Opinión
Hemos sido testigos del desconcierto mostrado por el gobierno mexicano ante el triunfo electoral de Donald Trump.
La improvisación, el discurso oficial cambiante, el comenzar a hacer la tarea bajo presión, el temor evidente a los daños posibles en la relación bilateral, la ausencia de una estrategia funcional, la imagen de debilidad política de la presidenta Claudia Sheimbaum, las contradicciones en sus posturas, la ausencia de liderazgo, las confusiones de su gabinete, el presumir una excelente relación personal entre los mandatarios mientras se llevan a cabo acciones apresuradas para quedar bien demostrando que se gobierna bajo amenaza. Peor imposible.
Hasta ahora no se tiene una estrategia ante un tema de primer orden, sino se cree tan sólo en el poder de la propaganda, quizás por los buenos resultados de la propaganda de Morena en el manejo de masas. Y se confunden los escenarios.
Entonces se escoge la reunión del Grupo de los Veinte para ir a hacer propaganda obradorista, con el cuestionable programa Sembrando Vida, sin reparar lo contradictorio de esta postura cuando se devastó la Selva Lacandona, una zona natural protegida, con la tala de millones de árboles para construir un Tren Maya sin rentabilidad alguna ni utilidad regional.
Se desperdició así la oportunidad de proyectar la imagen de una estadista, con una posición clara del Estado mexicano en materia de relaciones internacionales y con hincapié en el ámbito regional. La problemática y las soluciones.
Pero en lugar de ello se prefirió ir a hacer propaganda como si seguir vendiendo al obradorismo fuera una razón de Estado. Como si México ganara algo con proyectar internacionalmente el culto a la personalidad de López Obrador.
Pero el horno no está para bollos. El presidente Donald Trump propone medidas de presión en el ámbito comercial ante la displicencia mexicana en materia migratoria y de narcotráfico.
Y se responde ante la amenaza de imponer aranceles del 25 por ciento a los productos mexicanos, con manifestar que se va a hacer lo mismo, es decir, legitimar la guerra comercial, una guerra perdida de antemano por México. Se opta por los aplausos de la galería, otra vez la propaganda, en lugar de tener una estrategia de negociación.
Y luego, en una patente oscilación, vienen las acciones para quedar bien. Se llevan a cabo detenciones en el estado de México con el pomposo título de Operación Enjambre, cuando se trata de una pesca de charales, en lugar de peces gordos, con excepción de la detención de la presidenta municipal de Amanalco bajo el cargo de homicidio.
En Tejupilco, epicentro del tráfico de heroína en el sur de México, no se toca la estructura criminal. El periódico Reforma y Héctor Aguilar Camin señalaron hace tiempo a su presidente municipal, en una lista de funcionarios, de tener acuerdos con los peligrosos criminales. Pero no hubo respuesta alguna, como si las presuntas relaciones de políticos con el crimen organizado fueran algo natural. Es como una normalización, un tema ya de la Vox Populi. Ahí están sus extensiones en las relaciones públicas a otros Municipios como Almoloya o San Felipe del Progreso.
Se detiene en Tejupilco a un funcionario de seguridad por la acusación de la extorsión por mil pesos a un comerciante. Es decir, no hay depuración ni liberación de un territorio mexicano en manos de una organización criminal que tiene ahí una base del narcotráfico hacia Estados Unidos.
Se actúa por fin contra un sitio donde se vendía de manera abierta contrabando chino, la Plaza Izazaga en Ciudad de México. Pero no hay noticias de una actuación gubernamental en relación con las aduanas de Manzanillo y Lázaro Cárdenas dónde precisamente penetra el contrabando chino y esto solo es posible con la complicidad de funcionarios.
¿Y qué decir del desastre en que está convertida la frontera sur de México? Ante lo que podría considerarse la desaparición del Estado mexicano, ya es tierra de nadie. Ahí el poder lo disputan dos grupos criminales, el Cártel de Sinaloa y el Cartel Jalisco Nueva Generación, con la complicidad respectiva de bandas locales. El negocio del narcotráfico y la trata de personas florece impunemente y es una grave irresponsabilidad del anterior gobierno.
Solo se actuó ante las amenazas de aranceles por parte del entonces presidente Trump en su primera administración. Él comentó que no había visto doblarse más rápido así a alguien, se refería al presidente López Obrador y a su canciller Marcelo Ebrard.
Pero vino un gobierno complaciente como el de Biden y el Estado mexicano olvidó sus obligaciones, que no son con Estados Unidos, sino principalmente con su propia población. Ahora las cosas están peor que antes. Es frontera abierta. El flujo de mercancía ilegal y de migrantes es incontenible. En los grupos de sicarios de los Carteles mexicanos ya hay la presencia de guatemaltecos, colombianos, venezolanos.
Pero ¿hay una salida a una circunstancia potencialmente conflictiva con Estados Unidos, el socio comercial y vecino de México?
Existe si se atiende a fondo la situación. El tratado de libre comercio entre México y Estados creó un bloque comercial en América del Norte junto con Canadá. Los beneficios han sido patentes.
¿Dónde están los elementos de disgusto en Estados Unidos? México debe reconocer que existen causas que no se pueden ignorar: el doble juego con China, la frontera sur mexicana porosa, el propiciar o mantener la oleada de migrantes hacia la frontera con EE. UU., el no evitar el contrabando de fentanilo, la impunidad con la que actúan los Cárteles en México que cuentan abiertamente con la protección y apoyo de políticos y autoridades.
México se puede quejar del tráfico de armas estadounidenses, pero no tiene, por desgracia, autoridad moral para hacerlo. Si no hace su tarea ¿cómo puede lamentar los perjuicios que sufre por su parte?
La única vía para encontrar un acuerdo y una solución es tener una visión de Estado, es tender un puente de entendimiento y apoyo mutuo con Estados Unidos, es regular la relación para atender de manera realista el problema compartido de seguridad.
Así como un tratado de libre comercio fue posible por dar un trato equilibrado y provechoso a la relación comercial, así debe tenerse un tratado de seguridad entre ambos países, logrando de esa manera los acuerdos estratégicos de beneficio común en un plan de igualdad y de cooperación.
Este tratado de seguridad es urgente, lo es entre socios comerciales que pudieron superar una historia compleja entre ambas naciones. Es un mecanismo para sustentar una seguridad propia de un bloque comercial. Establece el equilibrio entre las responsabilidades en un esquema de apoyo mutuo con respeto a la seguridad nacional y la soberanía de ambos países.
Le da un marco común también a proyectos funcionales como la Operación Tigre en Centroamérica, que se llevó a cabo exitosamente en 2011, cuando Estados Unidos, México y los gobiernos centroamericanos instrumentaron una operación internacional para frenar el contrabando chino que destruye los empleos centroamericanos, en perjuicio de sus poblaciones fomentando la criminalidad y las masas de migrantes que no tienen oportunidades en sus países.
México debe tener una estrategia y subir el nivel de la negociación y el entendimiento con Estados Unidos. Eso sería una propuesta como el Tratado de Seguridad entre ambas naciones.
Quizás es hora de que la presidenta de México deje de pensar con las armas de la propaganda y la simulación, deje atrás a López Obrador y sus consejeros facciosos, y emprenda la tarea que le corresponde: actuar como estadista, con responsabilidad y visión.
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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