En la primavera de 1989, James Qiu era uno de los miles de estudiantes que salían a diario a la calle en la metrópolis china de Shanghai, con la esperanza, al igual que sus compañeros en todo el país, de que su activismo pudiera convertir a su país en una tierra más libre, a la altura de Occidente.
Sus sueños se hicieron añicos ese junio, cuando los tanques del Partido Comunista Chino (PCCh) llegaron para aplastar a los estudiantes que organizaron sentadas pacíficas en la Plaza Tiananmen de Beijing, matando a miles según algunas estimaciones. Alrededor de media docena de estudiantes a quienes Qiu conocía por su nombre nunca regresaron de la capital.
Cuando el régimen comenzó una campaña sistemática para perseguir a los manifestantes, Qiu recibió una citación policial por su papel en el movimiento.
Gracias a una visa que había sido aprobada más o menos al mismo tiempo, Qiu salió de China en julio para realizar un programa de posgrado en ingeniería informática en Canadá, lo que lo salvó de un procesamiento político masivo en el que muchos activistas, que fueron presentados como «alborotadores», fueron condenados al ostracismo y despedidos o encarcelados como resultado.
En los años siguientes, Qiu forjó su carrera en Silicon Valley, trabajando en firmas tecnológicas como Apple y Oracle.
Pero a pesar de su salida de China, esos recuerdos de 1989 nunca desaparecieron para Qiu. Mientras estuvo en América del Norte, pudo expresar libremente su oposición al gobierno del Partido Comunista Chino. Durante su programa de posgrado, una vez organizó una protesta estudiantil en Ottawa desafiando a Beijing.
Fue en Montreal donde Qiu comenzó la practicar Falun Gong, disciplina espiritual que aprendió de su madre en China. Era 1998. En ese momento, decenas de millones de chinos practicaban la disciplina.
La práctica, que involucra ejercicios de meditación y un conjunto de creencias centradas en los valores fundamentales de verdad, benevolencia y tolerancia, se había extendido como la pólvora en el país gracias a los informes de sus adeptos sobre mejoras en su salud y carácter.
Pero, al igual que ocurrió en 1989, el régimen comunista chino no podía tolerar que una gran parte de su población mantuviera creencias contrarias a la ideología atea marxista-leninista del Partido. Al considerar la popularidad de Falun Gong una amenaza para el régimen autoritario, Beijing lanzó una abrumadora campaña de eliminación en 1999, poniendo en peligro las vidas de unos 100 millones de practicantes.
Desde un océano de distancia, Qiu solo podía observar con impotencia cómo el Partido Comunista Chino nuevamente ponía su punto de mira en un grupo de personas, atacadas simplemente por tener una creencia que no tenía el apoyo del régimen.
Como uno de los primeros usuarios de Internet en 1995, Qiu descubrió cómo el régimen estaba usando la tecnología para su propaganda y represión.
La censura de Internet en China alcanzó un nuevo nivel tras el inicio de la persecución a Falun Gong en julio de 1999. Falun Gong fue y es uno de los principales temas de censura bajo el Gran Cortafuegos, junto con la masacre de Tiananmen. El Gran Cortafuegos está constituido por el vasto aparato de vigilancia de Internet de Beijing, construido ya en 1996. La mayoría de las fuentes de información están vedadas a los internautas de la China continental, a menos que utilicen programas especiales para eludir el bloqueo. Los medios de comunicación estatales y los sitios web oficiales del régimen chino, por su parte, están saturados de descripciones negativas a las creencias espirituales.
En Occidente, Qiu observó que los medios de comunicación y los sitios web copiaban artículos de China continental, lo que efectivamente “envenenaba” a personas en otras partes del mundo. Mientras tanto, Beijing estaba llevando a cabo sobornos en el extranjero para silenciar aún más las opiniones disidentes, dijo.
“Nuestros derechos humanos fueron cancelados por el PCCh”, dijo Qiu. “No teníamos ningún lugar para que nuestras voces fueran escuchadas”.
Esa atmósfera sofocante sigue siendo válida para la gran población china en la actualidad. Cuando el “movimiento de las hojas en blanco” estalló en toda China en las últimas semanas contra las políticas inhumanas de cero-COVID del régimen, los medios estatales chinos permanecieron en silencio y los censores borraron rápidamente cualquier mención de las protestas en las redes sociales y en el resto de Internet.
La falta de una fuerza contraria frente a la represión, dijo, fue la inspiración detrás de Gan Jing World, una plataforma establecida a principios de este año y diseñada para “presentar la información desde la fuente”.
En chino, “Gan Jing” significa limpio, un concepto al que Qiu y su equipo prestaron toda su atención.
En una era en la que todas las plataformas principales, según Qiu, tienen una «agenda oculta» y buscan enganchar a la gente, el director ejecutivo quiere que Gan Jing World sea una alternativa: Una plaza pública digital familiar para que todos compartan conocimientos y puntos de vista sin miedo a la censura.
Además de la política y las finanzas, la plataforma, con contenido tanto en inglés como en chino, se enfoca en brindar material familiar sobre una variedad de temas, desde arte hasta estilo de vida y lo sobrenatural.
“El valor que entregamos aquí es realmente brindar una plataforma neutral”, dijo.
Gan Jing World, en palabras de Qiu, es un “ecosistema completo” apoyado en su propia arquitectura en la nube, un trabajo que ha impresionado a algunos de sus antiguos compañeros de Apple.
«James, estoy realmente impresionado por esto, porque creo en Apple, si quieres crear un ecosistema como este, al menos es un proyecto de tres a cinco años con más de 100 ingenieros, pero vosotros lo habéis hecho», recordó que le dijo un amigo.
La plataforma es firme en alejarse del contenido inapropiado basado en los cuatro conceptos de «sin violencia, sin pornografía, sin crimen y sin drogas o daños».
Qiu cree que esto es lo que fundamentalmente distingue a Gan Jing World en medio de la competencia con otras grandes plataformas tecnológicas existentes, como Twitter y Facebook, las cuales han estado bajo el agua recientemente por acusaciones de censura y parcialidad.
Gan Jing World, dijo, se centra en «los contenidos y lo que ofrecen», independientemente de la raza, las posturas políticas o las creencias de las personas, mientras que otras plataformas se centran en los creadores de contenidos y los temas que ofrecen.
Hay un tipo más de contenido que Qiu dejó en claro que no estará en la plataforma: Cualquier cosa que defienda el comunismo.
El comunismo se basó en la violencia desde su mismo origen, dijo. Si bien la propaganda del PCCh ha pregonado al Partido como un regalo para el pueblo chino, Qiu y muchos otros han sido testigos de cuán lejos está esto de la realidad.
“No voy a dejar que me engañen, por eso quiero asegurarme de que en nuestra plataforma no vamos a promover la voz del PCCh”.
Se puede acceder a Gan Jing World en la web o como una aplicación en iOS y Android.
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