El secreto más sutil del comunismo

Por Trevor Loudon
12 de julio de 2019 5:36 PM Actualizado: 12 de julio de 2019 5:36 PM

Comentario

El movimiento comunista internacional tiene muchos secretos: tratados secretos, espías de alto nivel nunca descubiertos, diplomacia paraoficial. Miles de comunistas occidentales secretos en posiciones de influencia que nunca han sido desenmascarados.

Pero el secreto más importante (y sutil) del comunismo no ha sido expuestos apropiadamente aún. Este secreto tiene que ver con la metodología del comunismo: sus medios para lograr objetivos políticos.

Muy pocos occidentales entienden el enorme impacto que ha tenido el comunismo en la sociedad occidental. El gran secreto del comunismo es el método por el cual pequeños partidos comunistas locales, que a menudo actúan bajo la dirección de Moscú, Beijing o la Habana, son capaces de lograr que se adopten sus políticas, como legislación nacional en su propio país.

¿Qué tan disparatado es eso? ¿Cuan concebible es que un pequeño partido comunista, de quizá solo unos pocos cientos de camaradas, pueda influenciar las políticas públicas en un país con decenas o quizá incluso cientos de millones de votantes? Desafortunadamente, no solo es concebible. Es una realidad.

Comunismo camuflado

Luego de la que el estallido inicial de revoluciones europeas fallaron todas en los años 20, el movimiento comunista comenzó un plan de largo plazo para acercar a países individuales al socialismo, a la fuerza donde fuera posible, y mediante infiltración y manipulación donde no lo fuera.

La infiltración y manipulación tenían que aumentar. Europa Occidental, Canadá y Estados Unidos tendrían que ser socializadas desde adentro. El orden existente tendría que ser derrocado por un proceso de subversión. La educación, la iglesia y los medios de comunicación fueron todos objetivos. Pero el foco principal, algo que apenas tocan los intelectuales, fue la infiltración y manipulación sistemática de los cuerpos legislativos de cada nación occidental importante.

Los comunistas correctamente conjeturaron que si podían influenciar o manipular al Parlamento británico, el Bundestag alemán y al Congreso de EE. UU., ¿qué importaba cuántos misiles poseía la OTAN o cuántas tropas podían acumular sobre el Rin?

Durante la Guerra Fría, el Partido Comunista de la Unión Soviética estableció políticas en Moscú, en conjunto con el Departamento Internacional y la KGB. La pregunta que se hacía el liderazgo era: ¿Qué políticas nacionales o extranjeras queremos que adopte Francia… o Canadá… o Italia… o Nueva Zelanda… o Estados Unidos, para mover a ese país más hacia el socialismo o para inclinar el equilibrio de poder más a nuestro favor?

Cómo se hace

Por ejemplo en 1984, mi país natal de Nueva Zelanda prohibió la entrada de buques de guerra nucleares en nuestros puertos.

Sé por haber entrevistado a un participante del proceso, que esta legislación fue soñada en el Instituto Lenin de Educación Superior en Moscú—una escuela muy secreta de entrenamiento para más de 6000 comunistas de todo el mundo. Moscú estaba tratando de destruir a la OTAN en ese entonces—y todavía lo está. Ellos financiaban y dirigían el movimiento de paz europeo pero se topaban con un muro con respecto a sacar a las tropas estadounidenses fuera de Europa. Para que Moscú conquistase Europa, la OTAN tenía que ser desmantelada. En Moscú se decidió quitar a la pequeña, pero muy soviéticamente influenciada, Nueva Zelanda de la alianza nuclear occidental con la esperanza de que esto alentara a la izquierda europea a hacer trizas a la OTAN.

En octubre de 1983, cuatro comunistas de Nueva Zelanda fueron enviados al Instituto de Lenin a entrenarse. Se les instruyó cómo montar una campaña en Nueva Zelanda, que se haría mediante los sindicatos controlados por el comunismo, para que se aprobara legislación que prohibiera los buques de guerra nucleares. Cuando la delegación regresó a casa, se realizaron varias reuniones secretas con los sindicatos, el movimiento por la paz y con los elementos afines a los soviéticos en el Partido Laborista que gobernaba. En unos pocos meses, el Parlamento neozelandés aprobó la legislación antinuclear de Moscú—destruyendo la alianza militar de mi país con Estados Unidos. Y apenas uno en un millón de neozelandeses tiene idea de que nuestras políticas antinucleares fueron organizadas por Moscú.

Yo me enteré por las extensas entrevistas con uno de los comunistas neozelandeses involucrados en las reuniones de Moscú que esta era una práctica soviética estándar. Los soviéticos eran capaces de influenciar a los gobiernos de todo el mundo usando una cadena de comando que iba desde los partidos comunistas locales, a través del movimiento de los sindicatos, hasta el partido «de izquierda» principal del país objetivo.

Miles de comunistas extranjeros eran entrenados cada año en el Instituto Lenin de Educación Superior y la Universidad Patrice Lumumba en Moscú. El propósito principal de los institutos era adoctrinar a los comunistas extranjeros para que siguieran la línea de Moscú. Una gran parte del entrenamiento era aprender cómo usar el movimiento obrero del país, los movimientos por la paz, las iglesias y organizaciones civiles para influenciar en la formación de políticas en el partido político de izquierda «principal» de su país natal—el Partido Laborista británico, el Partido Socialista francés, los Socialdemócratas alemanes, los Liberales canadienses, o el Partido Demócrata de EE. UU.

Como dijo Lenin sobre los sindicatos: son las «correas de transmisión del Partido Comunista a las masas». El control comunista del movimiento obrero es la clave de la fase de implementación de la infiltración de la política comunista en países occidentales.

Cada partido comunista importante hace lo más que puede para tomar control del movimiento trabajador local. Hay varias razones, pero la más importante y la que más se pasa por alto es esta: cada partido de izquierda importante en las democracias occidentales está dominado por el movimiento obrero. Los sindicatos financian a estos partidos, contribuyen con mano de obra en tiempos de elecciones, y votan en bloque en sus conferencias.

Los gremios de trabajadores dominan todos los principales partidos políticos de izquierda en cada país occidental central, y en la mayoría de los secundarios. El que le paga al flautista, elige la canción. Los sindicatos, al proveer dinero y músculos, pueden dictar las políticas del partido y usualmente tienen mucho poder de decisión en la selección de candidatos.

Si los comunistas se hacen del control de los sindicatos de un país (como lo han hecho en Estados Unidos), se apoderan efectivamente del control del partido de izquierda principal de la nación.

El proceso es claro. El movimiento internacional comunista o el partido comunista local establece una política deseada, ya sea fortalecer la legislación laboral, asegurar más financiamiento estatal para los partidos políticos, implementar una currícula escolar más socialista, aflojar las políticas de inmigración, aumentar la reubicación de refugiados, cancelar un nuevo sistema de armamento, o relajar las sanciones comerciales a Cuba—lo que sea primordial en el plan comunista en ese momento. Los comunistas y sus aliados socialistas luego convierten a esas políticas comunistas en políticas del sindicato. Luego los sindicatos presionan al Partido Laborista, al Partido Socialista o al Partido Demócrata local para que adopte estas políticas del sindicato como propias. Como los sindicatos controlan efectivamente estos partidos principales, el proceso no suele ser tan difícil.

Así, las políticas comunistas se convierten en políticas de los sindicatos, que a su vez se convierten en políticas del partido político «principal».

Las políticas de Moscú se convirtieron en políticas del Partido Liberal canadiense, o en políticas del Partido Socialista francés, a través de un simple proceso de recorte. Los ciudadanos franceses o canadienses, o brasileños o estadounidenses, no tienen idea de que las políticas que piensan que vienen de su propio gobierno, se originaron en realidad en Moscú.

Descentralización

Desde el «colapso del comunismo» –más aparente que real– en los 90, la formación de las políticas internacionales comunistas parece haberse vuelto más descentralizada. Todos los frentes principales comunistas internacionales creados por los soviéticos en los 40 y 50—el Consejo Mundial de la Paz, la Federación Sindical Mundial, la Federación Democrática Internacional de Mujeres, la Federación Mundial de la Juventud Democrática y la Asociación Internacional de Abogados Democráticos—están todavía trabajando activamente en equipo, promoviendo la «línea» comunista donde sea que puedan. Hoy están más controlados por los comunistas de Cuba, Grecia y del tercer mundo, pero siguen políticas casi idénticas a las de sus viejos amos soviéticos. Estas organizaciones todavía funcionan como «correas de transmisión» de las políticas comunistas en los países objetivo.

En la actualidad, la mayoría de los partidos comunistas occidentales, incluyendo el Partido Comunista de EE. UU. y la Organización Socialista Freedom Road, tienden a mirar más a China en busca de liderazgo—aunque queda claro que los comunistas rusos y del ex Bloque del Este son todavía una parte sustancial del movimiento internacional.

Hoy, este proceso de «correa de transmisión» parece estar más descentralizado, con más adoctrinamiento hecho «en el país, o a través de las principales organizaciones fachada internacionales». Los socialistas semicomunistas, incluyendo a los Socialistas Democráticos de América (DSA), solían obtener mucha dirección de la Internacional Socialista—la cual seguía una «línea» que es casi idéntica a la del movimiento abiertamente comunista.

En años recientes, el DSA ha crecido dramáticamente, y se movió tan a la izquierda, que ahora en la práctica es el partido comunista principal de Estados Unidos.

En consecuencia, los partidos comunistas de Europa, incluyendo los de España, Francia, Italia y Grecia, han formado lazos estrechos con el DSA.

El ex Partido Comunista de Alemania Oriental—ahora conocido como Die Linke (La Izquierda)—trabaja de cerca con el DSA a través del afiliado en Nueva York de su organización fachada en Berlín, la Fundación Rosa Luxemburg. Este afiliado en Manhattan entrena a los líderes del DSA y claramente influencia la formación de políticas. Die Linke mantiene lazos estrechos con los socialistas rusos y el gobierno de Putin. Así que es muy posible que las políticas del DSA estén siendo influenciadas desde Moscú tal como las políticas del Partido Comunista de EE. UU. fueron formuladas en Moscú por más de 70 años.

El DSA ha infiltrado muchas políticas en el Partido Demócrata, incluyendo el Obamacare, la amnistía para inmigrantes ilegales, Medicare para todos, y el Green New Deal (Nuevo Pacto Verde). Casi todas las políticas de los demócratas hoy son idénticas a las del DSA y el Partido Comunista de EE. UU.

Votar para su propia destrucción

Cuando los estadounidenses votan boletas que piden más medidas de salario mínimo, descriminalización de drogas, control de alquileres, control de armas, o a políticos que promueven el Nuevo Pacto Verde o la cobertura médica socializada, están votando por políticas comunistas. Estas políticas podrían haber sido formuladas en las oficinas del DSA o del Partido Comunista, o en la Fundación Rosa Luxemburg en Berlín—o incluso en Moscú, Beijing o La Habana.

Donde sea que se hayan originado estas políticas, el resultado es el mismo. En cada ciclo electivo, decenas de millones de estadounidenses votan por comunismo—y no tienen idea de este hecho.

¿Qué mejor forma de socializar una nación que engañar a sus ciudadanos para que voten políticas comunistas disfrazadas de «liberalismo» hecho en casa?

Trevor Loudon es autor, cineasta, y orador público de Nueva Zelandia. Por más de 30 años, ha investigado a la izquierda radical, el marxismo, y los movimientos terroristas y su influencia encubierta en la política principal.

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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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