Reemplazando a Dios: La guerra centenaria del PCCh contra la fe

Por Eva Fu y Frank Fang
02 de julio de 2021 7:23 PM Actualizado: 03 de julio de 2021 12:39 PM

Sacerdotes y monjas fueron obligados a arrodillarse frente a una gran hoguera, mirando impotentes mientras las llamas devoraban sus instrumentos sagrados y quemaban su piel.

En otra ciudad china, estudiantes con braceras rojas golpeaban a los católicos con palos de madera afilados, arrojando a un pozo de fuego a un sacerdote luego de que colapsara de dolor. Golpearon a una monja hasta matarla luego que se negó a pisotear una estatua de la Virgen María.

Un sacerdote católico fue enterrado vivo en Beijing luego de negarse a renunciar a su fe.

Por inquietantes que puedan ser, estos actos de brutalidad documentados por el misionero con sede en Hong Kong, Sergio Ticozzi, podían aplicarse con normalidad para los chinos fieles durante el frenesí de la Revolución Cultural de 1966, que duró una década, cuando se declararon todas las formas de prácticas religiosas como «supersticiosas» y fuesen prohibidas.

Esa represión tampoco fue exclusiva de ese período en particular durante los más de 70 años de gobierno del régimen en China.

Control total

Creer en un poder superior es un anatema para el ateo Partido Comunista Chino (PCCh) que durante 100 años ha buscado regir una lealtad absoluta y control sobre sus miembros y el pueblo chino.

“Ellos simplemente no pueden soportar una lealtad que no sea la del estado”, dijo a The Epoch Times Sam Brownback, exembajador general de Estados Unidos para la libertad religiosa internacional.

Como resultado, los sucesivos líderes del Partido han lanzado campaña tras campaña para aplastar y controlar a las personas de fe en China.

Mao Zedong, el primer líder del PCCh, quien supervisó una de las campañas más completas para desmantelar la vida religiosa en China, comparó la religión con el “veneno” en una conversación con el líder exiliado del Tíbet, el Dalai Lama. En su autobiografía, el Dalai Lama recuerda que Mao le dijo en 1954 que la religión «socava la raza» y «retrasa el progreso del país».

El exlíder chino Jiang Zemin en 1993 declaró que la libertad religiosa era «inadecuada para los miembros del Partido» y les dijo a los miembros del Partido que «educaran pacientemente» a los que tenían fe para ayudarlos a «deshacerse de los grilletes religiosos».

El budismo, taoísmo, islam, catolicismo y cristianismo–las cinco religiones que el régimen ha sancionado oficialmente–permanecen bajo un rígido control estatal, y los funcionarios del Partido establecen los términos de cómo deben operar.

Los funcionarios chinos de asuntos religiosos han enfatizado la necesidad de «guiar la religión con valores socialistas» y que los devotos posean «gratitud hacia el Partido».

Según las reglas del Partido, los miembros también enfrentan una posible expulsión por creer en la religión o participar en «actividades supersticiosas».

Los fieles pasan por la sombra de una cruz en la entrada de la iglesia católica «subterránea» del puente Zhongxin, tras un servicio que celebra la Fiesta de la Ascensión en Tianjin, el 24 de mayo de 2015. (Greg Baker/AFP a través de Getty Images)

Con motivo del centenario del Partido, los jefes de seis asociaciones religiosas estatales se reunieron en junio y alabaron el liderazgo del PCCh. Expresando su determinación de «seguir siempre al Partido», se comprometieron a iniciar una campaña de educación para profundizar el «amor por el Partido» entre sus círculos religiosos.

El pastor Bob Fu, fundador del grupo cristiano de derechos humanos China Aid, describió al PCCh como «el partido ateo extremo más grande del mundo».

“[El] PCCh ha cometido la peor persecución religiosa y crímenes de lesa humanidad”, dijo Fu a The Epoch Times.

En palabras de Sam Brownback, el PCCh está “en guerra con la fe”–ya sean cristianos, budistas tibetanos, uigures, y otras minorías musulmanas en Xinjiang  o la disciplina de meditación Falun Gong.

«Es una guerra que no ganarán», dijo Brownback.

«Política de cero tolerancia»

Un año después de que el PCCh tomara el poder en 1949, las tropas chinas marcharon hacia el Tíbet y obligaron a los tibetanos a un acuerdo de 17 puntos para legitimar el régimen del PCCh. Sin embargo, a pesar de las optimistas promesas de autonomía tibetana que decía el documento, Beijing convirtió la región en un estado de vigilancia e instaló campos de trabajo.

El Dalai Lama, líder espiritual de la región, se exilió en India en 1959 luego de que el régimen aplastara brutalmente una sublevación, matando a decenas de miles de tibetanos. En los 20 años siguientes, alrededor de 1.2 millones de tibetanos han muerto bajo las políticas represivas del régimen, según estimaciones del gobierno tibetano en el exilio. Más de 150 han recurrido a prenderse fuego en un acto desesperado de desafío.

La policía rutinariamente monitorea la correspondencia privada, registra los hogares y examina los registros telefónicos en busca de contenido prohibido como «música reaccionaria» de la India, según el último informe del Departamento de Estado de Estados Unidos. Los funcionarios provinciales también prohibieron a los estudiantes participar en actividades religiosas durante las vacaciones escolares. El informe citó a 273 tibetanos que estaban «detenidos en violación de las normas internacionales de derechos humanos a fines de 2019».

Una monja caminando entre los escombros de las casas demolidas en el Instituto Budista Larung Gar en el condado de Sertar, en la provincia de Sichuan, suroeste de China, el 29 de mayo de 2017. (Johannes Eisele/AFP a través de Getty Images)

Una pastora tibetana llamada Lhamo, madre de 36 años de tres hijos, fue detenida en junio de 2020 por enviar dinero a su familia en India. Los familiares que la vieron dos meses después la encontraron «muy magullada e incapaz de hablar», según el grupo de defensa Human Rights Watch. Murió días después en un hospital local y fue incinerada de inmediato.

Con el actual líder espiritual tibetano de 86 años, Beijing ha dejado en claro que quiere participar en la selección de su sucesor. En un documento técnico publicado en mayo, el Consejo de Estado de China dijo que había identificado y aprobado “92 Budas Vivientes reencarnados”–lo que indica su intención de elegir al próximo Dalai Lama cuando fallezca el actual.

«El PCCh practica una política de tolerancia cero cuando se trata de creyentes religiosos», dijo a The Epoch Times, Lobsang Tseten, director ejecutivo del grupo de activistas tibetanos Estudiantes por un Tíbet Libre, con sede en Estados Unidos. Él añadió que «el régimen arbitrario del PCCh en el Tíbet es una amenaza directa para todos los aspectos de la vida de un tibetano».

«Sinización» de las iglesias

La represión por parte del PCCh de las iglesias católica y protestante se ha intensificado bajo la supervisión del actual líder Xi Jinping.

Las autoridades chinas han quitado miles de cruces de iglesias, han arrestado a pastores, han ordenado la eliminación de imágenes cristianas, y han ejercido agresivamente una política de «sinización» mediante el establecimiento de «iglesias patrióticas», en las que las imágenes de Jesús Chris y la Virgen María se reemplazan por retratos de Xi o Mao.

Capturas de pantallas de vídeos subidos por ChinaAid muestran la destrucción de la Iglesia del Candelabro de Oro en la ciudad de Linfen, provincia china de Shanxi, el martes 9 de enero de 2018. (ChinaAid)

El régimen chino también está reinterpretando y retraduciendo la Biblia para promover el “cristianismo al estilo chino”. En un libro de texto chino de ética se distorciona una historia de la Biblia resultando en que Jesús mata a una mujer a pedradas mientras se declara pecador.

En 2017, al menos cuatro ciudades y una provincia restringieron las celebraciones navideñas, prohibiendo la exhibición de decoraciones navideñas, representaciones temáticas, y actividades promocionales. Los funcionarios comunistas de una universidad prohibieron las actividades relacionadas con las festividades religiosas occidentales en nombre de ayudar a la generación más joven a «construir confianza cultural». En enero, un cristiano recibió una fuerte multa de 160,000 yuanes (USD 24,733) por celebrar la festividad.

Las iglesias clandestinas han proliferado como resultado de la opresión del régimen. En respuesta, los funcionarios chinos han arrestado a miembros de la iglesia y han dictado largas penas de prisión a los pastores.

Wang Yi, un pastor de Chengdu, al centro de China, que fundó una de las iglesias cristianas no registradas más grandes del país, fue condenado a nueve años de prisión en diciembre de 2019 por «operaciones comerciales ilegales» e «incitación a subvertir el poder estatal», un cargo que el régimen suele utilizar para silenciar a los disidentes.

En abril, Radio Free Asia informó que Beijing estaba ejecutando instalaciones secretas de lavado de cerebro, que generalmente implican tortura, en la provincia de Sichuan, al suroeste de China, para obligar a los cristianos a renunciar a su fe.

«Cada día el Partido se vuelve más audaz»

En la región del lejano oeste de Xinjiang, más de un millón de uigures y otras minorías musulmanas se encuentran actualmente recluidos en campos de concentración chinos–que el régimen llama «centros de formación profesional» supuestamente utilizados para «frenar el extremismo»–donde se enfrentan a trabajos forzados, tortura, abuso sexual, adoctrinamiento político, aborto forzado, y esterilización forzada.

Un número creciente de países, liderados por Estados Unidos, entre ellos Bélgica, Canadá, República Checa, Lituania, los Países Bajos, y el Reino Unido, han reconocido la campaña de represión como una forma de genocidio.

«El genocidio de los uigures continúa, y cada día el Partido se vuelve más audaz», dijo Rushan Abbas, director ejecutivo de Campaign for Uyghurs, una organización sin fines de lucro con sede en Washington, en un comunicado del 30 de junio, un día antes de la celebración del centenario del PCCh. «Esta es nuestra última llamada de atención de que debe detenerse al PCCh si queremos preservar un sistema global de dignidad y orden que es respetado por todos».

La mezquita de la aldea número 13 de Jieleixi con el lema «Amo al Partido [Comunista Chino], Amo a China», en Yangisar, al sur de Kashgar, en la región occidental de Xinjiang de China, el 4 de junio de 2019. (GREG BAKER/AFP a través de Getty Images)
Un informe reciente de dos organizaciones con sede en Washington–la Sociedad Oxus para Asuntos de Asia Central y el Proyecto de Derechos Humanos Uigur–mostró que al menos 28 países en el mundo eran «cómplices del acoso e intimidación de los uigures por parte de China». Muchos de estos países tenían fuertes vínculos económicos con China, incluidos los que se han adherido a la iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, también conocida como One Belt, One Road).

«A medida que China expande su rol a nivel mundial a través de la BRI, es probable que más estados se vean atrapados en relaciones de dependencia, lo cual aumentará la capacidad de China para coaccionarlos o cooptarlos para ayudar a apuntar a miembros de la diáspora y exiliados», según el informe.

«Podemos hacerte desaparecer»

En ningún lugar es más evidente el odio del PCCh por la religión que en su sangrienta represión contra los practicantes de Falun Gong, una disciplina espiritual con ejercicios suaves de meditación y enseñanzas morales basadas en los principios de verdad, benevolencia, y tolerancia, según su sitio web.

Por temor a la popularidad de Falun Gong en China, el entonces líder Jiang lanzó una persecución brutal el 20 de julio de 1999 contra los practicantes. Altos funcionarios chinos dieron órdenes secretas para «destruirlos políticamente, arruinarlos financieramente, arruinar su reputación», según un excoronel militar que asistió a la reunión.

Desde entonces, millones de practicantes de Falun Gong han estado recluidos en prisiones, campos de trabajo, hospitales psiquiátricos, y otros centros de detención en China. Cientos de miles han sido torturados en esos lugares en un intento por obligar a los practicantes a renunciar a sus creencias. Un número incalculable ha muerto bajo la sustracción forzada de órganos autorizada por el estado de China, quitándoles sus órganos para venderlos en el mercado de trasplantes.

Esta persecución continúa hasta la actualidad.

Durante los primeros cinco meses de 2021, se ha documentado que 599 practicantes de Falun Gong fueron arrestados por su fe; uno de ellos, de 81 años, fue condenado a nueve años, según datos de Minghui.org, un sitio web con sede en Estados Unidos que monitorea la persecución del grupo espiritual. Se documentó que más de 15,000 sufrieron acoso o arrestos el año pasado.

La policía y funcionarios locales, atraídos por atractivas bonificaciones, comenzaron el año pasado una «Campaña de Reducción a Cero» que persigue a los practicantes en todo el país, informó Minghui. A los practicantes se les dijo que firmaran una declaración renunciando a su fe o correrían peligro sus pensiones, carreras, o la educación de sus hijos. «Podemos hacerte desaparecer si decimos la palabra», presuntamente le dijo un oficial de la provincia más septentrional de China, Heilongjiang, a un practicante.

Epoch Times Photo
Practicantes de Falun Gong participan en un desfile en Flushing, Nueva York, el 18 de abril de 2021, para conmemorar el 22º aniversario de la petición pacífica del 25 de abril de 10,000 practicantes de Falun Gong en Beijing. (Samira Bouaou/The Epoch Times)

Guo Zhenfang, de la ciudad de Chifeng al sureste de Mongolia Interior, murió en junio, un día después de su juicio. En el hospital, su familia encontró manchas de sangre en su nariz y una herida alrededor de su rótula. Su espalda se había vuelto «rojo púrpura» de la cintura para abajo, según Minghui. Docenas de policías vestidos de civil impidieron que la familia examinara más el cuerpo y lo enviaron al crematorio sin su consentimiento.

Lü Songming, exmaestro de historia en una escuela secundaria de la provincia de Hunan, al sur de China, pasó un total de 14 años en la cárcel. Perdió alrededor de 20 dientes por golpes, trabajos forzados, electrocución, y otras formas de tortura. Cuando fue liberado en 2018, solo le quedaban seis dientes y ya no estaba en condiciones de trabajar. Sufría de insuficiencia cardíaca frecuente y finalmente murió en marzo a la edad de 53 años.

«Una verdadera debilidad»

El exembajador Brownback observó que en la China de Xi, las tácticas brutales e inhumanas de la era de Mao están regresando cada vez más.

Pero en su prisa por afirmar el poder sobre los fieles de China, Brownback dijo que el régimen está «mostrando una debilidad real».

«Ellos deben estar sintiendo la pérdida de control, por lo que están siendo mucho más represivos y brutales», dijo.

Los abusos contra los derechos humanos y la libertad religiosa de Beijing le están costando al régimen su imagen global, mientras que dentro del país está dañando su capacidad para mantener su dominio, dijo Brownback.

“El comunismo y la fe simplemente tienen grandes problemas para coexistir, y la fe no será sometida, por lo que eventualmente el comunismo caerá”, dijo.

Lo que queda del legado de 100 años del PCCh, dijo el pastor Fu, será su historial como «el único partido político a través del cual se perdió arbitrariamente la mayor cantidad de vidas humanas (…) en toda la historia de la humanidad».

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