A medida que China busca reforzar su posición internacional a través de la «diplomacia de las vacunas», la confianza pública en la seguridad y eficacia de las vacunas contra COVID-19 de China —tanto dentro como fuera de China— parece incierta.
El régimen chino está promocionando agresivamente sus vacunas contra COVID-19 en países extranjeros.
El líder chino Xi Jinping dijo a los líderes estatales en una reciente cumbre económica con países de Europa central y oriental que Serbia ha recibido un millón de dosis de vacunas contra COVID-19 de China. «Si otros países de Europa central y oriental tienen una solicitud de cooperación en materia de vacunas, China está dispuesta a considerarlo de forma proactiva», dijo.
El 16 de febrero llegó a Hungría un cargamento de 550,000 dosis de vacunas fabricadas por la empresa estatal china Sinopharm.
El ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi, dijo a su homólogo de la UE durante una videoconferencia el 8 de febrero que China y la UE deberían liderar el esfuerzo global para combatir el COVID-19 y que Beijing deseaba suministrar vacunas a los países en desarrollo.
El portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Wang Wenbin (sin relación), dijo durante una conferencia de prensa el 8 de febrero que China había llegado a acuerdos con 53 países en desarrollo para exportarles vacunas contra COVID-19 y que ya había enviado vacunas a 22 de ellos.
Wang afirmó también que China suministraría 10 millones de dosis al programa mundial de vacunas de la Organización Mundial de la Salud, que proporciona dosis a los países en desarrollo de África, América del Sur y Asia.
Preocupaciones internacionales
El presidente francés, Emmanuel Macron, criticó la falta de información transparente sobre las vacunas chinas durante un evento realizado por el grupo de expertos Atlantic Council con sede en Estados Unidos a principios de este mes.
Macron expresó también su preocupación de que las vacunas chinas no sean efectivas para prevenir las nuevas variantes de COVID-19 que han surgido.
El lado chino no ha publicado ningún dato sobre la efectividad o los efectos secundarios de sus vacunas.
El ministro de Salud y Bienestar de Taiwán, Chen Shih-chung, dijo a los periodistas en Taipei el 14 de febrero que Taiwán no compró vacunas contra COVID-19 fabricadas en China debido a la información técnica incompleta y la falta de informes científicos.
El mes pasado, el presidente brasileño Jair Bolsonaro cuestionó también la eficacia de las vacunas chinas.
Sinovac de china realizó ensayos clínicos de vacunas de última etapa en Brasil, los cuales demostraron tener una eficacia del 50.4 %, apenas superando el umbral del 50 % de la OMS para la aprobación regulatoria. La tasa es también más baja que la de las vacunas desarrolladas en EE. UU., ya que la de Pfizer-BioNTech es del 95 % y la de Moderna de un 94.1 %.
YouGov, un grupo de análisis y datos de investigación con sede en Londres, realizó también una encuesta que consultó a 19,000 personas de 17 países sobre sus posturas hacia las vacunas contra COVID-19 fabricadas en 12 países.
China calificó como penúltimo, con -19 en promedio. La puntuación negativa significa que es más probable que las personas se sientan más preocupadas que tranquilas por una vacuna que proviene de ahí.
Dentro de China
Los ciudadanos chinos mostraron también poca confianza en las vacunas fabricadas en China.
The Epoch Times obtuvo anteriormente una encuesta interna realizada por las autoridades en el distrito de Jing’an de Shanghai, en la que se encuestaron a 113,000 personas acerca de su disposición a vacunarse.
24,000 —o aproximadamente el 21 %— dijeron que estaban dispuestos.
Mientras tanto, de 12,479 personas que dijeron que ya habían recibido dosis de la vacuna contra COVID-19, se informaron 17 casos de reacciones adversas, o aproximadamente tres de cada 10,000.
Un médico de apellido Wang en un hospital de Beijing dijo en una entrevista telefónica que sospechaba que la razón por la que las autoridades chinas no han hecho públicos los datos de las vacunas es porque no son lo suficientemente seguras para su uso.
Además señaló una peculiaridad con la guía emitida por Beijing sobre el uso de vacunas: solo pueden aplicarse a personas entre las edades de 18 y 59 años. Las personas mayores, la población más vulnerable, no son elegibles.
Wang planteó la hipótesis de que esto se debía a que las poblaciones más jóvenes tienen menos probabilidades de desarrollar reacciones adversas graves.
Si a las personas mayores se les permitiera aplicársela, «y un gran número de ellos sufriera reacciones adversas graves, nadie en nuestro país se atrevería a recibir la vacuna, y la seguridad de la vacuna será cuestionada por la gente», agregó Wang.
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