Un año después de que el brote del virus del PCCh en la ciudad china de Wuhan sembrara una pandemia mundial, Beijing redobló sus esfuerzos para esparcir teorías infundadas de que el virus se originó en Estados Unidos.
La ofensiva de desinformación impulsada por diplomáticos chinos y medios estatales se produjo luego de que un equipo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) llegó al país para investigar los orígenes del virus. Mientras tiempo, los medios estatales chinos entablaron una campaña de difamación contra las vacunas estadounidenses ya que la «diplomacia de las vacunas» del régimen sufrió fracasos en todo el mundo.
La portavoz del ministerio de Relaciones Exteriores de China, Hua Chunying, fue la primero en retomar la teoría de conspiración. Hua dijo durante una conferencia de prensa el 18 de enero, que Estados Unidos debería invitar a los expertos de la OMS a “realizar un rastreo de origen” en el país.
«Si Estados Unidos realmente respeta los hechos, deberían abrir el laboratorio biológico en Fort Detrick, dar más transparencia a temas como sus más de 200 laboratorios biológicos en el extranjero», dijo Hua.
Los medios estatales chinos se apresuraron luego a plantear preguntas sobre las actividades en Fort Detrick, un prominente laboratorio de investigación biomédica militar en Maryland, lo cual ayudó a que el tema se volviera viral en las redes sociales chinas.
Días antes, cuando un equipo de la OMS llegó a Wuhan, el gobierno saliente de Donald Trump pidió al organismo de salud que presione al régimen para tener acceso a los registros del Instituto de Virología de Wuhan (WIV) para evaluar si el brote pudo haber sido el resultado de un accidente de laboratorio. El Departamento de Estado dijo que Estados Unidos tenía «razones para creer» que varios investigadores del WIV se enfermaron en otoño de 2019, antes del primer caso de virus identificado en Wuhan, «con síntomas consistentes tanto con COVID-19 como con enfermedades estacionales comunes».
Gordon Chang, autor de «The Coming Collapse of China», dijo que el régimen «tiene mucho que ocultar, especialmente sus actividades en el Instituto de Virología de Wuhan».
«En su desesperación, Beijing está tratando de desviar la atención mundial hacia nuestro [laboratorio] Fuerte Detrick», dijo Chang en un correo electrónico.
Según un artículo de Daily Mail el 2 de enero, el entonces asesor adjunto de Seguridad Nacional de EE. UU., Matthew Pottinger, dijo a un grupo de políticos internacionales de que la última información de inteligencia de Estados Unidos indica que el virus que causa el COVID-19 se filtró del WIV.
«Existe una creciente evidencia de que el laboratorio es probablemente la fuente más creíble del virus», dijo Potttinger, según el medio.
El ataque de China contra los laboratorios de Estados Unidos marca el último intento de desviar la culpa luego de su encubrimiento del brote en Wuhan, que permitió la propagación global de la enfermedad. En marzo pasado, un diplomático chino sugirió en modo difamatorio y sin evidencia, que los soldados estadounidenses podrían haber traído el virus a la ciudad. Cientos de atletas del ejército de Estados Unidos estaban en Wuhan para los Juegos Mundiales Militares en octubre de 2019.
Esas afirmaciones provocaron una violenta reacción de los gobiernos de Estados Unidos y de Occidente, pero no impidieron que el régimen vendiera otras teorías infundadas a lo largo del año de que el virus se originó fuera de China.
En los últimos meses, los medios estatales chinos han tergiversado los comentarios de expertos extranjeros para sugerir que el brote provino del extranjero, como por ejemplo de Italia. Un artículo de investigadores chinos, que ya se retractó, también afirmó que el brote comenzó en India antes de extenderse a China.
Los funcionarios chinos se aferraron a estos artículos para enmarcar una nueva narrativa de que el virus emergió de varios lugares del mundo antes de llegar a Wuhan, una teoría descartada por la mayoría de los científicos occidentales. La afirmación fue promovida en los más altos niveles del liderazgo del PCCh y el ministro de Relaciones Exteriores, Wang Yi, dijo el 2 de enero que «más y más estudios de investigación han demostrado que es probable que la pandemia haya surgido en muchos lugares del mundo».
Los funcionarios también fomentan la teoría de que el virus se introdujo en China a través de las importaciones de alimentos congelados, a pesar de que la OMS dijo que no hay evidencia de que las personas puedan contraer COVID-19 de los alimentos o de envases de alimentos.
Difamando a las vacunas estadounidenses
El frente de desinformación apuntó a otro objetivo en las últimas semanas: las vacunas estadounidenses.
El régimen, ansioso por usar sus vacunas contra el COVID-19 para limpiar su imagen global, sufrió un revés a principios de este mes cuando un ensayo en etapa tardía en Brasil descubrió que una vacuna desarrollada por la compañía farmacéutica estatal china Sinovac reveló que solo había un 50.4 por ciento de efectividad, aunque lo suficiente para pasar el umbral del 50 por ciento requerido para la aprobación regulatoria.
Días después, la prensa estatal y algunas personalidades chinas utilizaron los artículos sobre las muertes en Noruega y Alemania, luego de las personas recibieran la vacuna de Pfizer, para cuestionar la seguridad de la vacuna. Los artículos de la prensa china también sugirieron que la prensa occidental ocultó las noticias. Desde entonces, la agencia de salud de Noruega dijo que no hay evidencia hasta el momento de un vínculo directo entre la vacuna y las muertes. En Alemania, se determinó que las muertes no estaban relacionadas con las vacunas.
Beijing está «tratando de desacreditar las vacunas contra el COVID-19 de Estados Unidos porque sus vacunas son poco efectivas y quizás inseguras», dijo Chang.
A principios de esta semana, la desinformación avivada por la prensa china y las cuentas oficiales de redes sociales alegaron que «la OMS no recomienda la vacuna contra el COVID-19 de Moderna», lo cual comenzó a ser tendencia en Weibo, la versión china de Twitter. Los posteos online eran en realidad tergiversaciones de una guía de la OMS emitida el 25 de enero que desaconseja el uso de la vacuna de Moderna para menores de 18 años o personas que están embarazadas.
Chang cree que las campañas de desinformación de Beijing no lograrán su propósito porque «están separadas de la realidad».
«En cualquier caso, el pueblo chino eventualmente le hará saber al mundo lo que sucedió», agregó. «Los movimientos del Partido Comunista han sido tan inhumanos que no permitirán que sus mentiras se mantengan».
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