En otras palabras, deja al sistema inmunológico en una posición comprometida, por lo que será ineficaz para combatir otra infección.
En segundo lugar, un estudio de Nature sugiere que las infecciones repetidas por ómicron pueden activar excesivamente las respuestas inmunes de las células B (células que generan anticuerpos) de virus anteriores, suprimiendo así la respuesta de anticuerpos humanos contra la variante recién surgida.
En tercer lugar, cuando nuestras células inmunitarias se encuentran con el virus, producen armas llamadas «anticuerpos» que se unen al virus. Si bien esto puede resultar útil, no todos los anticuerpos protegen. Algunos tipos de anticuerpos pueden tener efectos perjudiciales al facilitar la entrada del virus a las células, lo que provoca enfermedades que pueden llegar a ser graves.
Por último, pero no menos importante, se han vacunado muchas personas con reinfecciones. Pero muchas vacunas, incluidas las de ARNm, instruyen a nuestro cuerpo a generar proteínas de pico, nanopartículas de lípidos, aluminio, etc., todo lo cual puede dañar la función de nuestra inmunidad innata.
Algunos pueden creer que los anticuerpos inducidos por la vacuna pueden ayudarnos a eliminar el virus de manera más rápida. Sin embargo, en el estudio de octubre de Nature Communications mencionado anteriormente, los investigadores «no detectaron diferencias significativas en la cinética viral de la segunda infección según el estado de vacunación». La cinética viral es la velocidad a la que el virus disminuye una vez que alguien se infecta.
Las reinfecciones repetidas indican la necesidad de reparar la inmunidad
Si posee un BMW, querrá darle mantenimiento para asegurarse de que funcione de manera óptima. Cuando se estropea, querrás llevarlo a un taller de reparación certificado de BMW. No dejarías que alguien sin la formación adecuada lo repare, ¿verdad?
Aunque mucho más complejo, nuestro sistema inmunológico es como un BMW perfectamente afinado. Tenemos que mantenerlo bien para que siga funcionando correctamente. Las infecciones repetidas indican que puede haber un problema con nuestra inmunidad y necesitamos encontrar la causa raíz de la infección para repararla adecuadamente.
Como hemos introducido en múltiples series inmunitarias, algunos de los elementos básicos para una inmunidad fuerte incluyen comer adecuadamente, dormir bien, reducir el estrés y la desintoxicación.
Sin embargo, otros aspectos esenciales a considerar son nuestro bienestar mental y espiritual. La salud no es simplemente la ausencia de enfermedad o dolencia. Para estar completamente sanos, debemos estar sanos en cuerpo, mente y espíritu.
Numerosos estudios científicos han demostrado que, como parte importante del cuerpo humano, el espíritu también influye en nuestra salud. Los pensamientos, personalidades y valores morales de las personas pueden tener un efecto profundo en su salud.
Un estudio de 2015 realizado por la Universidad de Harvard y la Universidad de California-Berkeley encontró que las personas honestas tienen una inmunidad antiviral más fuerte y la deshonestidad tenía como resultado resultados negativos para la salud.
Además, mantener una actitud altruista, evitar emociones negativas como el estrés y encontrar un propósito significativo en la vida contribuyen a nuestra inmunidad antiviral.
Un estudio revela el valor de la espiritualidad para la salud
Un estudio de 2022 publicado en JAMA realizado por investigadores de Harvard T.H. Chan School of Public Health y Brigham and Women’s Hospital destacan la importancia de incorporar la espiritualidad en la atención tanto de enfermedades graves como de la salud en general.
Considerado el análisis más riguroso y completo de su tipo, el estudio enfatiza la necesidad de reconocer y abordar la espiritualidad como un aspecto fundamental de la atención holística.
La Dra. Tracy Balboni, autora principal y médica principal del Dana-Farber/Brigham and Women’s Cancer Center, así como profesora de oncología radioterápica en la Facultad de Medicina de Harvard, explica que los hallazgos subrayan la importancia de la espiritualidad en la atención médica.
Los resultados del estudio indican que la espiritualidad debería ser un componente crucial de la futura atención centrada en la persona, promoviendo debates y avances sobre cómo integrar la espiritualidad en prácticas de atención sanitaria sensibles a los valores.
En términos más simples, el estudio sugiere que reconocer e incorporar la espiritualidad puede desempeñar un papel vital a la hora de brindar atención integral a las personas que enfrentan una enfermedad grave y promover el bienestar general. Reconocer el valor de la espiritualidad en la atención sanitaria fomenta un mayor diálogo y avances para garantizar que el aspecto espiritual de la atención se tenga en cuenta en un enfoque holístico.
Según el estudio original de las zonas azules: «Todos menos cinco de los 263 centenarios [alguien que tiene 100 años o más] que entrevistamos pertenecían a una comunidad religiosa. Las investigaciones muestran que asistir a servicios religiosos sólo cuatro veces al mes aumentará de 4 a 14 años de esperanza de vida, y la denominación no parece importar.
“Las personas que prestan atención a su lado espiritual tienen tasas más bajas de enfermedades cardiovasculares, depresión, estrés y suicidio, y su sistema inmunológico parece funcionar mejor… Hasta cierto punto, la adhesión a una religión les permite renunciar al estrés de la vida cotidiana. a un poder superior”, dice Dan Buettner, fundador de Blue Zones y miembro de National Geographic.
Para salir permanentemente de la pandemia y romper el círculo vicioso de la infección por COVID-19, necesitamos una perspectiva nueva y holística para mejorar nuestra inmunidad de una manera más poderosa.
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