Resumen del año: Para la China comunista, lo peor está por venir

Este artículo es parte de una serie especial de La Gran Época que hace un análisis del año 2019

Por LEO TIMM Y NICOLE HAO
24 de diciembre de 2019 8:29 PM Actualizado: 24 de diciembre de 2019 8:29 PM

El Partido Comunista Chino (PCCh) no ha enfrentado un desafío tan grande como lo ha hecho en 2019, a pesar de su historia surgida en 1949 —año en que tomó el poder y estableció una dictadura leninista sobre el país más poblado del mundo.

Tanto es así que Arthur Waldron, un destacado historiador de China en la Universidad de Pensilvania, dice que el régimen está ahora en proceso de «desintegración».

El centro no puede sostenerse

El 31 de octubre, el cónclave de la élite del PCCh, el Cuarto Pleno del Comité Central del PCCh, concluyó con una nota de calma exterior. Un comunicado oficial hizo hincapié en el papel rector del Partido en todas las esferas públicas y pidió la defensa de la «autoridad central del partido y el liderazgo centralizado y unificado» bajo el líder chino Xi Jinping.

Sin embargo, a puertas cerradas, Xi se ha visto envuelto en una crisis política que solo se ha intensificado en los últimos meses, de acuerdo con informantes dentro del régimen. Incluso después de años de centralizar la autoridad, y comenzar una campaña anticorrupción para librar al Partido de sus rivales, la resistencia informal al liderazgo de Xi sigue siendo fuerte. La información privilegiada dice que las directivas de Xi a menudo no pueden salir de las puertas de Zhongnanhai, la sede del partido.

En diciembre de 2018, Xi se reunió con el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, al margen de la cumbre del G-20 en Argentina, donde los dos líderes negociaron una tregua para la actual guerra comercial. En los primeros meses de 2019, los representantes comerciales de EE.UU. y China lograron un sólido progreso en un pacto, llegando a un acuerdo en más del 90 por ciento de los términos, según funcionarios estadounidenses. Pero en mayo, Beijing de repente incumplió el borrador del acuerdo, lo que provocó que la administración de Trump impusiera aranceles adicionales.

Los observadores de China sugieren que la influencia de la línea dura dentro del PCCh fue responsable de descarrilar las conversaciones comerciales.

El 13 de diciembre, funcionarios estadounidenses y chinos anunciaron que finalmente habían alcanzado un acuerdo comercial de «fase uno». Pero, en palabras del representante comercial de Estados Unidos, Robert Lighthizer, el éxito del acuerdo dependerá de quien tiene la ventaja en Beijing; los reformadores o la línea dura.

Paradojas de poder y ganancias

La economía china, exacerbada por los efectos de la guerra comercial con Estados Unidos, ha experimentado un deterioro constante en 2019. La Oficina Nacional de Estadísticas de China recientemente produjo cifras que muestran que el crecimiento del PIB había caído por debajo del 6 por ciento este otoño, el peor en más de 30 años. Pero según los economistas chinos, como el profesor Xiang Songzuo de la Universidad de Renmin, la tasa real de crecimiento es probablemente aún más baja, si no negativa.

Beijing está en deseosa de que sus sueños, de un sector privado saludable, encuadren con el peso político de las empresas estatales (SOE) del Partido Comunista. Las empresas privadas y sus ganancias están siendo canibalizadas para alimentar a las anémicas empresas estatales. Múltiples empresas estatales de gran tamaño se declararon en bancarrota, y la tasa de desempleo de China, que se considera un secreto de estado, se estima en dos dígitos.

Las operaciones bancarias en toda China reflejan el mal estado del sistema financiero chino, que se mantiene a flote con deudas incobrables y al exportar el exceso de capacidad industrial a los países que participan en la iniciativa «Una franja, una ruta» (OBOR, también conocida como La Franja y la Ruta).

En el frente internacional, el modelo de comercio mercantilista del Partido ha sido interrumpido por la aceleración del flujo de las salidas de capital y manufactura. Bajo el liderazgo de la administración Trump, Estados Unidos ha intensificado los esfuerzos para comprender y enfrentar la amenaza que viene de Beijing.

La indignación ante los vastos abusos contra los derechos humanos del PCCh ha ido de la mano con el declive económico de China. En junio, el Tribunal de China con sede en Londres, presidido por Sir Geoffrey Nice QC, concluyó que los presos de conciencia, principalmente practicantes de la práctica espiritual prohibida Falun Gong, estaban siendo asesinados en masa por sus órganos en hospitales chinos, sin «evidencia de que está práctica de sustracción haya sido detenida».

El 30 de octubre, el Secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, hizo una clara distinción entre China y el Partido Comunista, describiendo a este último como un «Partido marxista-leninista centrado en la lucha y la dominación internacional». También dijo recientemente que el pueblo chino busca vivir en una sociedad libre y están rechazando las reglas del partido.

Mientras tanto, incidentes como la reacción del régimen chino a un tweet pro-Hong Kong, hecho por el gerente general de un popular equipo de la NBA, han aumentado la conciencia sobre la amenaza del PCCh a la libertad de expresión y otras libertades más allá de las fronteras de China.

«Revolución de nuestros tiempos»

Treinta años después de que el Partido reprimió violentamente a los manifestantes estudiantiles pro-democracia en la Plaza Tiananmen de Pekín, está lidiando con disturbios sociales similares en la ciudad de Hong Kong, así como con un creciente malestar en toda China.

Hongkoneses, temerosos de los intentos cada vez más firmes del PCCh de extinguir la autonomía de la ciudad, han salido a las calles en protestas, en gran medida pacíficas, desde junio pidiendo un sufragio universal genuino, entre otras demandas.

A pesar de los esfuerzos del régimen para difamar a los manifestantes, el movimiento está comenzando a extenderse a China continental. En noviembre, cuando la gente de la ciudad de Maoming, provincia de Guangdong, se enfrentaron con la policía por un proyecto de construcción no deseado, adoptaron el grito de los hongkoneses: «Revolución de nuestros tiempos».

Las protestas de Maoming no son más que la punta del iceberg en una creciente vorágine de disturbios sociales que amenaza con la caída del PCCh. Además de la corrupción y el abuso de poder, la ira pública también se deriva de las calamidades naturales, como el aumento de los costos de la carne de cerdo después de que la peste porcina africana arrasara los rebaños de cerdos de China.

Los lemas expresados por los manifestantes de Hong Kong también han golpeado el núcleo del régimen chino. Además de las famosas «cinco demandas, ni una menos», un número creciente de hongkoneses ahora levanta pancartas proclamando que «el cielo destruirá al PCCh».

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