Trabajadores chinos están varados debido a duras políticas por COVID-19

Por Dorothy Li
07 de agosto de 2021 4:46 PM Actualizado: 07 de agosto de 2021 4:47 PM

Tras la propagación de la nueva variante del delta en China, el régimen está volviendo a aplicar medidas duras y draconianas a los habitantes de las zonas afectadas.

Un camionero y su padre llevan cinco días viviendo en su camión en las afueras de la ciudad de Yangzhou, en la provincia de Jiangsu. Dice que solo han podido comer fideos instantáneos, ya que el estricto cierre les impide volver a casa.

«Hasta hoy, mi padre y yo hemos dormido en el camión durante cinco días», dijo Zhang a The Epoch Times el 4 de agosto.

Zhang Yong (seudónimo) dijo que ha pasado cuatro días a casi 90 grados de temperatura sin ducharse y no usan el aire acondicionado para poder ahorrar gasolina.

Zhang y su padre, a pesar de estar en la ciudad, están sobreviviendo por su cuenta. Las calles circundantes, las tiendas y los complejos residenciales han sido cerrados.

Las autoridades de Yangzhou dijeron que impusieron un cierre parcial en todas sus comunidades residenciales del centro y permitieron que una persona por hogar saliera.

Yangzhou notificó el primer caso de infección por el virus del PCCh (Partido Comunista Chino), comúnmente conocido como nuevo coronavirus, el 28 de julio. En las últimas dos semanas, las autoridades sanitarias han informado de 272 casos, superando las cifras de la ciudad de Nanjing, donde comenzó el reciente brote.

Sin embargo, el régimen chino tiene un historial de no reportar todas las cifras de infecciones. Debido a los recientes casos, las autoridades ordenaron a 4.5 millones de residentes que se queden en sus casas, que cancelen los vuelos y los trenes y que suspendan los viajes en autobús.

Zhang declaró a The Epoch Times que vio a la policía vigilando la salida de la autopista al entrar en la ciudad de Yangzhou el 30 de julio.

«Ellos [la policía] solo nos pidieron que presentáramos el código de salud e itinerario, pero no me informaron del cierre», dijo Zhang. «Le mostré el código, pero cuando descargué todo y quise conducir de regreso, no me dejaron ir».

El régimen chino adoptó un sistema de códigos QR en WeChat, la app de redes sociales más popular del país, para informar del estado de salud de una persona, los resultados de la prueba de COVID-19, el itinerario y otra información. La app recopila los datos personales mediante el seguimiento de la señal de los celulares y del bluetooth.

Zhang afirmó que intentó hacerse una prueba de ácido nucleico en los hospitales locales el 1 de agosto, pero un empleado de la cabinade peaje le dijo después: «No se puede ir ni siquiera con los [resultados] de la prueba de ácido nucleico. La ciudad está cerrada».

«Llamé a la línea telefónica del gobierno y me dijeron que lo informarían a funcionarios de mayor nivel. Solo lo dicen así», dijo Zhang. Dijo que la falta de respuesta le ha dejado preocupado por el bienestar de su padre.

Ciudad de Ruili

En otra zona de alto riesgo, en la frontera suroeste de China, los residentes informaron de una situación similar de prohibición de salir de la ciudad.

El 11 de julio, las autoridades locales descubrieron que una persona infectada por el virus del PCCh había comprado en una tienda de la calle. Entonces, llevaron a más de 200 personas que trabajaban en la misma calle a una cuarentena inmediata.

Una de esas personas era Qing Yun (seudónimo), propietario de una tienda de lotería en Jiegao, una pequeña localidad de la ciudad de Ruili, fronteriza con Birmania (también conocida como Myanmar).

Confinado en una pequeña habitación (6 metros cuadrados) durante 21 días, declaró a The Epoch Times que no tenía derecho a abrir la ventana libremente en los calurosos días de verano.

«Las comidas suministradas eran pocas y tenían mal sabor», añadió que pagó 1100 yuanes (170 dólares) por la comida.

Epoch Times Photo
Estas fotos muestran el exterior de un centro de cuarentena (I) en la ciudad de Ruili de la provincia de Yunnan, China, y una de las comidas (D) durante los 21 días de cuarentena obligatoria. (Cortesía de Qing Yun)

Finalmente, el 1 de agosto, la puerta cerrada se abrió y se le permitió salir. Pero se sorprendió al saber que necesitaba permiso para salir de la ciudad. El gobierno de Ruili exigía a la gente que no saliera, con excepciones para quienes tuvieran necesidades especiales. Esas personas tienen que presentar documentos y esperar la aprobación del gobierno.

Qing y su familia se alojan ahora en casa de sus amigos. Dice que ha tenido suerte, ya que muchos tienen dificultades para encontrar un lugar donde vivir bajo la cuarentena.

Otro residente de Nanjing apellidado Wang tenía un trabajo en la ciudad de Ruili antes del cierre.

«Como no se permite trabajar en la ciudad, muchas personas que están atrapadas aquí no tienen ingresos».

Wang dijo a The Epoch Times que llevaba mucho tiempo esperando la aprobación para volver a casa.

Dijo que miles de trabajadores migrantes solicitaron permiso en la oficina del gobierno local todos los días después de que las autoridades anunciaran que levantarían el confinamiento el 26 de julio. Pero a ninguno se le permitió marcharse.

El 3 de agosto, los funcionarios dieron una nueva orden de permanecer en casa, lo que supuso la tercera ronda de cierres este año. En las redes sociales chinas, la gente se quejó de que el cierre repentino sin previo aviso provocó que los alimentos se pudrieran y los negocios sufrieran pérdidas.

El reciente aumento de los casos de infección en la ciudad de Ruili comenzó el 4 de julio, impulsado por la variante Delta.

Con información de Gu Xiaohua y Hong Ning.


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